En el ensayo The Stand publicado por The Economist dedicado al 500 aniversario del estallido de la Reforma Protestante (https://www.economist.com/news/essay/21730868-stand) se afirma que dondequiera que los gobernantes desmesurados chocan con las personas que demandan su derecho a la libertad religiosa, el espíritu divisivo y dinámico de Lutero seguirá siendo una inspiración. Esto por cuestiones asociativas nos traslada al panorama cubano donde las autoridades políticas aferradas al poder por casi seis décadas mantienen a raya a toda forma política de oposición condenando a la ilegalidad a quienes se atreven a discrepar pero teme y mira con recelos el crecimiento de las denominaciones protestantes reconociendo sin dudas los argumentos que The Economist expone. El Estado cubano prácticamente ha hecho una copia al calco del sistema chino para la represión religiosa. Si China tiene su Administración del Estado para las Atenciones Religiosas (SARA), Cuba tiene su Oficina de Atención a los Asuntos Religiosos (OAAR); si China tiene su Three-Self Patriotic Movement (TSMP) Cuba encuentra la versión de este en el Consejo de Iglesias de Cuba (CIC).
Dada su preocupación por el fenómeno del crecimiento protestante el gobierno chino está aplicando su ¨Operación Disuasión¨ mediante la cual intenta ¨guiar¨ a los creyentes que asisten a iglesias no autorizadas a las que el Estado controla y manipula. Similar operación llevan a cabo los órganos de la Seguridad del Estado de Cuba que intentan mantener bajo su control a las denominaciones protestantes con reconocimiento legal en el Registro de Asociaciones del Ministerio de Justicia (MINJUS) que este aparato represivo manipula para conseguir de ellas lo mismo que intenta el Partido Comunista chino con sus homólogas; mientras hace todo lo posible por frenar el crecimiento, reprimir, e incluso si fuese posible destruir a los movimientos protestantes de nuevo tipo (equivalentes a las Shouwang de China).
Si bien el porcentaje de la población cubana que profesa alguna modalidad de creencia protestante constituye apenas entre un 10 o un 15% (similar al de la población mundial), este constituye sin embargo el movimiento religioso cubano en mayor efervescencia y con un sorprendente crecimiento exponencial. El 8% de los evangélicos, unas 30 denominaciones, están afiliadas al CIC, organización políticamente comprometida con el sistema equivalente al TSMP de China; y que tiene como referente internacional al Concilio Mundial de Iglesias (CMI). Otro 80% de las denominaciones evangélicas sin embargo simpatiza con la Alianza Evangélica Mundial (AEM) pero ha visto negado sus intentos de fundar con reconocimiento legal la Alianza Evangélica Cubana (AEC) que le tendría como referente, aunque ya en la práctica existe extraoficialmente; su principal oponente es precisamente la OAAR que ha invalidado todo intento de solicitud; e incluso ve con malos ojos y obstaculiza que los líderes de estas denominaciones evangélicas celebren reuniones de oración o de confraternidad entre ellos, a pesar de lo cual sus líderes colaboran y mantienen todo contacto posible.
El rechazo de la OAAR a la AEM es una secuela de la época de la guerra fría cuando esta representaba a las iglesias evangélicas del bloque capitalista mientras que el CMI representaba a las del campo socialista constituido por muchas iglesias que los regímenes comunistas consiguieron manipular para intentar controlar a las masas. Esto explica el porqué de las frecuentes delegaciones internacionales que visitan a Cuba representando al CMI, que sobrevivió al bloque político en el cual se generó, pero no de la AEM, para quienes la OAAR niega reiteradamente el visado religioso pero con la cual, sin embargo, simpatiza y posee lazos la mayor parte de un movimiento protestante cubano cada vez más dinámico, que crece, y consigue apoyo popular en la misma medida que las opciones políticas de cualquier tipo pierden el atractivo y carecen de respuestas para sus necesidades.
Las autoridades políticas tanto de China como de Cuba tienen fuertes razones para mirar y tratar con recelo a los movimientos religiosos protestantes que crecen en sus poblaciones y en considerarlos una verdadera amenaza. No en balde, como recuerda el ensayo de The Economist en la excelente síntesis histórica que incluye, después de la guerra civil inglesa grupos religiosos como los Diggers o los Levellers exigieron el sufragio universal y la propiedad común de la tierra. En 1647, uno de ellos, Thomas Rainsborough, dijo en los debates de Putney con Oliver Cromwell, el puritano que había encabezado el parlamento, que «El hombre más pobre de Inglaterra no está obligado a someterse, en sentido estricto, a un gobierno en el que no ha tenido voz». Los Diggers se dispersaron, pero la idea de que la igualdad ante Dios implicaba una democracia plena echó raíces. Esta resistencia fue la que precisamente impresionó a John Locke e influyó en sus escritos sobre la libertad de conciencia, que fueron los cimientos del liberalismo inglés, y la Ley de Tolerancia de 1689, que formalizó la aceptación legal de las sectas no conformistas. Las formas participativas en que las iglesias no conformistas a menudo eligieron a sus líderes finalmente pasaron a la sociedad en general. Según David Martin, sociólogo británico de religión citado en The Stand «Las iglesias eran escuelas de democracia», y sus similares chinas y cubanas, en momentos cruciales de las historias de estos países, no tienen por qué ser la excepción.