Al crimen de Juan Wilfredo Soto García se ha añadido aún más alevosía cuando, al tratar de desentenderse nuevamente de otra muerte, el asesino echa mano inescrupulosamente de métodos tan bajos como sacar un testimonio de su hermana Rosa, con trastornos psiquiátricos desde la adolescencia y susceptible en gran manera de ser manipulada, como ha sucedido en este oneroso caso, sus pocas facultades ni siquiera le permitieron asistir a la sepultura de su hermano, y apenas pudo visitar unos instantes la Funeraria debiendo marcharse enseguida por su severa descompensación nerviosa.
Encima de ello ejercieron presiones evidentes sobre Madelín Soto, la sobrina de Wilfredo, y sobre su esposo Yasmil, sin lugar a dudas el hecho de depender económicamente del Estado, ella como trabajadora civil de las FAR, y él como estudiante de Derecho, les hace blanco fácil de presiones que en este caso obtuvieron resultados. Pero ellos estuvieron en el Funeral y en el Entierro. Escucharon mis palabras claras cuando como ministro religioso tuve la oportunidad de dirigirme a todos los presentes. Públicamente emití mi testimonio de mi último encuentro en vida con Wilfredo cuando luego de las 11.00 am del jueves 5 de mayo él me hizo participe de la severa golpiza a que le habían sometido esa misma mañana, lo cual quedó fijado como una huella indeleble para la historia, en el Tweet que publiqué como muestra de lo consternado que quedé. Para mí la mayor prueba de que lo que me dijo era cierto fue su terrible muerte en las primeras horas del domingo. Aunque hablé con toda claridad en la Funeraria, ni Madelín ni Yasmil, allí presentes, intentaron sacarme de mi ¨error¨, por el contrario, saludé con el mayor cariño posible a todos los familiares que agradecieron con sinceridad todo lo que dije, incluyendo a Madelín. Estos mismos familiares estuvieron de acuerdo con que fuese Guillermo Fariñas quien tuviese las últimas palabras en el cementerio, él también repitió enardecido la denuncia y tampoco nadie le ripostó nada, como tampoco nadie nos expulsó del cementerio como hicieron declarar a Rosa respecto al hijo de Wilfredo. ¿Qué les pasó luego a Madelín y a Yasmil? No podría asegurarlo, pero refuerza mi criterio de que nos encontramos ante un gobierno exacerbadamente vil y pendenciero; y no les juzgo a ellos aunque me desconcierten sus comportamientos tan contradictorios.
Las cobardes presiones no se restringieron a Rosa, a Madelín y a Yasmil. Por supuesto que han intentado abusar también del dolor de sus dos hijos y de su madre. Precisamente el día antes de divulgar su macabro reportaje, la Seguridad del Estado me hizo una llamada fingiendo ser lo que identificaron como Radio Evangélica de Madrid bajo la dirección de un supuesto Raúl Gómez Echemendía. Desde el primer momento me di cuenta del fraude y aproveché para decirles todo lo que tenía que decirles, a la vez que pude constaté su preocupación extrema y su avidez de información sobre la familia, intentando evidentemente que engañado yo les ayudara para el detestable reportaje que estaban fabricando. Sin escrúpulo alguno también el día antes de dicha manipulación mediática realizaron visitas reiteradas a Anisley Soto Soria, la hija de Wilfredo. Varios representantes del Partido Comunista, relacionados con ella por su trabajo de enfermera, estuvieron visitándola todo el miércoles 11 y presionándola para que asistiese a un acto, supuestamente de homenaje por el Día de la Enfermería, el jueves 12, al cual ella por supuesto ella no fue. Encima de arrancarle la vida a su padre querían sacarle alguna palabra, o al menos tomarle video recibiendo algún diploma, a fin de mostrarla al menos en concordia con el asesino ya que, como todo en Cuba, dicho homenaje a la enfermería se desvío a una muestra más de ¨lealtad¨ hacia el régimen.
El resto de los testimonios en los reportajes fue lo de siempre. Personas serviles al gobierno que se prestan al juego con la dictadura, aún para actuar en complicidad tapándole sus muertos. Exoficiales del MININT ahora dedicados en su jubilación a la venta de flores, cuando en realidad constituyen personal de confianza (PC) para el sistema, ubicados en puntos estratégicos como lo es el Parque Vidal de Santa Clara. Actividades ahora legales, como la venta de flores, constituye la fachada para cuidarle las plazas y las calles a quienes se consideran sus dueños.
Pero el reportaje aparecido en el libelo Granma del jueves 12 todavía comete una falta aún más horrenda, cual si esta felonía no tuviese límites. Luego de citar los aludidos testimonios es capaz de invocar como una prueba adicional el ¨aval de la Revolución de más de cinco décadas¨. Les hubiese sido mejor haberse circunscrito a tratar de seguir justificando solo la muerte de Juan Wilfredo, aunque nadie les creyera, que no abrir esa inmensa olla que ahora han destapado y que se encuentra repleta de otras muertes.
A vuelo de pájaro, y todavía consternado por la muerte de mi amigo EL ESTUDIANTE, podría citar rápidamente, no nombres míticos como los casos harto conocidos de Pedro Luis Boitel o Orlando Zapata Tamayo, sino a modo de ejemplos muy locales, tres muertes más que todavía esperan por una investigación seria que arroje el verdadero resultado de sus causas, y que han sido siempre muertes sospechosas solo por hablar de mi comunidad, y sino, pregúntesele a cualquier taguayabonense:
Ramón (Aló) Casas Carrazana, asesinado por bala el 1 de diciembre de 1962, aunque el caso constituyó la CAUSA No. 12 DE 1962, POR HOMICIDIO, por el entonces Jurado De INSTRUCCIÓN de PLACETAS; evidentemente se tapó al verdadero autor que al parecer se valió del ambiente anárquico que prevalecía, en el que cualquiera podía asesinar a otro si se sospechaba de él como ¨contrarrevolucionario¨. Según se rumora este parece haber sido, a todas luces, un crimen pasional escudado tras la euforia del momento al ¨confundirse¨ a Aló con un bandido. Si las sospechas de la memoria comunitaria resultaran ser ciertas nos encontramos ante un caso que demuestra que no siempre es el régimen quien usa a individuos para cometer sus crímenes, nuestra historia también está llena de seres que escudados en el régimen realizan sus asesinatos. «Tú me tapas, yo te tapo; yo te sirvo, tú me sirves».
Marcos Pareja González, testigo de Jehová, encarcelado por la persecución religiosa que se desató contra este grupo, fue uno de los tantos que se dejó morir enfermo en la prisión, sin la atención médica adecuada que sin lugar a dudas propició su muerte. Un nombre entre multitud de muchos otros como muestra de los vejámenes cometidos contra esta agrupación religiosa a la que todavía no se ha devuelto, como constituye su derecho, a la lista del Registro de Asociaciones, aún cuando el Estado cubano ha cambiado su política, hoy más tolerante, no porque sean de su agrado, sino porque es consciente de las practicas criminales que ejerció contra ellos y que un día podrían revisarse.
Jesús J. Márquez Lemes; supuestamente cometió suicidio el 5 de agosto de 2006 cuando se encontraba detenido tras frustrársele una salida ilegal tras otros intentos anteriores, pero su muerte nunca quedó clara. Existen versiones de que murió también como consecuencia de una severa golpiza que rápidamente las autoridades penitenciales trataron de limpiar. Todos los que conocimos a Jesuito sabemos que él no se dejaba boconear y que tampoco poseía tendencias al suicidio porque lo que si quería era vivir. Nadie en Taguayabón se tragó la muerte por suicidio de Jesuito y evidentemente también se ejercieron presiones sobre la familia para que no continuaran con investigaciones.
Pero tal vez la muerte ahora de Juan Wilfredo Soto García no solo sirva para desenmascarar su deceso individual, sino para contribuir a procesar a un régimen que se ha anotado miles. La diferencia consiste en que en este caso Dios propició mi encuentro con el golpeado Juan Wilfredo para conmoverme al punto de enviar el Tweet. Y es que Dios sí desprecia la mentira; incluyendo la de algunos que se autodenominan Cuba pero olvidan que además de cristiano, yo, y los otros casi treinta testigos referenciales dispuestos a testificar lo que nos dijo EL ESTUDIANTE, también somos Cuba.
Pbro. Mario Félix Lleonart Barroso