El tema más latente por estos días referido a la realidad cubana es la próxima visita del Papa Benedicto XVI. La prensa oficial ha dejado en claro sus pronósticos, por supuesto favorables para el régimen, y que el máximo representante de la iglesia católico-romana viene en calidad de invitado, no solo de sus fieles, sino también del gobierno. Por otro lado la oposición interna y externa realiza también sus especulaciones y centra un tanto sus esperanzas en la venida del líder católico, para resolver, sino todos, al menos algunos de los males que golpean al país. El protagonismo de la esperada visita se ha perdido un tanto en estos momentos en que trece opositores ocuparon un templo católico decidíos a permanecer en este lugar con el objetivo de hacer llegar a Benedicto XVI sus demandas y reclamos. Este acontecimiento acaparó la atención de muchos y los ocupantes recibieron el apoyo de unos cuantos y críticas desfavorables por parte de otros. Al final su intención no será ejecutada porque el liderazgo eclesial solicitó el apoyo de las «autoridades» y estas lograron retirar al grupo de opositores atrincherados en el interior de la Basílica de La Habana.
No quiero especular sobre un acontecimiento que aun no ha ocurrido, aunque el trayecto ya nos va dando una idea de en que consistirá esta visita papal. Como creyente evangélica y como cubana, no doy mucho favor a lo que el Papa pueda resolver por nosotros, partiendo de que no creo en su infalibilidad y en que estoy observando a una iglesia católica cubana que se ha ido confabulando con el régimen de forma lamentable. Pienso además que Benedicto XVI no solo es un líder religioso, también lleva sobre sus hombros el peso de un Estado, al que debe gobernar, por lo tanto también es un jefe político y en gran modo le conciernen los temas políticos. En medio del escenario que se nos está armando no diviso las voces contrarias al poder de los Castro, así que este representante espiritual y político quizás no pueda escuchar a quienes disienten y no pueda valorar sus quejas y peticiones para interceder por ellos delante de los gobernantes cubanos, es evidente la desventajosa posición de los contrarios. Tal vez ese mismo escenario futuro, el Papa reunido con «su iglesia» y sus homólogos políticos cubanos, haciendo caso omiso de los opositores, es el marco que divisaron estas trece personas acuarteladas en el recinto católico, pienso que la idea era hacer llegar su voz de alguna manera al visitante, sobre todo porque la iglesia católica ha adoptado la posición de mediadora entre disidentes y gobernantes en otras ocasiones. Aunque no soy católica y aunque no milito en ningún partido político, no juzgo la actuación de estos disidentes, su manera de obrar solo buscaba la comunicación con el Papa y esta manera era pacífica, por lo que creo que las voces disidentes que se levantaron en contra de esta acción, aunque en todo su derecho, debieron haber valorado qué hacía más daño a la oposición, si la actitud adoptada por los trece, o la discordia generada alrededor del hecho.
Cuando nos referimos a la iglesia católico romana, no podemos tratar de librarla del acontecer político de ningún país donde esté enclavada, ya sea para bien o para mal de los pueblos, ella siempre ha estado presente en los escenarios políticos, debemos ser honestos, no siempre favoreciendo a los desprotegidos, sino a los poderosos. Una muestra de ello en el pasado lo fue el Papa Pío XII, conocido como el Papa de Hitler, este último declaró que sus negociaciones con Pío XII habían creado un ambiente de profunda confianza entre ambos, mientras el Papa trivializaba la fórmula fascista. No se puede negar las voces heroicas y dignas que han salido del seno de esta iglesia, como la de Monseñor Romero, fiel a los pobres y a los desposeídos y en nuestra patria la de Monseñor Pedro Claro Meurice Estíu, cuya intervención histórica, marcó la visita papal anterior, la de Juan Pablo II, al sacar a la luz el verdadero agobio del pueblo cubano y ubicar en el sitio adecuado a quienes malgobiernan a la patria. Al parecer la iglesia cubana actual ha firmado alguna especie de concordato con los dictadores, solo esperaré a ver la actuación de Benedicto XVI, aunque repito, no albergo grandes esperanzas.
Mientras tanto y aunque apoyo la pluralidad y la democracia plenas, únicos ingredientes que necesita la fórmula de la libertad, creo que la oposición debe mostrar al mundo y a los cubanos la unidad que todos deseamos para el futuro de la patria, esa unidad nos consolida como pueblo y nos hace fuertes, ser uno en medio de la diversidad es el mayor logro que tanto el exilio como quienes vivimos dentro podemos lograr. La solución de nuestro destino no está en manos del Papa, sino de nosotros mismos, es en nosotros en quien mayor expectativas tengo y en Dios a quien sí considero infalible. No nos juzguemos unos a otros, no adoptemos opiniones o críticas que puedan luego resultar en división o discrepancias insanas. A fin de cuentas, y vuelvo a aclarar que esta es mi opinión muy personal, no hay diferencias entre estos trece opositores y otros grupos que, aunque utilizan el espacio de los templos católicos para orar por la libertad de los presos políticos, no dejan por ello de ser menos políticos. La intención de estas personas fue simplemente la de ser escuchadas, aunque al final su empeño no haya resultado.