Pensando a Cuba en el trabajo con parte de mi equipo en el Centro de Estudios Convivencia
El penúltimo domingo antes de Pentecostés aparentemente no fui a la iglesia. Delegué en hermanos jóvenes capacitados y dispuestos quienes garantizaron la realización de la Escuela Dominical y el Servicio nocturno. Yo por mi parte, en compañía de otros colegas del Instituto Patmos, asistí a la invitación realizada por el Centro de Estudios Convivencia para su II Encuentro de Pensamiento para Cuba. Pensé que asistiría a una experiencia académica enriquecedora, y lo fue incluso muy por encima de mis expectativas. Pero fue mucho más que eso. Es cierto que la mente estuvo 100% involucrada pero el proceso traspasó sus límites e involucró a parte significativa de mi espíritu. No podía ser de otra manera en el ambiente propiciado por el efectivo equipo de Convivencia y la sabia dirección del laico católico Dagoberto Valdés.
En mi caso particular asistí no sólo a un auténtico think tank sino al complemento que necesitaba a la experiencia mística que Dios me proveyó con la asistencia de mis carceleros un mes atrás durante la visita a Cuba del presidente Barack Obama. Me quedó muy claro que antes de aspirar a la lustración y purificación de la nación cubana debo pasar por la mía propia. Pude asomarme a lo profundo de mi alma y observar perplejo cuan dañado me encuentro tras los cuarenta años de mi vida expuesto a un entorno en extremo reactivo, por más que afortunadamente también haya tenido siempre a mi disposición el antídoto de Dios, y por más que intente dedicarme a Su Obra. Solo trasladandome un mes atrás al momento de mi arresto en la experiencia citada, me encuentro consciente ahora de las altas dosis de ira que han pretendido dominarme exponentes de restricciones, incapacidades y compulsiones adquiridas sin dudas a lo largo de años duros que conforman mi horrorosa cadena personal de engramas. Debo confesar que en aquel momento hablé con ira inusual a los policias envíados, sin tener en cuenta que también resultan victimas significativas de un sistema en extremo aberrante.
Dios lo puso todo en su lugar. Otros hermanos que estaban mejor preparados que yo para ministrar a otros en la iglesia, lo hicieron; y a mí, que necesito mayor conciencia y purificación de mis pecados me llevó a pensar en Cuba y a descubrirme un poco más a mi mismo. Como para poner a prueba todas las lecciones aprendidas este fin de semana en Convivencia el primer reto que tuve al primer amanecer tras mi regreso fue responder o no a las provocaciones de alguien azuzado quien sabe por qué demonios quien machete en mano me desafiaba, gritando a la vez una sarta de ofensas e improperios. Debo confesar que todo lo aprendido se tambaleó por un instante pero me siento feliz de no echar por la borda experiencias tan valiosas. Así como lo está haciendo conmigo, la Providencia Divina también se encargará de poner a la nación en su lugar y nos hará conscientes de todos de nuestros pecados nacionales, se detendrá nuestra caída libre a través de esta espiral descendente e iniciaremos el ascenso. Pero permitamosle que primero continúe haciendolo individualmente en nosotros. ¡Gracias Convivencia por propiciarlo!