A PROPOSITO DE LA NUEVA FLOTILLA QUE HOY VIENE A SALUDARNOS

A PROPOSITO DE LA NUEVA FLOTILLA QUE HOY VUELVE A SALUDARNOS:

Esto me lo ha regalado para el blog un colega pastor que se identifica como Miqueas de Roca:

«Yo no uso los cables eléctricos para eso…»

Esta historia también me la contó un buen amigo, que aunque no es pastor, es un sencillo, pero fiel cristiano, de una de esas heroicas congregaciones cubanas.

Como casi todo el mundo sabe, a excepción, ¡claro está! de la mayoría de los «cubanos de a pie», el 9 de octubre de 2011, víspera del Día Internacional de los Derechos Humanos, zarpó de las costas de Miami una flotilla de yates, de algunos de los que vivimos acá, en el lado norte del Estrecho de la Florida, con los simples propósitos de mostrar un poco de solidaridad con nuestros compatriotas, que viven al sur del Estrecho, en la Isla secuestrada y violada por los «gemelos del terror»; y el de saludar tan importante y relevante «Día.»

Pero, parece que a los hermanitos no solo les molestan los aviones, también los barcos les preocupan, ya sean los que salen en busca de libertad (¿recuerdan el remolcador «13 de marzo» o la masacre del Río Canimar?), sino también los que provienen de la libertad. ¿Creerán los «gemelos…» que solo ellos tienen derecho a subirse a un barco y a luchar por la libertad?

Pues bien, ellos (los «gemelos…» ¡claro!) orquestaron una interesante campaña dentro de la Isla en la que sus agentes de barrio comenzaron a animar a los jóvenes a ir al Malecón habanero y lanzarse al mar para encontrar nuestros barcos que los llevarían sanos y salvos a las añoradas costas norteamericanas.

A la vez, los agentes oficiales, esos que visten trajes verdes a la moda de las dictaduras de los ’50 comenzaron a visitar algunos centros de trabajo, orientando a los obreros a ir al malecón habanero después de la jornada laboral a combatir esta nueva «grosera agresión imperialista» y para ello les entregaron a los hombres unos pedazos de gruesos cables eléctricos de unas 30 pulgadas de largo para que golpearan a toda persona que vieran con intenciones de lanzarse al mar. Entonces, mi amigo, uno de esos hombres dignos que aun quedan en Cuba, respondió a los agentes: «yo soy electricista y, por supuesto, uso cables eléctricos, pero no para eso.»

Y así siguen las cosas, en el siglo XXI, en la isla de los Castro.