Cuando ayer sobre 10am procedente de Bruselas arribé a Varadero, Cuba, en el TB vuelo 503 comprendí muy bien por qué Amnesty Press declara como lectura indispensable el libro «Hay que quitarse la policía de la cabeza» de Erik Jennische. También por qué el periódico cristiano «Dagen» declara sobre el mismo: «incluye un viguroso debate sobre el tema de la democracia. Además una variedad de datos estadísticos que con devastadora precisión derriba la falsa fachada que los amigos más calidos de la dictadura comunista suelen mantener. Pero también es una historia sobre personas que defienden sus creencias, incluso cuando el precio es dolorosamente alto. Su coraje es una amenaza mucho mayor para el reino de los hermanos Castro que los intentos más o menos sofisticados de Estados Unidos para derrocar el régimen revolucionario».
Casi todo el personal de la Aduana desfiló curioso por el cuarto cerrado en el que dos nerviosas jóvenes revizaban con exhaustividad mi equipaje mientras tanto yo como ellos eramos observados con meticulosidad por el Gran Hermano desde la cámara colocada para tales efectos. Finalmente de todo el material evaluado procedente de mi exigua maleta fue separado el libro de Jennische y colocando a su lado un letrero con la palabra «Evidencia» le tomaron fotos mientras la joven inspectora Yamisleydis Guedes llenaba el módelo RAD-01(Acta de Retención y Notificación) No. 200362 que me entregaron a cambio del libro. Parece que después del último decomiso en la Aduana santaclareña en marzo pasado del ejemplar del periódico de izquierda puertorriqueño «Claridad» han decidido aplicar la medida de retención antes de dictaminar el Decomiso para no volver a hacer el ridículo.
No obstante a esto y a la evidente indecisión de si aplicaban Retención o Decomiso el libro de Jennische ocasionó similar revuelo en Varadero a si hubiesen descubierto un paco de droga y antes de ser introducido en la saca con doble sello: 15001453 y 15001454 los mismos que pasaban para observarme con curiosidad manifiesta aprovechaban y leían con ávidez las informaciones de portada y contraportada, y por supuesto la dedicatoria autógrafa de Jennische que era motivo de mi mayor orgullo. Mientras esto ocurría otro inspector de Aduana llenaba una planilla bajo el título Informe Especial donde incluía tanto datos sobre mí, del vuelo y del ítem retenido.
Erik Jennische fue una de las valiosas personas que conocí en el Parlamento Europeo, Bruselas, en ocasión de mi participación junto a Ben Nupnau, Rosa María Payá y Pedro Fuentes-Cid en el Panel: «EU-Cuba agreement: a new path for human rights and democracy?», presidido por Pavel Telicka, invitados por el Grupo «Alianza de Liberales y Demócratas para Europa» (ALDE, por sus siglas en inglés). Entiendo por qué en la parte posterior de la tarjeta de Erik tres palabras declaran «We empower people».