Reina Luisa ha colocado un inmenso altar afrocubano en la sala de su casa. No tengo que esperar para de sobras conocer el escándalo que esto provoca entre muchos de mis hermanos evangélicos y protestantes. Probablemente si muchos de ellos reunieran el suficiente valor para ir a visitarla, aún antes de abrasarla y llorar con ella la pérdida del hijo que ya nadie podrá devolverle físicamente, le indilgarían por idolatría y prorrumpirían en exorcismos y enjuiciamientos iconoclastas hacia su fe. Es probable que algunos hasta utilicen este dato para justificar su incumplimiento en llevar a cabo la Gran Comisión respecto a Reina Luisa y su afrentada familia.