He sido un ávido lector de los escritos de Frei Betto. Salvando diferencias teológicas admiro su vida y sus libros. Considero existe correspondencia entre lo que ha dicho creer y lo que ha vivido en el Brasil. Siempre ha manifestado su opción por los más humildes, y por los maltratados, inspirado en Jesús, según ha referido siempre, y es lo que me parece le ha caracterizado en su proceder. Respeto a los seres humanos que viven lo que afirman creer. No por gusto la advertencia de Cristo de: por sus frutos los conoceréis. Este comportamiento de Betto lo conoce y respeta mucha gente a lo largo y ancho de América.
No en balde la exacerbada publicidad del monopolio de medios en manos del régimen cubano a las palabras de alguien como él pronunciadas en el pasado encuentro de nueve horas de intelectuales con Fidel Castro el 10 de febrero. Ninguna declaración de cualquier otro de los presentes fue tan difundida como esta. Por un lado la ganada reputación de Betto, y por otro la evidente crisis entre el Evangelio y la cada vez más desnuda realidad del sistema cubano, admitida por el propio fracasado caudillo en aquella otra famosa entrevista concedida al decir: el modelo cubano no funciona ni para nosotros. Dicha crisis se demuestra en las múltiples referencias hechas al tema religión en las intervenciones de la gerontocracia del pasado año; dime de que alardeas y te diré de que careces, advierte el refranero popular. De ahí el vítor a las palabras del fraile brasilero, tan parcializadas y descontextualizadas, pero tan necesarias en un tema priorizado para un régimen que languidece e intuye que en aferrarse a la tabla religión, especialmente en vísperas de la visita de un Papa, le va la vida.
No sé si Betto en sus meditaciones y oraciones tendrá momentos de lucidez respecto al tema Cuba, no es muy difícil que esto pueda acontecerle ya que se multiplican por doquier las evidencias como para pulverizar la propaganda del castrismo. Pero si así no fuera y Betto padeciese el mal del peor ciego, que es el que no quiere ver, presumo al menos que hasta mi admirado dominico lleguen estas palabras de un cura de aldea sumergido en la base de lo que llamamos la Cuba profunda, lejos del glamour de las ferias del Libro, los palacios y las conferencias de La Habana, la única Cuba que parece conocer Betto. Afortunadamente estoy en el lugar social de Cuba por el que siempre ha dicho optar Betto en su Brasil. Desde mi lugar soy testigo y víctima habitual de las violaciones constantes que este régimen ejerce sobre los derechos humanos de los espoliados ciudadanos cubanos. Puedo oír, ver y sentir la contradicción entre lo que este régimen, en el que todavía parece creer Betto, dice y practica. Admiro la claridad con la que Betto advirtió este mismo tipo de contradicciones en su Partido de los Trabajadores (PT), proceso sin dudas doloroso para él, pero me pregunto, cómo no ha sido capaz Betto de admitir que la Revolución cubana no está formada por mejor materia prima.
Si tuviera yo la libertad que Betto sí posee de viajar -nula por cierto para personas como yo, como lo demostró la reciente negativa, por parte del mismo gobierno que ėl defiende, a Yoani Sánchez para que fuera precisamente a Brasil (la número diecinueve en cuatro años); me pregunto como tomaría si yo adulara a Roucef y declarase, como lo ha hecho él respecto de Cuba, que el gigante del sur constituye una obra evangélica, ignorando las favelas que pululan todavía. Es esto mismo lo que Frei Betto ha venido a hacer a mi país. Es verdad que su entrevista Fidel y la religión se convirtió en un bestseller ya que el fraile hizo hablar al barbudo de temas sobre los que antes nadie había logrado. Pienso que el error de Betto fue asumir entonces acritícamente la totalidad de las palabras cínicas de su entrevistado. La evasión a su pregunta de si se había cerrado algún templo en Cuba durante la revolución cubana, y que finalmente, ante la insistencia de Betto, fue contestada con una petulante mentira le dieron la oportunidad al entrevistador de descubrir a tiempo el impostor, pero, desafortunadamente, se dejó timar. Semejante oportunidad tuvo Ignacio Ramonet al preguntar al mismo entrevistado sobre Raúl Rivero y la causa de los ’75. Cómo no fue capaz Betto de entender que en aquella otra ocasión en que Fidel le dijo que de las bienaventuranzas prefería las de Mateo ya que este no contenía, como Lucas, las maldiciones para los ricos opresores, lo decía converso del juicio que sabe le espera por sus innumerables crímenes y abusos del poder. Y es que, aunque a Betto le cueste trabajo reconocerlo, su ídolo, el entrevistado de su bestseller, lamentablemente no constituye una excepción en este mundo y él también, desde hace mucho tiempo, fue inoculado, abundantemente, por la picada de la mosca azul.