EL TIMO EN CUBA AL CMI

Josef Luki Hromacka

Josef Luki Hromacka

Olav Fykse Tveit, Secretario General del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) estuvo en Cuba acompañado de una amplia delegación de líderes de esta agencia de cooperación internacional, invitados con motivo de la celebración del aniversario 70 del Consejo de Iglesias de Cuba (Cic). Y aunque no he podido escuchar todas las declaraciones de estos distinguidos visitantes -estoy muy alejado de las élites del poder que les han invitado y recibido- me temo que les hicieron caer en una trampa, y me siento en el deber de confirmárselos. El timo se lo ha hecho el régimen castrista, que otorgó sus visas religiosas, en contubernio con el Cic que las solicitó. Ellos les hicieron enfocar sus miradas hacia determinados puntos de la realidad, más foránea que cubana, y en ellos les hicieron concentrar totalmente, manipulándoles, mientras les ocultaron los aspectos más sensibles y polémicos de nuestra resquebrajada realidad nacional.

El CMI debe conocer que el Cic no representa ni la mitad de las denominaciones evangélicas y protestantes, aunque pretende hablar a nombre de todas; que es usado por el régimen para manipular y chantajear a las jerarquías eclesiásticas de las denominaciones que se le afilian; que es empleado por el régimen para intentar manipular y chantajear también a las jerarquías de las denominaciones evangélicas y protestantes que no le están afiliadas, al condicionarse, a través de sus gestiones, la tramitación de solicitud de visas religiosas, la participación en servicios especiales como los de capellanía, y aún de recepción de literatura religiosa y hasta biblias; que no constituye una voz profética porque cualquier grupo religioso que se identifique completamente con la política de un gobierno quedará incapacitado para ejercerla, y el Cic, por sus declaraciones y comportamientos, demuestra estar totalmente parcializado en favor del régimen cubano; que no es el portavoz de los intereses del Reino ni levanta la voz por las injusticias sociales ni por la violación de los derechos humanos que están teniendo lugar en Cuba reiteradamente. No tiene ningún valor lo que se condene allende las fronteras si se obvia la realidad nacional, especialmente una tan crítica como la nuestra. Que el Cic es más bien un portavoz de los intereses del régimen, empleado como vehículo de manipulación para creyentes en Cuba, y para organizaciones foráneas, como el propio CMI, a fin de movilizarles engañosamente en su favor. Que no representa la Iglesia-pueblo democrática, como demagógicamente se ha autoproclamado muchas veces, sino una Iglesia-jerarquía aristocrática. Es una élite que vive a costa de la máxima Élite en Cuba. Independientemente de que ha promovido y desarrollado proyectos loables (capellanía, liturgia, ecología, promoción bíblica,…), la práctica demuestra que su premisa está desenfocada de los intereses del Reino y que juegan factores claves otros intereses, de índole institucional y personal, lo cual se evidencia en otros proyectos sin sentido que muchas veces son priorizados por encima de proyectos realmente valiosos (como los citados).

He tomado en cuenta la historia del CMI desde su fundación en 1948, posterior a la del Cic en 1941. Me parece que la buena intención de convertirle en un centro espiritual en servicio de la unidad de los cristianos alrededor de Cristo para que el mundo crea, se frustró más bien en una superestructura más, como ha sucedido con otros tantos buenos propósitos en este mundo nuestro. Su comportamiento timorato frente a los regímenes totalitarios de Europa del Este y la Unión Soviética, muy parecido al que desarrolla ahora el Cic en Cuba, dejó un mal sabor en el mundo después de la caída del muro de Berlín. Entre dos polos el mundo necesitaba de un cristianismo por el centro, que no se desviara ni a la derecha ni a la izquierda, que mantuviera en alto la voz del Evangelio del Reino, que enjuicia proféticamente tanto a lo uno como a lo otro. Sin embargo el cristianismo se nos dividió entre el CMI a la izquierda, y el Concilio Internacional de Iglesias Cristianas (CIIC, o ICCC, por sus siglas en inglés) a la derecha; ambos censurables por las posiciones parciales que adoptaron, aunque ambos también tuviesen sus virtudes.

Considero que el CMI todavía no se ha repuesto de uno de los momentos más negros de su historia, en 1969, cuando sufrió la dimisión de algunos de sus más valiosos miembros checos al adoptar una genuina posición profética ante la invasión soviética a su país para ahogar la «Primavera Negra de Praga». Uno de sus más prestigiosos fundadores, miembro además de su comité central, el teólogo reformado Josef L. Hromadka, fue obligado a renunciar de la Conferencia Cristiana de Paz, de la cual había sido fundador y presidente, para morir apenas seis semanas después. Esto también acarreó la renuncia del Secretario General Ondra, y la salida de la organización de otros miembros igualmente valiosos.

Dicho sea de paso, en aquel momento tampoco el Cic adoptó un papel positivo, no es que permaneciera callado, lo cual habría dejado muy entredicho ya su posición, sino que algunos de sus representantes más conocidos a nivel internacional se atrevieron a manifestar su «valiente» desacuerdo respecto a los cristianos disidentes de la Conferencia Cristiana por la Paz, muy a tono con la posición cómplice a los soviéticos que sostenía nuestro régimen. Fue tal la postura que en el libro The Church and Socialism (1985) la teóloga alemana Dorothee Sölle, y el teólogo norteamericano Stanley Aronowitz, censuraron al reconocido Sergio Arce por adoptar una posición que dejaba tanto que desear. El Cic siempre adoptó una postura acrítica frente a los desmanes soviéticos, sin importarle siquiera las persecuciones religiosas, los campos de concentración de Stalin, o las deportaciones a Siberia. Pero qué podemos esperar si ha tolerado todos los desmanes contra su propio pueblo.

No obstante, a pesar de cualquier reserva que posea respecto al CMI me siento en el deber de advertir a sus más altos representantes, especialmente a su secretario General, Olav Fykse Tveit, que su visita a mi país, que puede haber estado llena de buenas intenciones, fue objeto de manipulación mediática por parte del régimen de La Habana, con la ayuda de sus secuaces del Cic. El aniversario 70 del Consejo fue usado para tratar de limpiar la imagen de un gobierno que en estos momentos está siendo emplazado precisamente por un pastor, muy en la base eso sí, acusándole por asesinato al ciudadano Juan Wilfredo Soto García, una de las personas objeto de su trabajo pastoral, y a quien el occiso pudo revelar antes de morir la violencia de la que había sido objeto. Y esto no constituye un suceso aislado, sino un exceso de una violencia que este régimen ha practicado siempre, de alguna u otra manera, pero que en los últimos tiempos se ha exacerbado. Ojalá que el CMI pueda valorar los elementos que refiero y emita una declaración que limpie su ahora cuestionada imagen, puesta en tela de juicio por el uso del que ha sido objeto. Ojalá que por honor a ejemplos como el de Hromadka u Ondra el CMI reaccione y no escriba otra página indigna de los propósitos para los que fue fundado.

Respecto a miembros del Cic, por supuesto que mis críticas están dirigidas principalmente a sus jerarquías. Conozco a hermanos muy valiosos en la base que combaten posiciones tan deleznables y tan ajenas al espíritu de Jesucristo. Aunque mi Asociación, la Convención Bautista de Cuba Occidental, nunca ha pertenecido al Cic; de la misma forma que la Alianza Bautista Mundial se ha demarcado siempre del CMI, he participado y cooperado con proyectos del Cic que me han parecido saludables. El reto es grande para aquellos que perteneciendo al Cic todavía son conscientes de su responsabilidad como representantes del Reino, a ellos les quedan dos opciones, o salirse, o abocarse a la difícil tarea de arrebatárselo de las manos a un régimen que se ha adueñado plenamente de él. Por ellos estaré orando. Ojalá haya también Hromadkas u Ondras cubanos que saquen la cara por el Cic, o del Cic.

Pbro. Mario Félix Lleonart Barroso