Y LOS GOLPES SIGUEN

Yo he visto al bien con los ojos del mal
como un ciego feliz en la oscuridad.
Nena no sé lo que va a pasar si la mentira se disfraza como la verdad,
si la mentira se disfraza como la verdad…
Pero Dios sigue siendo mi anzuelo colgando del cielo.
Carlos Varela.

Se le ha dicho al pueblo de Cuba que Juan Wilfredo Soto murió de forma natural y se ha lanzado la pregunta de -¿Acaso no basta el aval de la Revolución de más de cinco décadas sin un solo torturado, desaparecido o asesinado?- Uno solo no… Ya nos hemos referido en post anteriores a esa «muerte natural» y a ese historial de la «Revolución».

No expresaré aquí lo que considero sucedió, teniendo en cuenta las evidencias, con ese hombre de pueblo que fue Camilo Cienfuegos, que en un momento determinado serviría más de héroe muerto que de cuerpo presente, ya que vivo se habría convertido en un problema. No retomaré los ejemplos conspicuos de Pedro Luis Boitel o Orlando Zapata Tamayo. Tampoco volveré esta vez sobre casos de trascendencia más local cuyas muertes todavía esperan por investigaciones reales, como Ramón (Aló) Casas Carrazana, Marcos Pareja González o Jesús J. Márquez Lemes. No me dedicaré nuevamente a hablar del desfile ante mis ojos de personas golpeadas en la redada del pasado 23 de febrero, por solo mencionar una fecha; cuando fui secuestrado durante veintiséis horas por interceder en plena calle por Lilia Castañer y Juana Oquendo, forzadas a abordar un auto matricula privada por civiles sin identificar. No me detendré en el caso del periodista Hector Julio Cedeño en cuya cabeza llegaron sentados a la estación ese día. Ni en la golpiza que propinaron a Ivonne Malleza, forzada a abordar otro de esos autos paramilitares, o a su esposo Ignacio Martínez Montero que indignado se atrevió a defenderla; tanto Cedeño como Montero trasladados a mi lado desde el cuartel de Infanta y Amenidad hasta la estación de Santiago de las Vegas. No hablaré ni siquiera de aquel puñetazo que me dieron a traición por el lado izquierdo del abdomen en los años ´90, y que luego estuvo meses molestándome, cuando siendo un estudiante en la Universidad de la Habana defendí a Eduardo, un amigo chileno estudiante como yo, a quien un policía golpeó con una tonfa por la rodilla para establecer el «orden» de una cola. No me referiré tampoco a la cobarde golpiza propinada a mi amiga Yoani Sánchez en noviembre de 2009 y que luego trataron de negar mediáticamente…

Sobran los golpes y faltan las palabras. Mi humilde opinión; la que mi sensibilidad cristiana por un lado, y la hosca realidad que me ha tocado vivir por el otro, han ido curtiendo; es que nos encontramos ante una clase de desgobierno demasiado buen discípulo de «El Príncipe» de Maquiavelo, y condiscípulo de «Mi lucha» por Adolfo Hitler. Si buenos son golpeando, buenos son con su propaganda que luego trata de limpiar las escenas de los crímenes. Para decirlo en buen cubano: son como la gatica de María Ramos, que tira la piedra, y esconde la mano.

Pero se impone en definitiva no hablar ahora de lo que ya no tiene remedio. Lo alarmante es que tras la golpiza a Juan Wilfredo el régimen sigue golpeando impunemente cual si nada hubiese sucedido, ensañado incluso en algunos de los testigos de referencia de este ominoso caso.

José Lino Asencio López

José Lino Asencio López, con la mano más cercana l evantada en apoyo a mi oración

¿Qué le sucedió a Héctor Duniesky Bermudes Santana el pasado 10 de mayo cuando transitaba en bicicleta por su Reparto Pastorita en Santa Clara? Fue él quien condujo a Juan Wilfredo del hospital a casa aquel 5 de mayo, luego de cruzar unas palabras de reclamo con unos agentes de la Seguridad del Estado, que ya estaban personados en la institución sanitaria impartiendo órdenes a los médicos. ¿Quiénes le apedrearon dos días después de la sepultura de EL ESTUDIANTE? Una de las piedras le impactó en la cabeza, y las consecuencias no se midieron, porque si Héctor no escapa sangrando, no sabemos hasta dónde se habrían ensañado.

Y ¿quién golpeó a José Lino Asencio López en la madrugada del 17 fracturándole costillas y dejándole varias secuelas más? No eran ladrones los atacantes, porque no se llevaron ninguna de sus pertenencias, ni siquiera su bicicleta, pero si le lanzaron sus consignas «revolucionarias». Lino, además de ser uno de los amigos incondicionales de Juan Wilfredo, escuchó su testimonio de la golpiza.

¿Cómo es posible que con un escándalo como el de Juan Wilfredo, hace apenas hace unos días se golpeara en Placetas, de manera extrema a Iris, líder del grupo de mujeres que rinde honores con su nombre a la mítica Rosa Park? Ya ha trascendido que el agente Veliz Veliz, apodado «el pesista», la lanzó al suelo de manera tan brutal que tuvieron que esconderla por tres días en la sala de un establecimiento de salud donde permaneció secretamente custodiada hasta que debido a la presión popular fuera devuelta a su casa donde todavía permanece en cama.

¿No se hace evidente que nos encontramos nuevamente ante fenómenos de la naturaleza e aquellas turbas paramilitares al servicio de Hitler o Mussolini en Alemania o Italia, respectivamente? Con la diferencia de una propaganda de simulación y maquillaje.

¿No llama acaso la atención el fenómeno también preocupante de la cifra creciente de suicidios entre miembros de las fuerzas del orden en Villa Clara? ¿Qué está ocasionando tal estrés entre nuestros policías? Por lo menos en el mes de mayo, que haya trascendido, se reportan tres en la provincia, dos en Santa Clara y uno en el poblado de Vueltas. De ellos el que más ha llamado la atención y que la opinión popular vincula con la golpiza a Juan Wilfredo, es el del policía Alexis Herrera Rodríguez, vecino de Calle 5ta., entre 12 y 14, número 204, en el Reparto Camacho de Santa Clara, dirección en la que se propinó el disparo mortal, aunque en los últimos tiempos él residía en la casa de su novia vecina de San Antonio, en El Gigante, uno de los repartos en las afueras de Santa Clara en dirección a Camajuaní. Este policía veinteañero se suicidó ese terrible Día de las Madres en que sepultábamos a EL ESTUDIANTE, para morir apenas cinco días después enlutando con ese terrible dolor que es perder a un hijo a otra madre cubana. Fue velado y sepultado con un operativo de vigilancia extrema el viernes 13 de mayo. Circulan rumores que escapan a las severas medidas tomadas por la policía secreta al respecto de que Alexis tomó tal extrema decisión luego que la Seguridad del Estado le citase con urgencia por dos ocasiones, siempre tras el incidente con EL ESTUDIANTE el jueves 5 de mayo, supuestamente preocupados por «reportes con faltas de ortografía» por parte de Alexis, según se hizo trascender a sus padres; pero según comentario generalizado fue Alexis el patrullero que condujo a EL ESTUDIANTE del parque Leoncio Vidal a la Tercera Estación de Policía de Santa Clara. De cualquier manera, aunque toda esta información está basada en revelaciones confidenciales de personas que no están dispuestas a atestiguar públicamente yo considero que constituyen elementos a tener en cuenta en cualquier investigación seria que se abra en el futuro en relación al caso Juan Wilfredo. Y ante cualquier Tribunal en el mundo que se me cite como testigo de referencia, si de hacer justicia a mi amigo asesinado se trata, de más está decir que estoy dispuesto a declarar. Por algo soy Cubano Confesante.

José Lino Ascencio López y Jorge Luis Artiles Montiel

José Lino Ascencio López y Jorge Luis Artiles Montiel

Cualquiera diría que no son tan violentos ya que a mí todavía no me han propinado ni un rasguño, a pesar de constituir uno de los testigos más citados por los medios internacionales a causa de mi tweet publicado en @maritovoz el mismo 5 de mayo a las 11.55 am tras escuchar, de su propia boca, el testimonio de Juan Wilfredo la última vez que me dirigiera la palabra. No es que no tengan deseos de desaparecerme, es que son limpios y edulcorados por los ardides aprendidos de Maquiavelo. Conocen muy bien que tocarme es atacar por extensión a las iglesias que pastoreo, a la Asociación Convención Bautista de Cuba Occidental que me reconoce oficialmente como pastor, a los seminarios teológicos donde enseño, así como a entidades internacionales como Solidaridad Cristiana Mundial o a la Alianza Bautista Mundial, cuyos principios son los que me han hecho adoptar esta postura. Algunos comentaristas han sido severos con las instituciones a las que pertenezco por cuanto estas no han emitido declaraciones públicas. Yo pido que se sea más comprensivo con ellas entendiendo las sobradas razones para ser prudentes, no olvidar la categoría del monstruo ante el que nos encontramos. Baste saber que ninguna de las instituciones a las que pertenezco me ha retirado su respaldo, a pesar de todas las evidentes presiones que se ciernen sobre ellas. Yo considero que esta actitud ya habla mucho por si sola, sin tener que decir una palabra. Sin hablar de todas las muestras de preocupación y apoyo recibida de muchos consiervos que me han manifestado su incondicional apoyo, de Cuba o fuera de Cuba. Ante el contexto diabólico en que nos encontramos no creo que pueda pedir más, aunque sueño con que todos mis hermanos se hagan más fuertes, entendiendo el Poder que nos ampara para seguir pugnando por el Reino, y por su Ética, un Reino que desde los días de Juan el Bautista sufre violencia y solo los valientes logran aferrarlo (Mateo 11.12), y las armas de nuestra milicia no son carnales, pero poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas (2 Corintios 10.4).

No obstante a que los denunciados no se hayan atrevido a atacarme físicamente, no cesan sus amenazas, que no temo, del corte de algunas como estas: «Tú también caerás, aguántate que cuando la furia del pueblo se desate acabará con todos los esbirros y sicarios», de un tal @aron. Por otra parte es notorio y hasta risible la vigilancia extrema de elementos de mi comunidad cuyos nombres no citaré por piedad, y porque ellos conocen de antemano, por mi identidad cristiana, que tengo el reto por Jesucristo de perdonar, amar y de pastorearles inclusive. Se hace sentir también la campaña de descredito y difamación a que algunos han sido comisionados; hasta el punto de abusar psíquicamente de los sentimientos de una anciana que en la cola de espera de un Policlínico se atrevió hace unos días a manifestar su admiración por mí, y bastó para que uno de esos elementos lanzase, sin el menor escrúpulo por la anciana, descalificativos como «degenerado» y «sinvergüenza». Mire usted en todo lo que me ha convertido el haber escuchado de mi amigo la denuncia de la cobarde paliza de que fuera objeto; resulta que ellos golpean y matan, y soy yo el «esbirro», el «sicario», el «degenerado» y el «sinvergüenza». He denunciado en Twitter al acoso a numerosos feligreses que han venido a contarme, con nombres y apellidos de los agentes que se les acercan, lo mismo vestidos de lobos que de ovejas, para tratar de desacreditarme y volverlos en mi contra. El más común de los argumentos es que «su pastor se ha metido en política», como si «no meterse en política» justificara en algunos casos ser cómplice de abusos y asesinatos. Soy el primero que por principio bautista fundamental de «libertad de conciencia» respeto la ideología de cada cual. Miembros del Partido Comunista e incluso policías conocen que jamás les he excluido de mi trabajo pastoral. Si viviese en un país donde se persiguiese a los comunistas y se abusara de ellos, como ahora se abusa y mata a otros en Cuba por su discrepancia política, sería yo el primero en defenderles. Estoy en contra de todos los macartismos y cacerías de brujas. Incluyo a los miembros del Partido Comunista y a los militares en la Cuba que estamos llamados a construir todos, y abogaré siempre por la reconciliación de todos los cubanos. Pero esto ya pasa de ser una cuestión de ideologías, de «meterse en política», para convertirse en materia de derechos humanos y violencia que como siervo de Dios estaré llamado siempre a condenar, máxime si proviene de aquellos que están comisionados a llevar la espada para impartir justicia (Romanos 13.3, 4).

Pbro. Mario Félix Lleonart Barroso