Una oficina que sobra, y que nunca debió estar (IV)

– En diciembre de 2012 por presiones de esta Oficina la vicepresidente del Consejo de Iglesias de Cuba en Villa Clara me excluyó de los equipos de capellanía que fueron organizados en ese mes para visitar las principales prisiones en Villa Clara, a pesar de mi participación activa desde el principio en el curso que desde dos años antes se impartía para tales efectos. Contradictoriamente fueron incluidas personas no matriculadas en dicho curso pero que al parecer poseían una cualidad que yo no tengo: la de ser Personal Confiable para la Oficina.


– En el último año mi esposa Yoaxis Marcheco y yo participamos de un curso de nivelación como aspirantes a un doctorado en teología (Ph D) ofrecido por el Instituto Teológico FIET en colaboración con la FTS de Londrina. Es primera vez en la pobre historia de la educación teológica en Cuba que un grupo de personas puede realizar un doctorado sin tener que salir del país, es una vergüenza que a estas alturas de la historia esta sea la primera experiencia, y peor aún, que haya por ello que dar una palabra de agradecimiento, como se intentará hacer a la pretendida «omnipresente» Oficina en culto de apertura el próximo 9 de junio. Aunque desde el comienzo sabíamos que el participar de la nivelación era obligatorio y se consideraba parte del proceso, pero que no implicaba la aceptación en el programa doctoral, nos llama la atención que a pesar de cumplir con todos los requisitos exigidos, y poseer los currículos mínimos necesarios, las únicas personas de entre quienes asistieron desde el principio a los encuentros, que fueron rechazadas, fuimos mi esposa y yo. Para nosotros la evidente discriminación ha sido por motivos políticos y no tenemos que ser adivinos para saber que esta Oficina que en materia religiosa todo lo pretende dirimir en Cuba se encuentra detrás de la infeliz decisión. Claramente se percibe la manipulación a hermanos nuestros que han tenido que escoger entre nosotros o la materialización de este ansiado proyecto, que supuesto en el orden personal no deseamos sea sacrificado por nuestra causa.