El pasado miércoles 24 de septiembre al salir de casa en la mañana viví un encuentro muy significativo que tuvo lugar en el emblemático puente roto de Taguayabón. Fui abordado por el Sr. Raúl Cabello a quien le urgía realizarme un señalamiento respecto al post “Río revuelto” que colgué hace unas semanas atrás y en el cual mencioné su nombre entre otros que califiqué como informantes al servicio de la Seguridad del Estado.
El punto de Raúl consistía en aclararme que él no formaba parte de esos elementos que en nuestra comunidad se prestan para ofrecer cuentas al Minint respecto a cada movimiento que realizo, o a todo lo relacionado a salidas o entradas de otras personas a nuestras iglesias. Evidentemente este hombre se encontraba muy molesto y ofendido conmigo por el hecho de que yo lo hubiese incluido entre esa calaña que en todas las épocas siempre ha sido tan despreciada por la sociedad que despectivamente les tilda de “chivatos”.
Debo confesar que el hecho de que un cubano de a pie como Raúl, sin acceso a internet, haya llegado de alguna manera a mi publicación me llenó de satisfacción pues constituye una señal de que mis escritos no son solo lectura exclusiva del privilegiado grupo de los conectados a la red de redes, preferentemente ubicados fuera de Cuba, como algunos opinan. La referencia de Raúl es importante pues demuestra que también lo que escribo se lee en el interior de la isla que en definitiva constituye mi destinatario prioritario.
Según me manifestó Raúl existen varias razones por las cuales él puede demostrarme que lo maljuzgué. La primera constituye una razón sentimental: me conoce desde que nací y siempre fue muy cercano a mi padre, contemporáneo suyo y casi familiar. La segunda, que él considera que el origen de mi referencia está dado por su coincidencia en tiempo y espacio con sucesos y personas que sí realizan este tipo de trabajo sucio, pero que él coincidiera no significa necesariamente que estuviese involucrado.
Debo aclarar que Raúl no ha sido el único que se me ha acercado en los últimos meses para hablarme de asuntos de esta naturaleza. Varias personas se han dirigido a mí avergonzadas por que ha sido evidente su participación en operativos en los que les ha involucrado la Seguridad del Estado. Esto suele ocurrir con miembros del Partido Comunista de Cuba (PCC) o de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), de “organizaciones de masas” como los Comité de Defensa de la Revolución (CDR) o de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) e incluso con achacosos ancianos de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC). Me han explicado que no han podido evadir su participación pues de alguna u otra manera se les ha comprometido y no han tenido valor para desembarazarse. Además de pedirme disculpas por otro lado me han asegurado que no aceptarían participar en nada que involucre peligro para mi vida o la de mis familiares y que incluso dado algún caso ellos me pondrían a sobreaviso.
La diferencia en el caso de Raúl es que él categóricamente me asegura no haber participado nunca en este tipo de bajezas. En verdad siento temor y temblor de solo pensar que pueda incluir a alguien inocente como parte de un grupo tan aborrecido. Si Raúl se defendió con tanta fuerza debo concederle el beneficio de la duda ya que ni por asomo quisiera arrancar trigo junto con la cizaña. Dejemos que Dios y la vida se encarguen de sacar todo a la luz. Si realmente Raúl Cabello no forma parte de la lista de informantes que poseo, a diferencia de lo que muchos en el pueblo de Taguayabón comentan – yo solo he sido vocero- tiene toda la razón para sentirse indignado y yo soy el primero en alabárselo.