El pasado 19 de octubre quedó colgado en Cubano Confesante el post ENTREGADA LA PRIMERA LISTA que escribí el 8 del propio mes refiriéndome a la lista con nombres de testigos referenciales que el viernes 7 de octubre dejé en manos del fiscal Osmel Fleites Cárdenas, encargado por la Fiscalía Provincial de Villa Clara a su vez encargada por la Fiscalía General de la República del proceso investigativo supuestamente abierto por la controversial muerte del ciudadano santaclareño Juan Wilfredo Soto García, alias El Estudiante. Hasta el momento ninguno de los testigos que relacioné ha sido citado para declarar, aunque han pasado dos meses y medio de aquella entrega.
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NO QUIERO SER EL PASTOR DE EL HOMBRE QUE AMABA LOS PERROS
Lo que terminó de complicar mi credulidad fue sin embargo, el reclamo de una necesaria humildad cristiana proclamada desde el púlpito por unos jerarcas teatrales, de cuya sinceridad empecé a dudar cuando supe de la existencia de autos, viajes al extranjero y privilegios, adquiridos a cambio del olvido del pasado, complicidad y silencio.
Recién acabo de leer la novela El hombre que amaba los perros del talentoso escritor cubano Leonardo Padura Fuentes y he quedado impresionado por el derroche de talento del novelista, lo cual, no obstante, ya tenía confirmado desde mi lectura de sus novelas anteriores.
VETE PREPARANDO
Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas.
1 Pedro 2.19-21
¿Una baja más?
¡Chin! ¡Chin! ¡Chin!
Aquí va el soldado muerto.
¡Chin! ¡Chin! ¡Chin!
De la calle lo trajeron.
¡Chin! ¡Chin! ¡Chin!
El soldado es lo de menos.
¡Chin! ¡Chin! ¡Chin!
Que más soldados tenemos…
(Del poema «Soldado muerto», de Nicolás Guillén)
MI TWEET Y EL CIC
El tweet de la discordia en el caso de Juan Wilfredo Soto García; ese tweet al que el régimen no ha hecho referencias en sus medios, porque le conviene ignorarlo; aquel tweet que me sentí urgido a publicar como denuncia el 5 de mayo antes del mediodía, tras el alarmante testimonio que me ofreciera EL ESTUDIANTE, la última vez que le viera en vida; ese tweet, se lo debo al Consejo de Iglesias de Cuba (Cic).
Y LOS GOLPES SIGUEN
Yo he visto al bien con los ojos del mal
como un ciego feliz en la oscuridad.
Nena no sé lo que va a pasar si la mentira se disfraza como la verdad,
si la mentira se disfraza como la verdad…
Pero Dios sigue siendo mi anzuelo colgando del cielo.
Carlos Varela.
Se le ha dicho al pueblo de Cuba que Juan Wilfredo Soto murió de forma natural y se ha lanzado la pregunta de -¿Acaso no basta el aval de la Revolución de más de cinco décadas sin un solo torturado, desaparecido o asesinado?- Uno solo no… Ya nos hemos referido en post anteriores a esa «muerte natural» y a ese historial de la «Revolución».
LA PROVIDENCIA DIVINA Y EL ASESINATO DE JUAN WILFREDO SOTO GARCÍA
La vida no vale nada
si ignoro que el asesino
cogió por otro camino
y prepara otra celada.
Pablo Milanés.
Cuando analizo retrospectivamente mi relación pastoral con Juan Wilfredo Soto García, descubro que, no potencias internacionales ni campañas mediáticas, pero sí Dios, nunca neutral ante los asuntos humanos, estaba muy interesado en este hombre. Y me estaba preparando a mí para retarme a actuar como el samaritano, ya que a él lo dejarían tirado junto al camino.
NO SERÁN LOS EDITORIALES
Por más que el gobierno pretenda atemorizarme con esos estrambóticos editoriales seguiré levantando mi voz por Juan Wilfredo. No seré ni el sacerdote, ni el levita que siguieron de largo cuando encontraron a un hombre golpeado y tirado junto al camino. Tengo el reto de ser el samaritano que se hizo cargo; y aunque ya no pueda curar sus heridas todavía me resuenan sus palabras de aquella mañana del jueves 5 cuando Dios nos hizo coincidir en el tiempo y el espacio, por última vez, para hacerme conocer de su propia voz de la severa golpiza que le habían propinado con tonfas.