¿AUGURIO O AMENAZA?

Cerca de las ocho de la noche del pasado miércoles diecinueve de octubre, estando aun mi esposo detenido en la Unidad de instrucción de la Seguridad del Estado de Caibarién, un agente apostado frente a mi casa me dijo, luego de posar voluntariamente para una foto y de yo cuestionar su presencia en el lugar, que se encontraba allí para evitar que el pueblo de Taguayabón nos cayera a pedradas y palazos. Le pregunté cuál parte del pueblo haría eso y si estaba seguro que sería todo el pueblo o solo el grupo de delatores e informantes que poseen en la comunidad, organizados y convocados por ellos, entonces me reiteró que el pueblo de Taguayabón nos vendría encima con piedras y con palos y que eso estaba a punto de ocurrir.

Conocemos bien al “pueblo enardecido”, sabemos de los viles actos de repudio y de la desmedida violencia tanto física como verbal que encierran y que demuestran los atacantes a los repudiados, sabemos también quien es el que convoca y organiza a esas brigadas de acción rápida y que ellas son el disfraz detrás del cual se esconde cobardemente la fuerza represiva del gobierno. No considero casualidad que este agente me “advirtiera” sobre lo que nos vendría encima; pero, ¿fue un augurio o una amenaza? Quedan latentes las siguientes interrogantes, ¿seremos víctimas como muchos otros del ataque feroz, del maltrato físico, verbal y psicológico? ¿Deberán vivir mis hijas, una de apenas tres años, y la otra de once una escena tan funesta que marque sus vidas para siempre? ¿Recibiremos literalmente hablando palos y piedras? El transcurso del tiempo dará las respuestas, ya sabremos si fue tan solo una profecía fatídica que podrá o no cumplirse, o si fue la amenaza de algo que se viene preparando. Se me ocurre otra interrogante aun más interesante, ¿se levantará el pueblo de Taguayabón, nuestros vecinos, rompiendo la tranquilidad que lo caracteriza para atacar a nuestra familia, especialmente al pastor, un hombre que siempre se ha relacionado bien con todos, brindando su ayuda a toda la comunidad, tanto material como espiritual, cariñoso, sociable, respetuoso y más aun pacífico y de una nobleza extraordinaria? Eso también está por verse.

Mi respuesta a la amenazadora profecía es la siguiente, mientras más palos de odio y piedras de vileza se levanten en contra nuestra, más levantaremos nuestra voz acusadora a los males que aquejan la nación. Mientras más rencor se nos venga encima, más amor tendremos para dar, mientras más irrespeto, más respeto y que no se confunda el respeto con silencio o con cabezas humilladas ante leyes de hombres, o acatadoras de órdenes arbitrarias. Mientras más violencia, más paz, no recuerdo todavía hasta los días de hoy haber utilizado mis manos para agredir a otro, por lo tanto no será ahora que lo haga. De cualquier modo prefiero no creer que la tranquila comunidad en la cual vivimos rompa su rutina con un acto de repudio, evento que encierra tantas cosas negativas y que expresa los sentimientos más horribles que un ser humano puede sentir hacia otro, entre ellos el aborrecimiento desmedido, el rechazo y la exclusión. No obstante mi seguridad y mi confianza no están puestas en los hombres, sino en Dios, en la fidelidad de sus promesas, en su palabra viva y eficaz que me consuela y asegura, no temo a los que pueden matar o herir mi cuerpo y que jamás podrán tocar mi alma (Mt. 10:28), pero además: por tu misericordia (Dios) disiparás a mis enemigos, y destruirás a todos mis adversarios, porque yo soy tu siervo (Sal. 143:12). Esa es mi confianza y yo como el salmista, bien sé a quien he creído y ese Dios permanecerá fiel hasta el final de mis días y aun más allá de ellos. Si hay acto de repudio en nuestra contra, allí estará Él y junto a nosotros todo un ejército de ángeles que nos cubrirán y defenderán, solo puedo pedir para quienes se atrevan a agredirnos misericordia.

Ojalá que esta lúgubre página de la historia cubana sea volteada prontamente. Que nadie se deje llevar por caminos de odios, rencillas, ni causas injustas. Ojalá Nuestra querida patria, sufrida y maltratada pueda respirar dentro de poco un ambiente de concordia y de respeto, donde todos quepamos, sin importar ideologías, ni política. Mi mayor deseo reitero una vez más es que Cuba sea para Cristo y para todos los cubanos.