Su respuesta tajante me resultó contrastante con las de su entrevistado en el famoso libro «Fidel y la Religión». Lo ejemplifica entonces su pregunta sobre si en Cuba se había cerrado alguna iglesia, la cual tuvo que volver a realizar varias veces, como muestra el libro, ya que Fidel daba vueltas y vueltas, como era propio de él, sin contestar, para finalmente terminar mintiendo diciendo que no, que nunca, cual si no sobrasen los hechos para argumentar lo contrario (lo atestigua el sello sobre la puerta de la iglesia bautista «Eben Ezer» de Taguayabón, donde pastoreo, entre el 30 de septiembre de 1963 y diciembre de 1964, a la par que sus homologas y vecinas iglesias en Vueltas y Buenavista, en Villa Clara), sin hablar de las que nunca, nunca, volvieron a abrir.
Frei Betto fue contundente sin embargo cuando Mónica Baró Sánchez le preguntó si percibía en Cuba algún movimiento social, en entrevista que fuera publicada primero en «Rebelión», y luego también en el boletín «Caminos» No. 135 del Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr, bajo el título «En el nombre político del amor». El fraile dominico fue al grano en su respuesta, con toda la moral que asiste a alguien que como él conoce y apoya movimientos sociales justísimos, como el de los «Sin Tierra» de Brasil. Respecto al cadáver de la sociedad civil cubana (que algunos sin embargo nos empecinamos en resucitar) el teólogo argumenta:
«NO. Aquí hay sindicatos, federación de mujeres, la FEU (Federación Estudiantil Universitaria) con la que estuve tres horas. Hay un montón de asociaciones, hay todo eso, y muy buenas, pero había que mejorar esos mecanismos para que lleguen al conjunto de la población cubana. Y sobre todo, tocar un mecanismo que tiene supremo poder: los medios cubanos. Me parece un poco raro que en un país socialista la gente esté todo el tiempo mirando películas de Hollywood y telenovelas de la Globo. Es un desafío para la gente de izquierda, la gente progresista, crear programas atractivos. No es posible que no tengamos inteligencia, imaginación, creatividad para esto.»
Si el famoso escritor brasileño se adentrara en las realidades tan contradictorias al discurso oficial en el que él ingenuamente ha creído, y que millones de cubanos vivimos día a día, no solo encontraría estas evidentes contradicciones que expone sino muchas más que le atraerían la misma decepción que le hiciera renunciar a sus funciones en el Partido de los Trabajadores del Brasil. Pero es duro, muy duro, despertar de las utopías, especialmente cuando estas se encuentran tan distantes de las realidades, como en el caso Cuba.