…Y el mar ya no existía más. Apocalipsis 21:1
La respuesta al agobio material que devino en derrumbamiento espiritual y en gran medida político e ideológico, fue la escapada en masa a riesgo de cualquier percance, incluso la muerte. El mar se abría desafiante, tras el horizonte estaba la alternativa del sueño americano y quien niega que el sueño americano ha sido siempre una de las vías de escape más utilizada por los cubanos, histórica y paradójicamente los naturales han buscado refugio al abrigo del “monstruo del norte”, unas veces por cuestiones políticas y otras aspirando a mejoras económicas; el gran vecino por una razón o por otra siempre ha abierto las puertas y brindado facilidades a los nacidos en la isla, una de ellas es la famosa Ley de Ajuste Cubano, esperanzados por el abrigo de la ley y como quienes escapan de las entrañas del monstruo conocido, los cubanos prefieren probar fortuna, no cabe aquí el refrán de que es mejor conocido que malo por conocer, por muy malo que sea el del norte, jamás será como el que ya conocemos.
Así en la década del noventa se lanzaron a las aguas miles de cubanos y cubanas. Conozco a muchos que pudieron sobrevivir la peligrosa travesía, en la actualidad viven en tierra norteamericana, pero otros quedaron atrapados, el sueño americano se desvaneció en el estrecho de la Florida, se hundió como barco que zozobra.
Por ser nativos de una isla, los cubanos tenemos mucho de común con el mar, desde la tez bronceada, el alimento, las playas, la alegría de vivir, hasta la nostalgia de los que se fueron y el dolor de los que murieron cruzando esas noventa millas divisorias. Pero sobre todo el mar es símbolo de libertad para quienes han logrado cruzar esa frontera y puede resultar símbolo de prisión para quienes permanecemos dentro del país con la latente imposibilidad de viajar y conocer nuevas rutas. El mar nos separa de todo y nos encierra entre los barrotes invisibles que rodean nuestra Cuba.
La escasés material, pero también el agobio espiritual, el hambre de vivir como los seres humanos, de aprovechar al máximo la juventud, de aprehender cada posibilidad que la vida ofrece, hizo que en el año 1994 mi amigo Frank se lanzara junto a su hermano y dos jóvenes más en una balsa al mar. La juventud prefiere echar a un lado los temores y arriesgarse a conquistar los sueños, Frank no llegó a los Estados Unidos, su hermano pudo lograrlo y esa debe ser una herida permanentemente abierta para él. En cierto modo este post es un homenaje a Frank y a los miles de hombres y mujeres de este país que perdieron sus vidas, un homenaje a los balseros, a quienes llegaron y a quienes no. En ambos casos escaparon de los barrotes.
Es duro el pasado, también lo es el presente, aunque los gobernantes cubanos se esfuerzan por querer mostrar al mundo una sociedad justa y llena de virtudes, un sistema cuya prioridad es el hombre, con avances en la salud, la educación y la cultura, un número significativo de cubanos aun opta por emigrar de alguna manera, legal o ilegal, cualquier cosa para escapar de este muro que se nos ha impuesto. Sigue siendo el mar el símbolo de la nostalgia por los que se fueron, la ruta a la libertad y al progreso, al descubrimiento de lo desconocido; pero también para la mayoría continúa simbolizando el elemento que nos aísla y nos encierra. De alguna manera tendremos que conquistar ese mar y con él la libertad que se nos ha usurpado.