Lamentablemente no tuve el honor de ser parte de la represión que no estuvo tampoco ausente esta vez. Siempre sospeché que el momento de la salida al cementerio sería el más propicio para que la jauría de buitres se lanzase sobre las innumerables presas. Y fue precisamente esto lo que me salvó esta vez: la enorme cantidad de candidatos a victimas.
Me sorprendió que antes de llegar a la Necrópolis ya en mi móvil estaba recibiendo referencias de detenciones a personas que minutos antes habían estado muy cercanas a mí. El Reverendo Ricardo Santiago Medina Salabarría, por ejemplo, estaba apenas unas personas más allá de mí intentando abordar el mismo ómnibus que yo, pero no pudo y quedó accesible a la violencia. Durante el sepelio, e incluso durante el viaje de regreso por la autopista a Santa Clara, entre twitt y twitt que enviaba recibía sms con nombres de decenas de personas que habían sido objeto de detenciones y que incluían a amigos como Antonio Rodiles del Estado de SATS o su esposa Ailér. Incluso se atrevieron a arremeter contra el Premio Sajarov 2011, Guillermo Fariñas, sin tener en cuenta, o tal vez precisamente por tenerla, que en octubre se habían desecho de Laura Pollán, y que ahora creían deshacerse de Payá, los otros dos premios otorgados por el Parlamento Europeo.
Saber que dejaba atrás a tantas personas detenidas, y estar ya en casa y conocer que incluso alrededor de cuarenta personas se encontraban reclamando la liberación de Rodiles ante la estación policial de Infanta y Manglar, me aportaban la sensación del que se ha quedado muy por debajo de los deberes que en aquellos momentos Cuba reclamaba, pero como siempre, somos presa del tiempo y el espacio, como nos recuerda la sentida ausencia ya para siempre de un hombre que a nuestro humano juicio debía estar todavía aquí, como nos pasó ya en el pasado con próceres como Céspedes, Martí o Chivás.