Hoy mientras las iglesias ortodoxas celebran Navidad, la tradición cristiana occidental conmemora la Epifanía, conocida popularmente como la Fiesta de Reyes. En Cuba se recuperó la Navidad como un feriado cada 25 de diciembre, luego de la visita de Juan Pablo II en 1998, tras 28 años sin celebrarse, abolida bajo la excusa de la famosa «zafra del ’70». En 2012, con la visita de Benedicto XVI se recuperó, igualmente como feriado, el «viernes santo» que precede a la Pascua florida de Resurrección. Algunos pensamos que con la visita de Francisco en septiembre de 2015 le tocaría el turno a la Fiesta de Reyes, pero no fue así.
A no ser por la iniciativa familiar o de las iglesias, para los niños en Cuba hoy el día transcurre como otro día cualquiera. Sin referencias en las escuelas, que se mantienen como centros de adoctrinamiento del Estado que posee el monopolio absoluto y que obliga a los niños a gritar consignas como: «Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!». Mucho menos alusiones en los medios, a quienes prohíben mencionar la palabra navidad, todos también monopolizados por el Estado.
A pesar de la «normalidad» del día muchas familias, iglesias y todo tipo de organizaciones cívicas han celebrado fiestas para los niños, a priori o a posteriori de este día, lamentablemente algunas de ellas, especialmente por constituir organizaciones criticas al sistema han sido reprimidas y juguetes, caramelos y dulces han sido confiscados.
En la Iglesia Bautista en Taguayabón nos adelantamos y celebramos Epifanía el pasado domingo. Todos los pequeños de nuestra comunidad estuvieron invitados y conseguimos transporte para facilitar la asistencia a los de la vecina comunidad de Rosalía. Gracias a Dios este año no fuimos rodeados por la policía. De los policías usados para tal felonía el pasado año, el que no esta preso o expulsado por corrupción, se ha marchado voluntariamente y algunos hasta se han suicidado. Se sabe de uno que llegó a vender hasta la pistola…
Fue una mañana fantástica, precedida y sucedida por las puestas en escena del drama «Frozen: el milagro de la Navidad para Elsa y Ana», auspiciado por el Instituto Patmos. Valió la pena contagiarse con tanta alegría y tanta risa. Pero no basta. Y no se trata solo de resucitar la antigua tradición del Día de Reyes. Se trata de liberar a nuestros niños del abuso del adoctrinamiento estatal. Se trata de recuperarles la auténtica libertad y de devolverles la esperanza. Y no van a venir los reyes magos para conseguirselas. De eso, en nombre de Dios, tenemos que encargarnos nosotros.