Tal vez el ministerio más difícil de todos los que ejerzo en Cuba sea el de padre. Debo agradecerle mis dos hijas encantadoras primero a Dios y luego a mi insistente esposa. Yo me negaba a engendrar hijos en un país sin libertad, ellos me convencieron. Hoy doy gracias a ambos pues aunque mi país sigue secuestrado, Rocío y Rachel me hacen la vida más llevadera y constituyen una de los mayores estímulos para seguir dando lo mejor de mí a fin de conseguir una Cuba donde puedan tener la juventud plena que nosotros no tuvimos.
Ser padre en Cuba significa para mí, además de enfrentar la difícil tarea, como para la mayoría de los padres cubanos, de proveer para mi casa, de ser juzgado además como un padre irresponsable. Luchar abiertamente por una Cuba libre, aunque sea con las armas del amor, me atrae el juicio de muchos. Incontables veces he escuchado de boca de amigos y enemigos la frase: «No piensas en tus hijas». En los últimos tiempos este ha sido el principal argumento de los gendarmes de la Seguridad del Estado.
El 25 de enero, vísperas de la reunión de la Celac en La Habana, fui detenido públicamente en presencia de mis hijas. Aquel sábado las sacaba a pasear al mediodía, habíamos planificado visitar la vecina villa de San Juan de los Remedios, a punto de cumplir los quinientos años, aprovechando el día libre de clases de las niñas, y comer en familia fuera de casa. Mientras esperábamos el transporte público dos agentes de la seguridad aparecieron repentinamente en su Suzuki para decirme que se me prohibía moverme libremente. Les expliqué que no iba a desistir del plan que tenía que salir con mi familia y no les dejé más alternativa que arrestarme, lo cual hicieron violentamente y sin miramientos me llevaron esposado ante mis hijas. Ya preso en el cuartel cuestionaron mi condición de padre ya que según ellos habían provocado la escena frente a ellas.
Cuando me detuvieron otra vez el pasado viernes 6 de junio para intentar impedir la gira de conciertos que habíamos organizado como Instituto Patmos con David de Omni Zona Franca y me trasladaron esposado de Santa Clara hasta mi casa, y no teniendo ninguna razón convincente para justificar este nuevo arresto, el agente que me llevaba en la patrulla solo arguyó: «Lo llevamos pastor porque es un padre irresponsable, su hija está con fiebre en casa, y usted anda perdiendo el tiempo por Santa Clara». En efecto, mi hija Rachel por estos días estaba pasando por un virus de gripe y de vez en cuando tenía alguna fiebre. Cuando me despedí por la mañana dejé a la niña con 37 grados Celsius de temperatura, pero todo bajo control y bajo el cuidado de mi esposa con la cual estuve en contacto telefónico todo el tiempo. La escena con el agente me confirmó lo interesada que está la Seguridad del Estado en mi rol como padre y en el estado de mis hijas acerca de las cuales se encuentran muy pendientes. Así de interesados estaban en la familia Payá y ya sabemos el «regalo» que hicieron a Rosa María y hermanos hará dos años el cercano 22 de julio.
Hace unos días mientras escribía en mi oficina me interrumpió mi hija Rachel con su inocente sonrisa infantil, había envuelto sus manos en una cinta como si estuviese esposada: «Mira papá, lo mismo que te hicieron a ti». Entonces le tomé la foto que ahora comparto como recuerdo de estos aciagos días que inevitablemente dejaremos atrás porque precisamente a nombre de nuestros hijos nos urge construir a los padres cubanos una Cuba libre donde no sucedan nunca más los desmanes que ahora mismo tienen lugar. Lo que no comprenden quienes me juzgan es que el móvil principal de mis esfuerzos son precisamente esas dos niñas a quienes me he empeñado en regalar un país en libertad. Y no cejaré hasta lograrlo, en el nombre de Cristo.