Recuerda que abuelo tiene dos pistolas y un cuchillo… Pedro Luis Ferrer (Canción: ¨Abuelo Paco¨)
Un familiar nos visitó muy preocupado por nuestro viaje a EE.UU este 11 de septiembre. Alguien de su confianza le comunicó que un connotado informante de la comunidad manifestó públicamente su esperanza de que se nos impida viajar y que cuando menos lo esperemos en estos días previos «se nos caiga a golpes» o se nos provoque «un accidente» que cumpla sus expectativas. Así concibe este individuo al régimen «que defiende» y espera no quedar decepcionado. En su mente no cabe que se deje viajar «impunemente» a «estos gusanos» que de así suceder se convertirían en un mal ejemplo a seguir para la juventud.
Nunca olvidaré que hace unos años, justo cuando la vida me colocaba en posiciones insoslayables, la madre de una amiga, militante del Partido Comunista de Cuba (PCC), en tono maternal y confidencial me aconsejaba en tono bajo y temeroso que tuviese cuidado pues «en cualquier momento» podría sucederme «cualquier cosa». Así concebía ella a los gobernantes de su Partido Único. Agradeciendo su sincera preocupación le pregunté por qué militaba en tales filas si creía a sus líderes capaces de «cualquier cosa» y que al parecer por mi manera de actuar yo subestimaba más que ella las maldades de las que podía ser capaz este sistema con el que al menos yo no comulgaba.
En nuestra memoria familiar todavía permanece la inusual visita una tarde noche de abril de 2010 de uno de esos líderes religiosos que aparecen sonrientes junto a las altas cúpulas del régimen en fotos de diarios oficiales o ante cámaras de televisión en manos del poder omnímodo. Viajó desde la capital solo para manifestarnos su preocupación de que «esta gente» me lanzase cualquier día un carro encima y consternado por «el grave peligro» al que yo había expuesto a mi esposa y a nuestras dos niñas. A estas conclusiones llegó luego de la citación urgente que le hizo la Oficina de Atención a los Asuntos Religiosos del Comité Central del PCC solo para hablarle contra mí. De esa manera intentaba disuadirme de continuar actuando en consonancia a mi conciencia cristiana y a mi convicción de que «solo Cristo es Rey y Juez de mi conciencia y de la iglesia». Mi respuesta fue que si hubiese venido desde La Habana con argumentos convincentes de que yo maljuzgaba a un buen gobierno me habría arrepentido de mis posiciones, pero que si había venido con tanta urgencia para advertirme que a todos los consabidos desmanes estos sátrapas eran capaces de asesinarnos a nosotros o a nuestras niñas, entonces solo había venido a corroborarme que transitaba por el camino más correcto.
Dice mucho que aquellos quienes se muestran más comprometidos con el régimen sean precisamente quienes posean la peor opinión de este, tal vez por estar más cerca de sus entrañas. Ello explica sus actitudes en extremo serviles, y en nosotros, menos mal pensados, la obstinación a rienda suelta para que cambien tanto las mentalidades de los asustadizos súbditos como la permanencia en el poder de los desgobernantes que han generado con razón opiniones tan denigrantes acerca de ellos mismos precisamente entre quienes aparentan serles más leales.