– Los miembros de nuestra iglesia son víctimas de proceso constante de presiones, intimidaciones, chantajes, coacciones e incluso reclutamientos en medio de una guerra fría y psicológica cuyo objetivo final sería mi ansiada renuncia o revocación como pastor. Esto demuestra el doble rasero de este régimen cuyos agentes, en detención arbitraria que se me realizó el miércoles 12 de octubre de 2011, y en su afán de presionarme para que firmase un Acta de Advertencia, a lo cual por supuesto no accedí, me conminaban a que me concentrara en mi actividad pastoral y dejase a un lado mis preocupaciones sociales, cual si estas no fuesen dos caras de la misma moneda. Lo triste es que en la práctica son estos mismos agentes, amparados por la nunca mal ponderada Oficina política en La Habana, quienes dificultan y entorpecen todo lo que intento realizar en mi comunidad, en las bases.
– Pero el colmo de los colmos que como pastor me veo en la penosa decisión de denunciar, es que dicha Oficina, no satisfecha con esta sucia política de interferencia constante a mi trabajo pastoral, que por demás todavía no ha dado el resultado esperado, aprovechando su poder de otorgar o rechazar permisos, extender o retirar privilegios, en extrema crueldad, y en la imperdonable postura de «echar a pelear a los creyentes», para interferir en nuestra misión evangelizadora para con el pueblo (Juan 17.21), ha extendido permisos y privilegios a otra congregación lamentablemente perteneciente a la respetada obra evangélica pentecostal de «La Buenas Nuevas» para que, en una primera fase, prohibiera a sus fieles cualquier tipo de relación no solo conmigo o mi familia, sino para con cualquier miembro de nuestra iglesia; se les prohibió invitarnos a sus actividades, o asistir a las que nosotros cordialmente les invitábamos.
Tras esta postura discriminatoria y segregativa para con los hermanos, dignas de las palabras de la Segunda Epístola del apóstol Juan (versos 9-10) referidas al liderazgo tiránico de Diótrefes; lo más triste es que esta congregación con privilegios que no resultan difíciles de advertir para nuestra comunidad y todo el mundo sabe a costa de, ha pasado a una fase más triste que consiste en priorizar por encima de una evangelización para la que existe terreno más que suficiente en nuestro pueblo («La mies es mucha pero los obreros pocos»), un proselitismo agresivo y sin disimulo evidentemente dirigido a los miembros de nuestra iglesia local con el objetivo de captar a cuanto hermano nuestro pueda (que en el argot evangélico cubano se conoce como «pescar en vivero ajeno»), sin tener en cuenta ni la más mínima regla de ética, y en lo cual tristemente ya han cosechado algunos frutos.
Algún día se escribirá la historia de esta triste etapa del cristianismo en Cuba, en el cual nuestro caso lamentablemente no constituye una excepción, y será fuerte descubrir datos y hechos que dejarán pasmados a los más escépticos. Entonces tal vez se sabrá cuánto daño ocasionó esta Oficina, que sobra, y que nuca debió estar, a la iglesia en Cuba, «si bien sus puertas no prevalecerán contra ella». Entre tanto cuento con lo más preciado, ese Dios quien es mi ayuda y fortaleza y el cual me es también testigo de estas breves denuncias que solo constituyen un punto en la cúpula del iceberg que son las violaciones de la libertad religiosa en Cuba.