Tal vez lo más interesante del ensayo The Stand publicado por The Economist a propósito del 500 aniversario del estallido de la Reforma Protestante (https://www.economist.com/news/essay/21730868-stand) sea su afirmación de que la Fe protestante ha sido políticamente más exitosa en la oposición que en el poder. Las denominaciones históricas establecidas por los misioneros, por ejemplo, fueron fundamentales en la caída del apartheid en Sudáfrica. Historias similares abundan: «En Kenia durante la década de 1980, cuando se prohibió toda actividad de oposición, los líderes de la oposición eran, en efecto, eclesiásticos», dice Paul Gifford, profesor emérito de religión en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres.
Los lugares donde el protestantismo está más vivo y parece políticamente más sobresaliente -donde sus iglesias continúan discutiendo acerca de quién tiene la razón y qué significa la Biblia, emitiendo declaraciones y contraestructuras tal como lo hizo Lutero- son a menudo aquellos en los que ha conservado su condición de perseguido. El crecimiento de la fe evangélica en China, por ejemplo, tiene lugar en un contexto de desaprobación del que parece sacar fuerza. En 2015 el pastor Wang Yi emitió sus propias 95 tesis sobre «Reafirmar nuestra postura sobre las iglesias en casa» (las Shouwang), congregaciones fuera del control del gobierno. Reiteró la necesidad de la libertad de conciencia y de permitir que las iglesias caseras se independicen, al tiempo que protestan contra la distorsión de las Escrituras y atacan a las iglesias aprobadas por el estado que comulgan con las autoridades del Partido Comunista.