Uno de los fenómenos que me ha permitido comprobar mi viaje a Polonia (2-15 de junio) es que mi espíritu y mi cuerpo no viajan al unísono. Cuando arribé al aeropuerto de Amsterdam la mañana del domingo 2 todavía mi espíritu vagaba por las calles habaneras que mi cuerpo dejó la tarde antes, y por entre las campiñas cubanas, sitios que jamás había abandonado en mis treinta y ocho años de existencia terrena.
Esta inercia del alma la experimenté prácticamente toda la primera semana de mi estancia en Polonia y tuve que realizar un gran esfuerzo para que mi espíritu llegase antes que mi viaje físico de solo dos semanas terminase. Y en efecto, logré andar en cuerpo y alma por Polonia al menos en la segunda intensa semana de mi viaje.
Solo que ahora tengo un gran problema, ya estoy de cuerpo presente en Cuba pero mi espíritu no acaba de volver: a veces lo percibo vagando por el metro en Varsovia, otras en el puerto de Gdańsk, por instantes puedo sentirlo entre la gente alegre en la enorme plaza frente a la Catedral de Cracovia, y también, con bastante frecuencia en algún rincón dentro de las alambradas de Auschwitz. ¿Alguien puede ayudarme a encontrar mi espíritu perdido por el corazón de Europa?