Jamás olvido de niña la frase que mi madre acostumbraba a usar cuando veía a algún padre golpear a su hijo para disciplinarlo: los golpes no enseñan, todo lo contrario. Aunque la Biblia expresa que a los hijos se les debe disciplinar con vara, esa vara no es expresión literal de violencia, sino de la medida moral con la cual los superiores deben enseñar a sus descendientes. Así llevando este análisis al plano social, podríamos afirmar que si la sociedad no educa y encamina a sus hijos por los caminos del bien y si los gobiernos no cumplen con sus más elementales obligaciones y deberes para con sus ciudadanos, entonces usar la vara, ya sea en el sentido de la violencia física o en el plano moral termina siendo una actitud hipócrita de parte de quienes están para velar por el desarrollo de naciones que protejan, sustenten, afirmen a los hombres y mujeres a quienes dirigen y no para lo contrario.
Las llamadas fuerzas del orden, las que deben velar por la tranquilidad de los ciudadanos, defenderlos y hacerles sentir confiados y seguros, como en aquel spot televisivo de hace algunos años: policía, policía, tú eres mi amigo, que más que una pregunta nos representaba la seguridad de una pequeña niña con respecto al cuidado policial y que veía a los uniformados como a sus amigos, seres protectores, héroes luchadores contra el mal y defensores eternos del bien y de los derechos humanos, incapaces de dañar a ciudadano alguno, serios, bien portados, cultos y educados, dispuestos a matar o a golpear solo en casos excepcionales y por motivos más que justificados, luchadores por lograr el cumplimiento de los deberes ciudadanos y proteger a las personas. Pero qué lejano a todo esto están esos “agentes del orden” _muy entre comillas_ que últimamente vemos en las noticias de algunas partes del mundo y qué difícil nos resulta entender que con la actitud que asumen están verdaderamente para velar por la tranquilidad ciudadana, por los intereses del pueblo y no representando y cuidando los bienes de los poderosos y de los gobernantes de turno.
Los principales medios de prensa en Cuba se hacen eco de todas estas desafortunadas noticias, la intención claramente es mostrar al pueblo cubano, uno de los más desinformados del mundo, la violencia policial en algunos países, el enfrentamiento contra las masas enardecidas y reclamantes, pero, es precisamente la desinformación la que no permite a una parte importante de los ciudadanos cubanos valorar el papel negativo de las autoridades y de la policía política nacionales ante los que levantan la voz en contra del sistema vigente. Las golpizas, la represión, la burla, la humillación, el total irrespeto a los derechos y a la libertad individual y de expresión. ¿Conoce el pueblo de Cuba de las golpizas que reciben con frecuencia las Damas de blanco, o de los denigrantes actos de repudio a opositores, como los propinados a Sara Marta Quevedo Fonseca y su familia, irrespetando totalmente los límites de su propiedad, sometiendo a estos seres humanos a momentos de fuerte tensión y peligro? porque soy de la opinión que en medio de la euforia y la locura que forman los grupos organizados por la policía política para reprimir a los disidentes pueden ocurrir hechos aun más lamentables de violencia y que la vida de los opositores realmente está en juego en cada uno de estos actos.
He visto en algunos materiales audiovisuales elaborados a partir de las filmaciones hechas en casa de Sara Marta, como las turbas represoras se introducen hasta la misma puerta de su casa, violentando sus ventanas, golpeando la puerta, proyectando objetos peligrosos, como piedras, preservativos llenos de pintura, sin respetar la propiedad individual y repito, poniendo en riesgo las vidas de los integrantes de esta familia, no se podría garantizar en medio de esa locura que crea “el pueblo enardecido” la seguridad para quienes son objeto de tanta violencia verbal y física.
Casualmente los agentes de la seguridad del estado están siempre presentes en medio de los actos de repudio, al parecer estos actos no ocurren de forma tan espontánea, se podría pensar que ya están planificados, sobre todo porque los hostigadores son traídos de otros lugares, en muchas ocasiones trasladados en guaguas o camiones, la misma Sara Marta ha expresado que sus vecinos nunca han participado en el repudio y más bien han sido víctimas de la algarabía de quienes han venido con la vileza y el escarnio.
Soy de la opinión que cualquier forma de violencia es insana, la verbal, la psicológica, son muchas veces más angustiadoras que la física propiamente hablando. Se ha dicho mucho, pero es necesario volver a hacerlo, que quienes disienten solo reclaman su derecho de participación en esta sociedad que no debe ser, ni es solo de los revolucionarios. Cuba es la patria de todos, nacimos en ella y somos en gran manera sus hijos e hijas, querer conquistar las calles que un gobierno nos ha arrebatado, de manera pacífica y coherente, no es delito y quienes lo hacen merecen todo el respeto del mundo. Ojalá que nuestros conciudadanos se percaten de ello y de manera especial las fuerzas del orden, porque todos deben ser protegidos y salvaguardados por ellas.
Retomando el antiguo dicho de mi madre, concluimos con certeza que los golpes no enseñan. La violencia verbal, el repudio solo dejarán en claro la prepotencia de quienes, teniendo el poder en sus manos, se ensañan contra los que tienen el valor de enfrentárseles. Pensemos que ya es tiempo de dar lugar a la libre expresión, a la libre autodeterminación, no solo la del pueblo en su conjunto, sino a la de cada individuo, que cada cual tiene el derecho de pensar políticamente como se le antoje, siempre que su conducta no perjudique el bienestar de los demás. Digamos no a los actos de repudio, digamos no a cualquier método de violencia, física, verbal, psicológica, digamos no a las detenciones arbitrarias, es necesario para ello decir no a una Cuba solo para los revolucionarios y sí a una Cuba de todos los cubanos.