Ya que no me permiten ejercer en los servicios religiosos de las prisiones cubanas, a pesar de formar parte de la Capellanía Carcelaria Evangélica de Cuba y ser graduado del Curso Básico impartido por el Seminario Evangélico Teológico de Matanzas, continuo realizando este ministerio por cuenta propia y de la manera no más apropiada, aprovechando el espacio de la visita familiar. No me han dejado otra opción y seguiré haciéndolo pues forma parte ineludible del llamado a la misericordia que he recibido de Dios. Fue así como el martes 13 de agosto visité la Prisión de Jóvenes de Santa Clara conocida como «el Pre». En medio del salón de visitas entre los encarcelados resaltaba uno que a primera vista no era difícil reconocer como el mayor de todos en edad y cuya presencia misma echaba por tierra la categoría por la que se identifica a la prisión. Se trataba de Miguel Díaz Bouza, nacido el 19 de marzo de 1943 y por tanto con setenta años ya cumplidos.
Díaz Bouza no solo va siendo longevo en edad sino que ya lo es como prisionero. Desde octubre de 1994 este hombre no conoce más lugar que las prisiones cubanas. Su delito fue desembarcar por Caibarién como parte de un team de infiltración que optó por la vía armada para luchar contra la dictadura de Fidel Castro. Independientemente de que no concuerdo con ningún modo violento para conseguir cambios, o precisamente por ello, pienso que quienes lo condenaron no tienen moral para mantener a este anciano por más tiempo tras las rejas. No solo se trata de que sus acusadores llegaron al poder por la misma vía que él optó para intentar deponerlos, recordemos incluso que ellos fueron asaltantes de un cuartel en la madrugada y que a solo veintidos meses prisioneros fueron amnistiados, es que ahora, a diecinueve años de prisión de Díaz Bouza, quienes lo mantienen bajo largas condenas, que al presente apuntan hasta el 2031, están involucrados en un enorme escándalo internacional por tráfico ilegal de armas, nada menos que en consorcio con el estado terrorista de Corea del Norte, y cabría la pregunta: ¿quién y cuándo los condenará a ellos? y ¿les aplicarán entonces la misma medida de vara con la que han juzgado y condenado a Díaz Bouza?
Lo que más me impresionó del viejo reo fueron sus buenos deseos y un inmenso ánimo de mantenerse vivo a toda costa: «No les voy a dar el gusto de morírmeles sin ver antes su caída» -me dijo- y a continuación me pidió ayuda para conseguirle vitaminas y otros complementos alimenticios que le apoyen en tal empeño. Al parecer, no solo a él ese día de la caída le parece cercano, Delvis López Quesada, jefe de la Prisión «de jóvenes» de Santa Clara en la que a duras penas sobrevive Díaz Bouza, le advirtió en palabras que no tengo más remedio que repetir dada la seriedad de la amenaza que entrañan: «Antes que tú me jodas te voy a joder». Yo le ayudaré a conseguir las vitaminas a Bauza, pero haré algo más para ayudarle a salir con vida de esas mazmorras e impedir que verdugos como Delvis cumplan lo que se proponen: hago un llamado a las organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos y a cualquier persona de buena voluntad a no asumir con desidia el irónico hecho de que un Estado violador de normas del derecho internacional en materia de armas, como prueba el cargamento del Chong Chon Gang, mantenga en prisiones a ancianos, sometidos a vejaciones y amenazas, como Díaz Bouza, por el delito de haber sido un día víctimas de la utopía de intentar derrocarlos a ellos apenas portando unos fusiles.