Señor presidente Raúl Castro Ruz, dignatarios y dirigentes gubernamentales y estatales: la Gracia, el Amor y la Paz que han entrado al mundo con la Encarnación y Resurrección del Hijo de Dios hagan morada en nuestros corazones para que podamos discernir, a cada paso, lo que es mejor para el futuro de la Patria.
Hermanos todos, nosotros, hijos de la Iglesia de Jesucristo, que afincados en Dios nos orientamos y hablamos desde el pueblo y para el pueblo, vemos con profunda tristeza como son muchas las fisuras que imposibilitan el amor entre los cubanos; llegando al punto en que ya no pensamos, tal y como han de hacerlo quienes, siendo familia, tienen un proyecto común para el futuro. Ya nos preocupamos muy poco en lo que es conveniente y lo que enriquece al otro, y en la mayoría de las ocasiones, nos tratamos con mucho recelo y animosa enemistad.
Y una de esas fisuras es la circunstancia fatal y dolorosa en la que murieron hace ya dos años nuestros hermanos: Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero. Desde entonces mucho se ha especulado y no han sido pocos los encendidos improperios proferidos desde uno y otro lado. Es hora de detener los espíritus que nos mueven a la ofensa puesto que nadie, sino Dios, es propietario de la verdad, camino infinito y no vulgar tenencia del hombre.
En el caso de la terrible pérdida de Oswaldo y Harold, la sensatez que nace de la sabiduría y la caballerosidad impide que sea borrada de un manotazo la inocencia de los dirigentes del gobierno cubano porque sin pruebas conclusivas nadie podrá ser declarado culpable. No hay intuición ni deseos que puedan fabricar la verdad; sin embargo, hay toda una familia cubana sumergida en el dolor y se ha levantado una campaña internacional que pone en entredicho la capacidad que tenemos para resolver imparcialmente casos como estos. Y esto afecta el prestigio de Cuba, esto nos concierne a todos.
Nosotros que no tenemos más autoridad que la que nace del anhelo de servir a Dios en su Creatura, ni más interés que la verdad, sin parcialidades ni simpatías particulares, soñamos acabar con cualquier maledicencia, esclarecer los hechos, restaurar nuestro prestigio común; y que no sea más tenido el inocente por culpable y éste no continúe escondiéndose de la responsabilidad.
Hombres del Gobierno Cubano, sabemos que entenderán nuestras razones, por amor a Dios que es amistad invariable a toda la humanidad, les suplicamos humildemente que utilicen el poder político que poseen para que con la comparecencia de observadores internacionales sea reabierto el caso de la muerte de nuestros hermanos en la fe, en la humanidad y en la nacionalidad, Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero, albergando de conjunto la esperanza de que la reputación de toda nuestra patria sea restaurada puesto que de lejos parecemos todos calmados cómplices de un crimen.
Al solicitar esta investigación definitoria, tenemos total consideración de la importancia que tendrán los resultados que de esta se derivasen para dar comienzo a la reconciliación de los cubanos. Con estos propósitos y embargados de un sentimiento constructivo rogamos a Nuestro Señor Jesucristo por el éxito de esta petición.