TU ME DAS, YO TE DOY

¿Puede ser capaz la iglesia de dar un testimonio profético en medio de una sociedad marxista si se identifica completamente con la ideología marxista y la política del gobierno?
W. Rauch, pastor en la ex-RDA

Corría el año 1960 y el Consejo de Iglesias de Cuba (Cic), que entonces no se llamaba así, sino Concilio Cubano de Iglesias Evangélicas (Ccie), adoptó su «Declaración de Principios: un mensaje a los protestantes cubanos», redactada originalmente por los pastores Manuel Viera Bernal y Juan P. Tamayo para el «Movimiento Social Cristiano». En este documento se criticaba tanto el sistema capitalista como el comunista, pronunciándose a favor de un «orden social cristiano» y de una «democracia total» que ofreciera «pan con libertad», concluyendo con un llamado al protestantismo cubano a participar «con sentido de misión en las luchas sociales, obreras, estudiantiles y políticas con el fin de impregnar la vida toda de la nación con las ideas y prácticas cristianas». ¡Como ha cambiado desde entonces el Cic!, y no lo digo solo por el nombre.

Esta institución, que hoy solo busca su supervivencia como organización demuestra con sus hechos y palabras lisonjeras cuánto ha demudado su rostro. ¿Por qué la terrenal tendencia de muchos creyentes a olvidar su carácter de advenedizo para comulgar con los gobiernos e imperios de turno? Todo lo que critica el Cic de hegemónico y extorsionador a nivel global lo tolera en su propio patio, ¿cómo salir dándoselas de profetas ante el mundo si en la propia casa se comulga en la misma mesa de esta mafia organizada que se cree dueña de un país?

En un medio donde si no se es incondicional al Sistema se está condenado a la anatemización -«Con la Revolución todo, sin la Revolución nada»- el Cic ha sacado muy bien sus cuentas y se ha comportado de manera muy pragmática. Juega con el opresor que -como todos los de turno, sean de izquierda o de derecha- necesita de la bendición de los falsos profetas, que tampoco nunca han faltado.

No se es valiente en Cuba al condenar los desmanes harto conocidos del neoliberalismo, ni las violaciones de los derechos humanos en el resto de las prisiones del mundo, ni el saqueo de las riquezas naturales a países del denominado Tercer Mundo, especialmente de la empobrecida África, ni al criticar las guerras, o la polución del medio ambiente… Todas estas verdades, y miles de otras más, han sido explotadas al súmmum por el régimen cubano, para esconder tras ellas el saqueo y vituperio de su propia nación. Hay que ser valiente en Cuba para levantar primero la voz ante el monopolio de ese grupo de aprovechados que se considera dueño del país, para luego tener la osadía de criticar los desmanes mundiales.

El Cic, para vergüenza tal vez de sus fundadores en 1941, y para los que veinte años después intentaban marcar un rumbo profético, ha demostrado con la fanfarria de la celebración de su 70 aniversario lo que realmente le interesa y en lo que se ha convertido: no en representante de la Iglesia-pueblo democrática, como demagógicamente nos había dicho alguna vez, sino en una Iglesia-jerarquía aristocrática. En una élite que vive de la máxima Élite en Cuba. Palabras de algunos de sus propios miembros descontentos lo ilustran mejor que cualquier criterio que pudiera dar, ajeno como soy a esa organización:

Rev. Raúl Suárez: «… todo el mundo quiere tener un proyecto, porque detrás del proyecto hay muchas cosas que no son la misión ecuménica. Pero ustedes saben la cantidad de proyectos que hay por ahí que no obedecen a una estrategia ecuménica, sino a una estrategia de sobrevivencia de la organización o de la institución».

Rodolfo Juárez: «Todos esperábamos que el Cic fuera el baluarte del ecumenismo en Cuba y, realmente, no lo ha podido ser ni lo va a ser, porque su estructuración no se lo permite. No se quiere dañar a los que están adentro ni ahuyentar a los que están afuera, y se mantiene una coexistencia pacífica, pero improductiva… a veces lo que hacemos son charlas de viejos: nos reunimos y hablamos de ecumenismo, pero no influenciamos a nadie. Todo esto tiene que restructurarse, pero con un compromiso.»

Kirenia Criado: «… lo primero que tenemos que hacer es empezar a leer nuestra realidad, y hacerlo de una manera muy crítica, entendiendo la crítica como reflexión, para saber dónde estamos y cuál sería nuestra misión… vamos a sentarnos a discutir sobre cómo cambiamos las cosas, porque realmente no están dando cuenta de ese ecumenismo que queremos, cuyo objetivo fundamental es transformar la realidad, permitir que crezcan el ser humano y la vida humana por encima de todas las cosas y ver cómo Dios se mueve en la historia. »

Las reflexiones anteriores fueron extraídas de un multílogo muy interesante que tuvo lugar en el Centro Memorial Dr. Martin Luther King una mañana de junio de 2007, y que está publicado íntegramente en la Revista Caminos, No. 46 de 2007, páginas 50 a la 60, bajo el título Ecumenismo en Cuba. Recomiendo esta lectura y otras relacionadas en diversos números de esta misma publicación.

Considero que el asunto está en que el ecumenismo que propone el Cic no es el ecumenismo bíblico, nacido y crecido alrededor de Jesús de Nazaret como hecho núcleo. El ecumenismo de Jesús siempre huirá de las instituciones, y se proyectará como un estilo de vida de personas comprometidas que lo convertirán en vocación, en un compromiso de por vida hasta que Cristo venga.

Pero el ecumenismo del Cic no nace precisamente en la mesa eucarística, sino en la de quien le da su vino y su pan, en la de quien, en sus propias palabras, lo expresó con claridad en su Informe al VI Congreso del Partido en un privilegiado espacio dedicado por cierto a ese prioritario sector que le constituyen actualmente la fe y los creyentes, los mismos que ayer aprisionó, y que hoy pretende manipular a su antojo con sus prebendas y chantajes: «… hermanar en la virtud y en la defensa de nuestra Revolución a todas y a todos los cubanos, creyentes o no, a los que forman parte de las iglesias cristianas, entre las que se incluyen la católica, las ortodoxas rusa y griega, las evangélicas y protestantes; al igual que las religiones cubanas de origen africano, las comunidades espiritistas, judías, islámica, budista y las asociaciones fraternales, entre otras. Para cada una de ellas la Revolución ha tenido gestos de aprecio y concordia.» Con interpretar quién es la Revolución, y de que se tratan los tan cacareados gestos de aprecio y concordia basta para entender cual es la verdadera tragedia de esa languidecente e infatuada organización que ha llegado a ser el Cic.

Fue más explícito el general al final de ese Culto de Clausura por el aniversario 70 del Cic al reconocer: «…, necesitamos, hoy más que nunca, todas esas bendiciones”. Es el clásico contubernio que ofrece el libro de Revelación en su capítulo 13: para todo endiosado sistema político habrá siempre un falso profeta, o viceversa, para todo falso profeta habrá siempre un endiosado sistema político dispuesto a cambiar los privilegios por «bendiciones». El Cic tiene el opio que el General necesita para intentar adormecer al pueblo, no olvidar que en definitiva para el régimen la religión siempre ha sido eso, el opio de los pueblos.

Pbro. Mario Félix Lleonart Barroso