Va concluyendo la cuarta semana ya en que llevamos a nuestros niños a sus escuelas y nos despedimos antes de verles entrar a las aulas escuchando día por día el grito ideológico: “Pioneros por el comunismo, ¡Seremos como el Ché!”. Es solo el preámbulo, luego dentro de los planteles, ya no a nuestra vista, mas allá de la razón por la que debieran estar allí, los maestros están obligados a enseñar, por encima de cualquier materia elemental una ideología política en la que ni siquiera ellos mismos creen. El resultado es nefasto. Ya que todos sabemos que el Comunismo solo existe en los manuales, que lo que existe en Cuba oscila entre un feudalismo y un capitalismo de estado, que los intentos de llevar a la práctica el socialismo han sido un chasco, solo queda una alternativa para nuestros hijos: ser hipócritas como la generación de sus padres. Lo que ocurre entonces en las escuelas es que se moldea la doble moral, se atrofian mentes, y se perpetúa la esclavitud que como una maldición se sucede en Cuba de generación en generación.
Para los que profesamos alguna fe religiosa en Cuba la humillación es mayor. No somos comunistas y predicamos en contra de la hipocresía. Por décadas hemos sometido a nuestros hijos al traumático experimento de Pavlov. Entregamos nuestros niños para que obligatoriamente reciban enseñanzas contrarias a las que sus padres profesamos y luego en casa deberemos descontaminarles advirtiéndoles que no pueden estar seguros de lo que les enseñan. Obviamente las mentes infantiles deben responderse a sí mismos el por qué somos capaces de abandonarles entonces días enteros para formarse como hipócritas si no al menos como comunistas. Si acaso nos lo preguntan y respondemos que lo hacemos porque nos obligan entonces ellos llegarán pronto a la más lógica conclusión: que nos formamos también en sus mismas escuelas y llegaron a convertirnos en modelos de cobardes y oportunistas sobre los que se sustenta ese Comunismo que solo existe en las consignas que les obligan a gritar o en sus ensangrentados uniformes.
Es esta la contradicción de una sociedad disfrazada de laica pero donde la educación continúa en manos de una religión: el ateísmo. Por si fuera poco un ateísmo sazonado con violencia y odio. He ahí la respuesta a la octava pregunta de treinta (http://cubanoconfesante.com/?p=733) que presentamos el año pasado en Washington cuestionando las supuestas libertades religiosas en Cuba invitados por Solidaridad Cristiana Mundial (CSW): no es su deber de cumplir con el derecho humano fundamental de que todos tenemos derecho a la educación, es aprovecharse de este para concentrándolo en sus manos, so pretexto de aquello, lavar cerebros y entrenar esclavos.