2 Timoteo 1.8 (NTV): Así que nunca te avergüences de contarles a otros acerca de nuestro Señor, ni te avergüences de mí, aun cuando estoy preso por él. Con las fuerzas que Dios te da prepárate para sufrir conmigo a causa de la Buena Noticia.
El apóstol Pablo estaba consciente de las circunstancias tan enturbuladas que le rodeaban que se siente en necesidad de pedir aún a su hijo espiritual Timoteo: no te avergüences de mí.
Le hacía tal extrema solicitud porque, en primer lugar, lo consideraba posible, ¡a ese grado de deterioro se encontraban las cosas!
Es interesante que le hace tal petición luego de afirmar en el versículo 7: Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina.
El contexto que rodeaba a Pablo le obligaba a hacer dicha petición en relación a él, ¡era un reo de muerte!, ¿y quién se habría atrevido a brindar apoyo a alguien en tal situación, más aun sabiendo que podía correr la misma pena? ¡Por supuesto, ¡solo un cristiano auténtico o una persona cabal! Pero Pablo sabía que más que avergonzarse de él, el peligro para cualquier creyente estaba en avergonzarse de cualquier hermano, traicionarle o negarle.
No en balde el apóstol advierte a su hijo amado Timoteo, ni te avergüences de mí, luego de pedirle nunca te avergüences de contarles a otros acerca de nuestro Señor. Entendía muy bien que para el Señor Jesucristo lo uno equivalía a lo otro. Ya el Maestro lo había dicho reiteradamente y de varias formas: cualquiera que de un vaso de agua a un justo, por ser justo, recompensa de justo recibirá (Mateo 10.46); y también por el contrario,El que los rechaza a ustedes a mí me rechaza. Y el que me rechaza a mí rechaza a Dios, quien me envió (Lucas 10.16).
Estas realidades no han cambiado. La historia se sigue repitiendo época tras época y lugar tras lugar. El contexto cubano de décadas de opresión es un perfecto referente de esto. Y la demanda de Dios sigue siendo la misma. Pablo puede ser cualquier creyente en situaciones de persecución, preso, expulsado del trabajo o los estudios, exiliado (esta es otra dura condena)…
En los ambientes de persecución lo más doloroso no es la hostigación esperable de quienes representan la opresión; sino la cobardía, la doble moral y la traición de nuestros propios hermanos. Quiera Dios que al igual que Timoteo en relación a Pablo, no te avergüences de mí…