El 5 de mayo no volvía a ser jueves desde aquella fatídica mañana cuando tres veintiañeros policías, por órdenes de la Seguridad del Estado, presente en el mismo parque, arremetieron a tonfazos contra Juan Wilfredo Soto García, «El Estudiante». Quiso Dios que el miércoles 4 de mayo de aquel inolvidable 2011 Juan Wilfredo y yo tuviésemos la última conversación de amigos en ese mismo parque. Aquella tarde su mayor preocupación era su anciana madre, con fractura de cadera desde hacía una semana y todavía sin intervención quirúrgica.
Cuando el jueves 5 de mayo la Providencia divina quizo que se cruzase conmigo en calle Cuba, justo cuando se dirigía en «bicitaxi» al Hospital Provincial Arnaldo Milián, ya era casi un fantasma. La urgencia con la que me contó la paliza que le propinaron para despejar el Parque Vidal a Mariela Castro Espín me obligó a publicar a ciegas desde mi móvil sin internet aquel tuit que aún sigue colgado allí, cinco años después, como testimonio del asesinato: «Juan Wilfredo Soto García, alias El Estudiante, acaba de ser golpeado por la #PNR en Santa Clara».
El páncreas de Juan Wilfredo rajado por un tonfazo a duras penas le permitió sobrevivir agonizando hasta minutos imprecisos del final del sábado 7 o de principios del domingo 8, que como este domingo 8 fue Día de las Madres. El dolor provocado por la fractura de cadera de la madre de Juan Wilfredo se volvió imperceptible ante el dolor por la pérdida irreparable de un hijo, y de una forma tan cruel. Y como para que el dolor de esta fuese acompañado por el de otra, alrededor del mediodía de aquel triste domingo, Alexis Herrera Rodríguez, uno de los tres jóvenes policías golpeadores se suicidaba con un disparo de su propia pistola, en el baño de la casa de sus padres, Calle 5ta., entre 12 y 14, número 204, en el Reparto Camacho de Santa Clara… Más que por males de conciencia, por las presiones de los autores intelectuales de la muerte de Juan Wilfredo, oficiales de la Seguridad del Estado, quienes tras conocer de la muerte de aquel, dos veces llevaron y trajeron a los policías para hacerles saber que si la situación se iba de control tendrían que purgar por la vida del opositor, y advertirles que «¡cuidado con insinuarnos a nosotros!». Aldo, quien según la jerga periodística se convertía en el «zapato de la cenicienta», se mantuvo con vida hasta el siguiente viernes, un viernes 13, como vuelve a coincidir este año, en el mismo Hospital donde falleciera Juan Wilfredo, que toda esa semana se mantuvo tomado por la policía.
En un país donde tras el asesinato de los tres jóvenes secuestradores de la lanchita de Regla en 2003 hay una moratoria con la pena de muerte, no cesan sin embargo las ejecuciones extrajudiciales, la mayoría de las veces por cuestiones políticas. A Juan Wilfredo siguieron asesinatos tan conocidos como los de Laura Pollán, Harold Cepero y Oswaldo Pallá… y quien sabe cuántos otros menos conocidos…
Otra vez jueves 5 de mayo, otro domingo 8 de mayo «Día de las Madres», otro viernes 13… Tengamos cuidado. Los mismos asesinos andan sueltos, ejecutando con total impunidad, atentos al pulgar del César.