Semblanza de un padre

IMAG0005-001A estas horas, este día de los padres, Raúl Borges Álvarez de seguro estará viviendo algo similar a lo que sufre desde hace diecisiete años reclamando por la prisión de uno de sus dos hijos a quien el sistema ni siquiera concede la posibilidad de libertad condicional, que por ley correspondería, ¡todo por la dichosa política! En la iglesia de Santa Rita intentan reunirse cada domingo para asistir a misa y luego desfilar con un gladiolo, como en varias otras iglesias del país, madres, hermanas, hijas, amigas, de otros muchos presos penalizados por discrepancias políticas; según estadísticas actualizadas de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y de Reconciliación Nacional (CCDHRN) son alrededor de setenta y un prisioneros cuya lista se encuentra disponible. Las mencionadas mujeres son las conocidas como “Damas de Blanco”. Otras mujeres igual de valientes identificadas como “Ciudadanas por la Democracia” lo hacen en otros sitios. Pero Raúl, como otros padres, hermanos, amigos, no admite quedar inerte ante el valor de estas mujeres e intenta acudir a demostrar también su indignación.

Los últimos once domingos han sido como una batalla, brigadas enteras enviadas para contrarrestar estas fuerzas civiles y pacíficas arremeten contra ellas y ellos cual si fuesen vulgares delincuentes a quienes es preciso sofocar. Para Raúl no ha sido fácil. Además de ser septuagenario, hace apenas unos años fue sometido a dos intervenciones quirúrgicas complicadas, una a corazón abierto, 31 de agosto de 2010, y otra por infarto cerebral periférico, en marzo de 2012. Pero nada de esto es más grave para él que la injusta prisión de su hijo, razón por la cual, unido a todo lo demás que hace todo el tiempo, hará lo posible por intentar llegar junto esas otras centenas de personas que por todo el país exigirán la liberación de presos como su hijo Ernesto Borges Pérez. Ni su edad ni su condición física serán una limitante para que intente romper el cerco de vigilancia que comienzan a colocarle desde jueves o viernes, y luego, si lo logra, no se sentirá disminuido para ser lanzado como a otras y otros, a los camiones u ómnibus dispuestos para transportarles luego a calabozos o a lugares aislados y lejanos; ni para ser esposado y golpeado, sin importar si el blanco escogido para el puñetazo es su pecho cicatrizado, como aquel que le asestaron hace cuatro domingos.

Pero el amor de un padre no es de desdeñar al lado del de una madre por más que algunos insistan en que padre puede ser cualquiera pero que madre hay una sola. Raúl es la refutación de esta errada propuesta. Y en el amor de un padre dispuesto a lo que fuere por conseguir la libertad de un hijo a quien se considera injustamente prisionero, aquellos que intentan someter a fuerzas civiles por violencia encontrarán una fuerza irresistible por más que se recrudezca el enfrentamiento. Uno de los propios agentes de la seguridad del Estado de Cuba así se lo reconoció a César, el otro hijo de Raúl, cuando fue a advertirle que no se responsabilizan por la vida de su porfiado padre y no obstante admitirle: “aunque si yo estuviese en su lugar también haría lo mismo”.

Mi misión como padre

Mi hija Rachel esposada

Mi hija Rachel esposada

Tal vez el ministerio más difícil de todos los que ejerzo en Cuba sea el de padre. Debo agradecerle mis dos hijas encantadoras primero a Dios y luego a mi insistente esposa. Yo me negaba a engendrar hijos en un país sin libertad, ellos me convencieron. Hoy doy gracias a ambos pues aunque mi país sigue secuestrado, Rocío y Rachel me hacen la vida más llevadera y constituyen una de los mayores estímulos para seguir dando lo mejor de mí a fin de conseguir una Cuba donde puedan tener la juventud plena que nosotros no tuvimos.

Ser padre en Cuba significa para mí, además de enfrentar la difícil tarea, como para la mayoría de los padres cubanos, de proveer para mi casa, de ser juzgado además como un padre irresponsable. Luchar abiertamente por una Cuba libre, aunque sea con las armas del amor, me atrae el juicio de muchos. Incontables veces he escuchado de boca de amigos y enemigos la frase: «No piensas en tus hijas». En los últimos tiempos este ha sido el principal argumento de los gendarmes de la Seguridad del Estado.

El 25 de enero, vísperas de la reunión de la Celac en La Habana, fui detenido públicamente en presencia de mis hijas. Aquel sábado las sacaba a pasear al mediodía, habíamos planificado visitar la vecina villa de San Juan de los Remedios, a punto de cumplir los quinientos años, aprovechando el día libre de clases de las niñas, y comer en familia fuera de casa.  Mientras esperábamos el transporte público dos agentes de la seguridad aparecieron repentinamente en su Suzuki para decirme que se me prohibía moverme libremente. Les expliqué que no iba a desistir del plan que tenía que salir con mi familia y no les dejé más alternativa que arrestarme, lo cual hicieron violentamente y sin miramientos me llevaron esposado ante mis hijas. Ya preso en el cuartel cuestionaron mi condición de padre ya que según ellos habían provocado la escena frente a ellas.

Cuando me detuvieron otra vez el pasado viernes 6 de junio para intentar impedir la gira de conciertos que habíamos organizado como Instituto Patmos con David de Omni Zona Franca y me trasladaron esposado de Santa Clara hasta mi casa, y no teniendo ninguna razón convincente para justificar este nuevo arresto, el agente que me llevaba en la patrulla solo arguyó: «Lo llevamos pastor porque es un padre irresponsable, su hija está con fiebre en casa, y usted anda perdiendo el tiempo por Santa Clara». En efecto, mi hija Rachel por estos días estaba pasando por un virus de gripe y de vez en cuando tenía alguna fiebre. Cuando me despedí por la mañana dejé a la niña con 37 grados Celsius de temperatura, pero todo bajo control y bajo el cuidado de mi esposa con la cual estuve en contacto telefónico todo el tiempo. La escena con el agente me confirmó lo interesada que está la Seguridad del Estado en mi rol como padre y en el estado de mis hijas acerca de las cuales se encuentran muy pendientes. Así de interesados estaban en la familia Payá y ya sabemos el «regalo» que hicieron a Rosa María y hermanos hará dos años el cercano 22 de julio.

Hace unos días mientras escribía en mi oficina me interrumpió mi hija Rachel con su inocente sonrisa infantil, había envuelto sus manos en una cinta como si estuviese esposada: «Mira papá, lo mismo que te hicieron a ti». Entonces le tomé la foto que ahora comparto como recuerdo de estos aciagos días que inevitablemente dejaremos atrás porque precisamente a nombre de nuestros hijos nos urge construir a los padres cubanos una Cuba libre donde no sucedan nunca más los desmanes que ahora mismo tienen lugar. Lo que no comprenden quienes me juzgan es que el móvil principal de mis esfuerzos son precisamente esas dos niñas a quienes me he empeñado en regalar un país en libertad. Y no cejaré hasta lograrlo, en el nombre de Cristo.