El ángel polaco que a medianoche apareció cargado de libros y discos de Mozart

El ángel polaco que a medianoche apareció cargado de libros y discos de MozartEra medianoche y Varsovia, mal juzgada, parecía estar tomada únicamente por las juergas, los clubes y los bares. Un grupo de cubanos, embelesados por la magia de aquella ciudad prueba de que la libertad puede al fin elevarse por sobre la pesadilla del comunismo autoritario, no podíamos dormir a pesar de las jornadas intensas de los días, y salíamos a tomar el pulso a la noche varsoviana. Sentados a las mesas junto a la calle de un bar donde un trío no paraba de entonar canciones irlandesas, de pronto, como en una visión, contemplamos acercarse a un personaje como salido de novela.

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Vía crusis de Estación

El 31 de octubre de 1910, un anciano ruso, aparentemente uno más de entre los miles que utilizaban como techo una estación de ferrocarril cualquiera de las centenares que se dispersaban por toda Eurasia, moría de frío en la sala de espera de la hasta entonces desconocida estación de Astapovo. Pero las apariencias suelen engañar porque este frágil anciano no era un simple koljov.

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Salve, Erasmo (II)

La Iglesia no debería pedir sólo para sí aquellos derechos que debería pedir para todo su pueblo. Dagoberto Valdés Hernández.

Todo parece indicar que el Elogio a la locura de Erasmo de Rotterdam conserva toda su vigencia. Buena parte de sus párrafos, así como de sus originales ilustraciones cobraron vida en un contexto aparentemente tan alejado en espacio y tiempo de la Europa de los siglos XV y XVI como aparenta serlo la Cuba caribeña en días como los transcurridos entre el 26 y el 28 de marzo del 2012. De un lado el mundo pudo contemplar a otro de esos generales devenidos en jefe de estado declarar con toda parsimonia, mientras daba la bienvenida al obispo de Roma: «la libertad religiosa es respetada por el Gobierno Revolucionario que yo presido.». De otro lado pudo escucharse al Sumo Pontífice emitir una frase tan magistral como podía serlo teniéndose en cuenta el teólogo que también encarna, tarea a la cual solo debía haberse dedicado: «Dios no solo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla.»

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Salve, Erasmo

Traté de saber si Erasmo de Rotterdam era de aquel partido. Pero cierto comerciante me respondió: «Erasmus est homo pro se» (Erasmo es hombre aparte). (EPÍSTOLAS OBSCURORUM VIRORUM. 1515)

Era el siglo XVI y la búsqueda de la libertad parecía por fin avistar un horizonte. La Reforma abría paso a la modernidad, y el oscuro medioevo que aprisionó por siglos la vida de los seres humanos, cual las biblias encadenadas a sus monasterios, comenzaba a recibir su extremaunción. Aquel monje agustino que en acto cuasi suicida el 31 de octubre de 1517 clavó noventa y cinco tesis a la puerta de su iglesia, era incapaz de imaginar que, en la misma medida que aprisionaba el cartelón, desclavaba al hombre de esa edad oscura vergonzosamente ya entonces milenaria.

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Se fue abril y llegó mayo

Y mi pobre blog casi no tuvo primavera. Ángel Santiesteban, el clamor del último post que pude publicar todavía en marzo, todavía sigue preso y la injusticia sigue de fiesta. Pensar que alguna gente me considera y acusa en Cuba de privilegiados accesos a internet. Y todo el mes de abril pasó con sus lluvias pero en mi blog no cayó ni una gota.

Pero no llorar. Aquí estoy otra vez. Al menos, para los que a pesar de todo pasan por aquí para ver si reaparezco, acá estoy, sigo vivo todavía, e intentaré sacrame una palabra mientras me quede aliento. Al menos sepan que mientras no escribo no permanezco con los brazos cruzados. Y para testimonio de ello y para gloria de Dios ahí están mis comunidades religiosas y los dos foros del Instituto Patmos celebrados, y para testimonio de esto último les remito a Diario de Cuba que nos dio voz cuando carecíamos de toda. Un abrazo a todos, y como dice mi amigo Antonio Rodiles: ¡y seguimos!

3er lunes de enero: Día de Martin Luther King en EE.UU

El tercer lunes de enero de cada año en EE.UU se honra la memoria del reverendo Martin Luther King Jr., (1929—1968). Desde Cuba sigo el ejemplo de este pastor bautista como yo. A esos represores que constantemente me amenazan y acosan bajo el tabú de que los cristianos no se deben meter en política hoy pongo de ejemplo la vida, obra y predica de este hombre de Dios que a la luz del evangelio de Jesús, que libera de todo lo que oprime y agobia, entregó su propia vida. Ojalá que en el Reino de los cielos pueda abrazar a King y decirle: hermano, gracias por retarme con tu ejemplo, en Cuba intenté entregarme como tú lo hiciste en tu país. Intenté seguir como tú las pisadas del crucificado. Amén

Navidad ayer y hoy

Por: Yoaxis Marcheco Suárez

Con frecuencia recuerdo la letra de aquella canción de Carlos Varela, tarareada por muchos y muchas de mi generación: «No tuve Santi Claus, ni árbol de navidad…» Y la recuerdo no solo como la canción de moda de esa etapa de mi vida, sino como la realidad social que rodeó mis años adolescentes. Desde siempre he creído en el Dios Bíblico, y por supuesto, en la historia del Hijo que nació en la humilde y casi olvidada aldehuela de Belén, Jesucristo. Aunque sé que Santa Claus y el árbol navideño no son elementos de esa primera y auténtica navidad judía, desde niña eran para mí símbolos de fiesta y de júbilo, como los sombreritos y la piñata que no deben faltar en el cumpleaños de un niño cualquiera. Pero en los primeros años de mi vida, en Cuba estaban terminantemente prohibidos los adornos y las virutillas navideñas. Era pecado capital encender las luces de colores en establecimientos públicos, ya fueran mercados o cualquier otra entidad, y quien lo hiciera en su casa, corría el riesgo de ser mal visto por los vecinos del Comité, y que luego el jefe de la cuadra no le recomendara para los estudios en universidades o para la obtención de empleos. Celebrar la Navidad era sinónimo de ser creyente, y ser creyente era indicativo de ser desafecto al Gobierno, inadaptado del sistema, y entildado además por los marxistas como: ignorante, incapaz, elemento adormecedor de la razón y la inteligencia de los pueblos.

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El efecto en mi vida de la muerte de Payá

El sacrificio de la vida Oswaldo José Payá Sardiñas, y de tantos otros mártires que le han precedido en esta modalidad de asesinatos selectivos, lejos de atemorizarme, me estimula a seguir adelante en mi ministerio que no puede excluir la condena a este régimen despótico. Cuando me despedía de mi amigo Juan Wilfredo Soto García, asesinado a golpes en mayo de 2011, ya preguntaba quién sería la próxima victima en uno de los post que entonces escribí, y hemos sepultado tras él a Laura Pollán (octubre, 2011), a Wilman Villar Mendoza (enero, 2012) y ahora a Payá (Julio, 2012).

Soy heredero de una multitud incontable de mártires que prefirieron morir a negarse a predicar o a vivir la fe liberadora de Jesucristo, la misma que motivó la vida y obra del insustituible autor del Proyecto Varela. En este sentido, como seguidor de un Jesús que me dio ejemplo al no rehuir la cruz, y que nos pide seguirle cargando también la nuestra, hago mías, como también las hizo Payá, sus propias palabras de respuesta ante las amenazas de muerte enviadas por Herodes: Vayan y díganle a esa zorra que hoy y mañana estaré expulsando demonios y curando a los enfermos, y que el tercer día ya habré terminado. Aunque, en verdad, hoy y mañana y pasado mañana deberé seguir mi viaje hasta llegar a Jerusalén. Después de todo, allí es donde matan a los profetas (Lucas 13.32-33, TLA).

Pero lo que a lo largo de la historia nunca parecen aprender las tiranías es lo que el mismo Payá ya había advertido a los tiranos: Cuidado con estos muertos que matáis, pueden espolear el ansia de libertad del pueblo.

La muerte de Payá

En cuanto a las causas de la muerte de Payá concedo a su familia todo el beneficio de la duda. Y todos los detalles que se han ido sucediendo día a día tras tan desafortunado suceso no hacen más que reforzar esta concesión. Resaltándome la incomunicación total de los sobrevivientes con la familia, lo cual evidentemente habría resultado lo más natural del mundo si se hubiese tratado de un verdadero accidente.

Por no hablar de todo lo que sucedió antes, durante décadas, en relación a la vida de Oswaldo; porque a quien nadie debía conceder el beneficio de la duda es a quien tantas veces amenazó e intentó liquidar de diversas maneras una vida tan valiosa, como lo ha hecho con tantos otros, incluyendo al pobre Camilo Cienfuegos a quien por extensión este hecho ha vuelto a traer a colación a la boca del ya incrédulo pueblo como uno de los más macabros precedentes. El propio Payá lo había advertido claramente: «Es un combate definitivo entre el poder de la mentira y el terror por una parte y el espíritu de la liberación por la otra.» El régimen hace tiempo sencillamente ya había realizado un simple cálculo de costo-beneficios con su muerte y ahora lo llevaba a la práctica pudiendo valerse para ello de innumerables estratagemas.

El llamado de atención de Payá en los últimos tiempos respecto a quienes denominaba como la nueva oligarquía, esos que apostados en el poder olfatean ya el impostergable cambio y al estilo de algunas de las experiencias de Europa del Este dan los pasos para llevarse las mejores tajadas del pastel, le debe haber añadido los peores y más pragmáticos enemigos del tiempo presente, y que a medida que transcurre el tiempo se harán más peligrosos todavía. Por no hablar de las reservadas venganzas, recordando que esto no es sino una extensión de aquella negra primavera que comenzó en 2003, especialmente teniendo en cuenta la posibilidad de que este pacífico y cristiano enemigo de Fidel Castro pudiese erigirse con el Nobel. Todo esto sin hablar que en cualquier país donde exista un estado de derecho, si realmente hubiese sido un accidente, ya el responsable de la maltrecha carretera sin señalización habría sido el total culpable sin discusión y habría sido justamente demandado. De modo que dando vueltas a todas las variantes posibles el dedo acusador vuelve vez tras vez a dirigirse al mismo sospechoso cual la brújula al norte.

La represión en los funerales de Payá

Lamentablemente no tuve el honor de ser parte de la represión que no estuvo tampoco ausente esta vez. Siempre sospeché que el momento de la salida al cementerio sería el más propicio para que la jauría de buitres se lanzase sobre las innumerables presas. Y fue precisamente esto lo que me salvó esta vez: la enorme cantidad de candidatos a victimas.

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