Según admite The Economist en su ensayo The Stand dedicado al 500 aniversario del estallido de la Reforma Protestante (https://www.economist.com/news/essay/21730868-stand) las vidas transformadas se caracterizan por cambiar también su lugar, como ha sucedido con los creyentes pentecostales de Almolonga quienes han traído nuevas energías a su pueblo. Donde antes la prisión estaba llena y los borrachos se desplomaban en las calles, ahora hay un zumbido de prosperidad. Una escuela secundaria que se abrió en 2003 envía a algunos de sus graduados, todos miembros del pueblo K’iché indígena, a universidades nacionales; Oscar, el hijo del Sr. Riscajche, quien preside la junta escolar, afirma su deseo posible de que algún día alguno de sus estudiantes trabaje en la NASA.
Los eruditos han sido sorprendidos por el boom protestante del mundo en desarrollo. Hasta cierto punto, este crecimiento entre los pobres del mundo marca una pérdida de fe en los credos políticos y seculares. The Economist señala que entre 2000 y 2017, el crecimiento anual de 1.9% en el número de musulmanes se debió principalmente a una población en expansión, pero que una parte significativa de la expansión del pentecostalismo del 2.2% anual se debió a la conversión religiosa.
Su énfasis en la experiencia personal hace que el pentecostalismo y creencias similares sean culturalmente maleables; su simplicidad y capacidad para prescindir del clero les da una agilidad que se adapta a las personas en movimiento. Tienden a erosionar las distinciones de fe basadas en la etnia o el lugar de nacimiento lo que hizo de este tipo de protestantismo una fuerza modernizadora. The Economist cita a Peter Berger, académico de la Universidad de Boston, recién fallecido, quien describe a los evangélicos como «la única religión importante que, en el centro de su piedad, insiste en un acto de decisión personal». Su mezcla de individualismo distintivo y comunidades fuertes y de apoyo la convierte en «un paquete muy poderoso». Para algunos sociólogos, tales ideas evocan el fantasma de Max Weber, cuyo libro «La ética protestante y el espíritu del capitalismo», publicado en 1905, postulaba que el capitalismo moderno era la consecuencia involuntaria de un «ascetismo interior» en los comienzos de la modernidad protestante.
Kevin O’Neill de la Universidad de Toronto es citado por su aseveración de que «En Guatemala, la iglesia pentecostal es casi la única organización funcional de la sociedad civil». Casi todos los centros de rehabilitación de drogas en la ciudad de Guatemala, de los cuales hay más de 200, son administrados por voluntarios pentecostales. En toda América Latina, hay indicios del impacto socioeconómico de la fe. Un estudio reciente de hombres brasileños realizado por Joseph Potter de la Universidad de Texas descubrió que la fe protestante se asoció con un aumento en las ganancias de los trabajadores durante un período de 30 años, especialmente entre personas de color y menos educadas. En la misma Almolonga, en la primera década de este siglo, los granjeros en promedio ganaban el doble que los de la aldea siguiente, donde el protestantismo no había despegado. Los escépticos lo atribuyen al suelo más fértil o a los nuevos métodos de cultivo pero según Berger, «Max Weber está vivo y goza de buena salud en Guatemala».