Traté de saber si Erasmo de Rotterdam era de aquel partido. Pero cierto comerciante me respondió: «Erasmus est homo pro se» (Erasmo es hombre aparte). (EPÍSTOLAS OBSCURORUM VIRORUM. 1515)
Era el siglo XVI y la búsqueda de la libertad parecía por fin avistar un horizonte. La Reforma abría paso a la modernidad, y el oscuro medioevo que aprisionó por siglos la vida de los seres humanos, cual las biblias encadenadas a sus monasterios, comenzaba a recibir su extremaunción. Aquel monje agustino que en acto cuasi suicida el 31 de octubre de 1517 clavó noventa y cinco tesis a la puerta de su iglesia, era incapaz de imaginar que, en la misma medida que aprisionaba el cartelón, desclavaba al hombre de esa edad oscura vergonzosamente ya entonces milenaria.