Luego de treinta y ocho años de mi vida sin poder abordar un avión y solo contemplándolos en el azul celeste, tan lejanos como las posibilidades que consideraba de abordarlos. Repentinamente esa realidad cambió, y por más de dos años los vientos de Dios me han ido llevando por el mundo y a este lugar tan especial aquí en Tampa, uno de mis sitios predilectos, donde recordamos a aquel otro discursante quien también viajó mucho por el mundo y manifestó especial predilección también por Tampa y por este lugar. Por lo menos se calcula que estuvo acá veinte veces en un período de tres años. No en balde la cantidad de homenajes que por esta ciudad le recuerdan, identificados al menos: una estatua, dos bustos, doce indicadores de lugares históricos, un mural, una calle, un centro de ayuda mutua, y el Cementerio de Tampa Oeste que muchos nombran todavía con su nombre. A pesar de tanto viajar su corazón vivía anclado a un sueño, un sueño de democracia para su tierra esclavizada. ¡José Martí, el héroe y poeta nacional cubano y su sueño de una patria con todos y para el bien de todos! ¡José Martí y su sueño de una Cuba libre y democratica!
Hace apenas tres semanas esos vientos de Dios, que soplan y me llevan, me trasladaron al epicentro de una batalla democrática, la contienda electoral por segunda vuelta de dos candidatos principales a la presidencia de la República en Argentina. El avión que me trasladó a Buenos Aires el domingo 15 de noviembre aterrizó justo en el momento en que tenía lugar el primer debate presidencial en la historia de Argentina.
Durante una semana sumamente intensa viví por vez primera en mis cuarenta años la efervescencia apasionante de una nación que pudo dirimir en las urnas la decisión final de un pueblo. Más allá de los pro y los contra, más allá de quien resultase el ganador, el valor de mi experiencia estuvo en ser testigo de un país haciendo valer el Artículo 21 de la Declaración Universal de DD.HH. que hoy cumple precisamente sesenta y siete años. ¡El derecho a la democracia! ¡El derecho de todo el mundo a participar en el gobierno de su país, directamente, o a través de representantes libremente elegidos!
Tuve la oportunidad de estar en una nación en la que se manifestó e hizo valer la voluntad del pueblo como base para otorgar autoridad a un gobierno expresado en unas elecciones genuinas que a través del sufragio universal se celebró mediante voto secreto. No solo tuve la vivencia de contemplarlo a distancia sino también de servir en calidad de observador acompañando a algunos de los fiscales en varios de los lugares de votación en la ciudad de Rosario y de fungir como fiscal en el momento del conteo en la Mesa 4139 del Colegio La Sagrada Familia en la ciudad de Rosario.
En los EE.UU., ya puede sentirse similar apasionamiento únicamente superado en estos días por el espíritu de las navidades, que no puede ser opacado por las noticias de terror, exacerbadas por los mercaderes del caos, que quisieran dominar el mundo.
El pueblo norteamericano tendrá la oportunidad en el 2016 de decidir entre la notable y variable oportunidad de candidatos. ¡Y Dios ilumine sus mentes y conciencias para realizar la mejor elección! Fuere la que fuere. Pero que sea la mejor.
Los vientos de Dios que por más de dos años me mueven por el mundo y no me impiden soñar a mí también que en mi patria cubana se cumpla por fin el sueño irrenunciable de Martí: de la libertad y de la democracia también para Cuba. ¡Así sea!
Gracias a todos los que han venido hoy aquí a celebrar la Declaración Universal en su sesenta y siete aniversario. Gracias hoy a todos por venir a celebrar los treinta artículos que promueve la organización que nos ha convocado, «United for Human Rights», presidida por esta gran defensora de la libertad que es también la Sra. Gracia Bennish, así como sus eficaces colaboradores, en su mayor parte voluntarios.
Gracias, Gracia, por las dos visitas a Cuba que realizaste este mismo año que está por terminar. Gracias por llevar en ti, junto a tus acompañantes, el deseo de libertad, prosperidad y democracia para mi nación. Gracias también por invitarnos hoy a nosotros a estar de nuevo aquí, y recibir con los brazos abiertos a un grupo de cubanos de dentro y fuera de la isla que tienen el mismo sueño que Martí expresara en este mismo sitio en 1891.
Gracias a todos por venir a celebrar especialmente enfatizando hoy este magnífico Articulo número Veintiuno que se enfoca en el Derecho a la Democracia.
Postulemos en el Nombre de Dios, Creador de todos los hombres, que un día no lejano, los soplos de terror, de opresión y supresión, de reactividad, de aberración, de violentos antagonismos, de apatía, de demencia o irracionalidad, de totalitarismos, de odio, de un mundo enturbulado donde algunos pretenden obligarnos a bajar a través de una espiral descendente, se vayan para siempre, y no quede un solo sitio que no sea iluminado por el soplo divino de libertad y democracia para todos. Desde esta escalera tan simbólica, bajo estas dos banderas de historias tan entrelazadas y ante el busto de conmemoración del Apóstol quiero declarar con todas mis fuerzas:
¡Que así sea y que Dios nos bendiga a todos para ello! ¡Gracias!