No es necesario citar ejemplos para dibujar el panorama religioso cubano de inicios del siglo XXI y clasificarlo como de una verdadera vorágine. Resulta este un fenómeno intolerable para un régimen que en principio se propuso destruir cualquier vestigio de religión y que con Lenin la clasificó como una de las cosas más repugnantes que existen bajo la capa del cielo . No hay dudas de que para el gobierno cubano ha venido a ocurrir lo que en el argot popular se sentencia como: a quien no quiere caldo se le dan tres tasas. Ya el auge de las religiones en los ´90 constituyó una derrota que el castrismo intentó asimilar, como lo evidencia la reforma constitucional en 1992 para declarar el carácter laico del Estado quedando explicita la no discriminación por creencias religiosas, que en la practica nunca ha tenido cumplimiento como lo demuestra el último discurso del General en el poder que admitió una mentalidad imperante contraria a lo que se proponía en 1992. Lo dijo el General.