por Mario Félix Lleonart Barroso
Epafrodito, según lo describe el Apóstol Pablo en su carta a los Filipenses 2:25 era “su verdadero hermano, colaborador y compañero de milicia. Además de ser el mensajero de ustedes (de la iglesia en Filipos: él había sido enviado de parte de la iglesia para acompañar a Pablo en su prisión domiciliaria en Roma) para ayudarme en mi necesidad”. O sea, que Epafrodito, no solo era un simple creyente en Jesucristo, era quien había sido escogido por su iglesia para la misión de ser enviado como mensajero a Pablo, en medio de las tribulaciones del Apóstol. Con todo y eso Epafrodito, con un cuerpo tan vulnerable como el de cualquier otro ser humano, se enfermó.
A los males de la enfermedad física de Epafrodito, no especificada en la carta, se sumó una muy probable depresión, no solo por encontrarse enfermo físicamente, sino por la tristeza de imaginar cómo se sentirían al saberlo sus hermanos de su lejana iglesia, así como seguramente familiares también, allá en la distante ciudad de Filipos. Según escribe Pablo: “se afligió mucho cuando ustedes (la iglesia en Filipos) se enteraron de que estaba enfermo (Filipenses 2:26, NTV)” o “gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado (RV60)”. O sea, que, aunque Epafrodito era un creyente, y no cualquier creyente en Jesucristo; se enfermaba, se afligía y gravemente se angustiaba, como otro ser humano cualquiera.
Lo más importante como creyentes, tanto para Epafrodito como para Pablo, estaba garantizado, el mismo Pablo expresaba en esa propia epístola su famosa frase: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia (Filipenses 1:21, RV60)”, pero también agregaba: “Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros (Filipenses 1:22-24, RV60)”.
En medio de esas circunstancias “pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; … Dios tuvo MISERICORDIA (amor inmerecido) de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo (Pablo) no tuviese tristeza sobre tristeza (Filipenses 2:27, RV60)”. Y Epafrodito fue sanado, y luego de su recuperación pudo volver, ahora enviado por Pablo, a Filipos.
Nosotros hoy también, en medio de la terrible proliferación de la pandemia del Covid-19, reconocemos nuestra total vulnerabilidad, tanto a la enfermedad física como ante los padecimientos mentales o incluso espirituales que pueden ser ocasionados por la tristeza ante la que tampoco estamos inmunes. Pero una cosa podemos hacer, también al igual que Pablo y Epafrodito, y partiendo precisamente del reconocimiento de nuestra enorme fragilidad como seres humanos que habitamos todavía en un mundo caído, podemos apelar a la MISERICORDIA de Dios para que, al igual que en las circunstancias que rodearon a creyentes incluso como ellos, Dios obre la diferencia; pero partiendo de que nos encontramos listos para cualquier cosa, ya que “… nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas (Filipenses 3:2º-21, RV60).”
La MISERICORDIA de Dios intervino y Epafrodito sanό y volvió para reencontrarse con sus hermanos y familiares en Filipos, se convirtió en el portador o mensajero precisamente de esa tan oportuna carta a los filipenses que hoy también tiene mucho que decirnos a nosotros a más de veinte siglos transcurridos, en la época del Covid-19, cuando los seres humanos seguimos siendo tan frágiles como lo fueron en el siglo I los propios Pablo y Epafrodito, pero donde también “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7, RV60)” puede guardar nuestros corazones y pensamientos mientras vivamos en Cristo Jesús.
Así pues, la misericordia de Dios está a nuestra disposición en los terribles tiempos del Covid-19, como lo estuvo en otras difíciles circunstancias para Pablo y Epafrodito, por lo que, estando seguros de esta disponibilidad en medio de estos tiempos podemos seguir los consejos de Pablo dedicados entonces a los Filipenses, pero por extensión también a nosotros, tales como este tan importante: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias (Filipenses 4:6, RV60).”
(acerca de lo anterior tuve la oportunidad de predicar mi sermón dominical a través de Zoom a mi iglesia el 26 de abril de 2020: https://youtu.be/hbWeZxQXjXo )