19 DE OCTUBRE: LAMENTACIONES, AYUNO, ORACIÓN Y TESTIMONIO

¨Vigilan todos nuestros pasos; no podemos salir a la calle.¨ La Biblia: Lamentaciones 4.18a (Versión Popular Dios Habla Hoy)

Como parte de la serie de homilías, mensajes o sermones que he estado trayendo a mi iglesia, y de lo cual ya escribí antes en el caso del Eclesiastés, el domingo 23 de octubre me correspondía predicar acerca del libro de las Lamentaciones de Jeremías. Fue por ello que cinco días antes, cuando fui detenido junto con mi Biblia, impedido de llegar al seminario adonde me dirigía para impartir mis clases como cada miércoles, no lo dudé dos veces: si me lo permitían, y no iba a pedir permiso para ello, este sería un día de oración y ayuno, con la meditación en el libro de la predicación para el domingo, todo esto más la posibilidad adicional del testimonio verbal a mis captores si me era dada la oportunidad. Y todo fue posible.

El agente

El agente

Para todos aquellos que han tenido la sublime experiencia de preparar previamente su sermón no será difícil captar la maravillosa experiencia que tuve si se tiene en cuenta que el escritor del libro de las Lamentaciones y yo pasamos por una experiencia similar. Y doy gracias a Dios por ello. Aunque los cinco lamentos que forman parte de esta pequeña colección hebrea fueron leídos y releídos por mí entre cuarenta y cincuenta ocasiones durante todo aquel día, fue el capítulo tres, el del lamento del profeta, el que más hondo me caló desde el punto de vista personal. Esos sesenta y seis versículos conteniendo veintidós estrofas de tres versos cada una formando un acróstico con las veintidós letras del alfabeto hebreo fueron especial alimento para mi alma. Cierto es que la situación del profeta Jeremías, puesto dentro de una cisterna, superó con creces cualquier sufrimiento que a mi persona se estuviese infringiendo; como cierto es que el deseo que el profeta expresa para sus represores, en otra situación dispensacional, difiere del mío ya que lo que deseo para ellos es misericordia y perdón; pero imaginen cómo encajan para un detenido como yo los siguientes versos extraídos de los que se incluyen del versículo cincuenta y dos en adelante, por no citar la totalidad del lamento, tarea que dejo luego a los lectores de este post:

¨Sin tener ningún motivo,
Mis enemigos me han cazado
Como a un ave…;
Yo, Señor, invoco tu nombre,…,
Tú escuchas mi voz,
Y no dejas de atender a mis ruegos.
El día que te llamo, vienes a mí,
Y me dices: NO TENGAS MIEDO.
Tú me defiendes, Señor, en mi lucha,
tú rescatas mi vida.
Tú ves, Señor, las injusticias que sufro,
¡hazme justicia!
Tú ves sus deseos de venganza
y todos los planes que hacen
contra mí.
Escucha, Señor, sus ofensas
y todos los planes que hacen
contra mí;
las habladurías de mis enemigos,
que a todas horas hablan en
contra mía.
¡Mira cómo en todas sus acciones
soy objeto de sus burlas! ¨

Fue la tercera ocasión en el 2011 en que fui detenido arbitrariamente. La primera fue el 23 de febrero por defender a las señoras Lilia Castañer y Juana Oquendo cuando ante mi presencia eran secuestradas por ¨civiles¨ en plena vía pública, lo cual los principios éticos recibidos del evangelio me impiden aceptar pasivamente. La segunda, el 26 de junio, para imposibilitarme participar de un servicio religioso al que fui invitado por el pastor Yordi Toranzo, de la Iglesia Metodista de Santa Clara, víctima del clericalismo dictatorial de su obispo Ricardo Pereira, evidentemente subordinado a la dictadura política que nos desgobierna. Y esta tercera ocasión del 19 de octubre, por la vigilancia desmedida que tenía lugar desde el viernes 14 por causa de la muerte de la insigne líder de las Damas de Blanco, Laura Pollán. Todo el fin de semana estuve acantonado en el templo ante la negativa expuesta en la noche del viernes de que no podía moverme, no sin protestar mediante carteles expuestos a la calle con las declaraciones: TENGO DERECHO A SALIR DE CASA; LA CASA NO ES UN CALABOZO y AL PASTOR BRAULIO LO VIGILAN PORQUE NO SALE DEL TEMPLO Y AL PASTOR MARIO PARA QUE NO SALGA. El 19, al disponerme a salir como cada miércoles rumbo al seminario para impartir mis clases, y ya creyendo retirada la manida vigilancia, se me volvió a conminar con que no podía salir. El fin de semana mis actividades fundamentales se habían circunscrito a la iglesia local y por eso no transgredí la violación de mis derechos, limitándome exclusivamente a mis carteles; pero esta vez debía moverme a treinta y cinco km, tenía alumnos esperando y no iba a aceptar de ningún modo la negativa a que cumpliera con mi deber.

El daño que hicieron algunas de las piedras

El daño que hicieron algunas de las piedras en la casa

Añadido a la lectura y meditación en las Lamentaciones de Jeremías, que me vino como anillo al dedo, estuvieron mis oraciones donde incluí acciones de gracias y plegarias incluso por mis represores, rogando a Dios una vez más misericordia y gracia para ellos por quienes también murió Cristo. Nuevamente, como en las dos detenciones anteriores, pude acompañar estas intercesiones con un ayuno total que dio un clímax místico y espiritual a mi experiencia; el no aceptar alimentos ni agua fue también una manera de decir a mis captores que consideraba injusta la violación de mis más elementales derechos. A la vez que ejercía una de las más puras disciplinas cristianas daba un mensaje de inconformidad a quienes correspondió la tarea de recluirme por un día.

Pero por si fuera poca la intensidad espiritual que me produjeron la meditación en el libro de Lamentaciones, el ayuno y la oración; Dios me dio la posibilidad añadida de testificar a mis captores. Alrededor de las cinco pm fui llamado a una oficina donde tuve la oportunidad de escuchar al capitán Javier ante la presencia del oficial Raúl, a quien se ha ordenado seguirme de cerca. Tenían como objetivo que firmara un Acta de Advertencia que habían preparado como posible antesala de un posible proceso judicial en mi contra. El acta en sí intentaba limitar mis movimientos: no visitar determinadas personas o lugares, y me amenazaba con un articulo del Código Penal que encausa por ¨insitar a delinquir¨, y más exactamente explicita el texto ¨por incitar a la oposición a la violencia¨. Nada más alejado de la realidad. Soy un pacificador y siempre que he tenido contactos con la oposición les he llamado a no responder con violencia, ni física ni verbal, a sus represores, les he pedido lo que pide el evangelio: Amad a vuestros enemigos, y, vence con el bien el mal. Así se lo dije a Javier y a Raúl, a la vez que les hice el llamado a hacer ellos lo mismo.

Como en ocasiones he llamado la atención a algunos opositores que tienden a echar a un mismo saco a todos sus adversarios políticos, sin discernir el ser humano que se esconde detrás de cada uniforme, tuve que llamar la atención de estos dos oficiales. Según Javier, un joven capitán blanco, cabeza rapada y de ojos verdes, los opositores no son más que unos ¨delincuentes, satánicos y en su mayoría negros, malagradecidos a una revolución que se los ha dado todo y les ha hecho personas¨. Cualquiera que escuchase a Javier utilizando versos bíblicos adicionalmente habría pensado que era él quien me estaba predicando a mí en vez de yo a él. ¨Es que he estudiado la Biblia para cuando me traen a alguien como tú¨ -me explicó, y yo le exhorté no a utilizar con tal objetivo el texto sagrado sino a aceptarlo porque Cristo le amaba a él también y era un mensaje para él. Pero pobre Javier, que concepción más limitada tiene de los evangélicos por un lado, y de los opositores por el otro, al pensar que al llamar delincuentes, satánicos y negros a los opositores me va a alejar de ellos. Puede ser que algunos llamados cristianos le hayan dado una imagen así de sus creencias. Aunque la oposición cubana es plural y disímil no seré yo quien discrimine a nadie por su tez ni por sus creencias; y mucho menos para llevarles el evangelio. Esta conversación con estos dos hombres por quienes oro más que nunca me convenció del papel a que los cristianos cubanos estamos llamados en esta reconciliación nacional que todos los cubanos necesitamos.

Debo reconocer que tanto Raúl como Javier no fueron ofensivos hacía mí, más bien me dieron un trato diferenciado no encerrándome en celda ni quitándome la Biblia, la cual se me permitió leer todo el día y agradezco. En todo caso trataron de ser disuasivos, obteniendo, eso sí, todo lo contrario. Ahora me siento más retado a amarlos, tanto a ellos como a los opositores, y a tender entre ambos bandos puentes de comunicación que ojalá faciliten el camino necesario de la reconciliación nacional por el que habremos de transitar el día en que por fin en Cuba no sea un delito la discrepancia de ideas.

Como para confirmar que no ando por un camino errado, cuando concluyó la conversación, infructuosa para ellos desde el punto de vista de que por supuesto no les firmé su Acta de Advertencia, pero fructuosa desde el punto de vista en que son necesarios estos encuentros para contraponer criterios que ojalá nos hagan crecer a todos, me volví a encontrar con las Lamentaciones de Jeremías, y mi atención se fijó en los versos del capitulo tres, versos treinta y cuatro al treinta y seis:

¨El pisotear sin compasión
a los prisioneros del país,
el violar los derechos de un hombre
en la propia cara del Altísimo,
el torcer la justicia de un proceso,
SON COSAS QUE EL SEÑOR CONDENA¨

De regreso a casa a las 8 pm, en el mismo jeep militar en que había sido transportado en la mañana hacia la unidad, descubrí que la vigilancia al templo no había cesado ni con mi ausencia. Allí nos esperaba un agente que había estado ¨cuidando¨ a mi esposa y a las niñas. Ante la petición de cuentas de mi esposa él ripostó que allí estaba para protegerme cuando me trajeran por si al pueblo le daba por recibirme con piedras y palos. Mi esposa le explicó que si algo así sucedía nunca verdaderamente sería el pueblo sino, en todo caso, elementos preparados e instigados por ellos mismos. Lo que sí me encontré al llegar fue a numerosos hermanos y amigos que no han cesado de manifestarme su sincera preocupación y sus lamentaciones de que estas COSAS QUE EL SEÑOR CONDENA estén teniendo lugar en nuestro país. No pude evitar el recordar sin embargo lo que un señor, que funge como secretario del núcleo zonal del partido comunista al que pertenece nuestra residencia, había incitado apenas dos días atrás con todo el que opinase diferente a la posición política oficial. En reunión de su núcleo del partido, el lunes 17, incorrectamente celebrada en lo que es el Circulo Social de toda la comunidad, en sus propias palabras convocó a: ¨Advertir una primera vez y la segunda, caerles a palos¨, cual si no fuese notorio su historial de corrupción en todos los puestos de trabajo por los que transitó, o tal vez precisamente comprometido por ello. Fuentes seguras que no debo revelar me lo contaron alarmadas. Piedras lanzadas contra mi casa materna a la salida de Taguayabón el sábado 22 en altas horas de la noche, sin considerar siquiera que allí yace en estado terminal mi padrastro Santiago Martínez Mederos, testigo referencial, como yo, de las palabras de Juan Wilfredo Soto aquella misma mañana de la golpiza que le mató, me confirman, junto al anterior verso bíblico citado, de qué lado se encuentra la violencia, la intolerancia y la injusticia, y de cuál, Dios. Y vuelven entonces las Lamentaciones de Jeremías para impedir se vaya la esperanza:

¨Recuerdo mi tristeza y soledad,
mi amargura y sufrimiento;
me pongo a pensar en ello
y el ánimo se me viene abajo.
pero una cosa quiero tener presente
y poner en ella mi esperanza:

El amor del Señor no tiene fin,
ni se han agotado sus bondades.
cada mañana se renuevan;
¡Que grande es su fidelidad!
Y me digo: ¡El Señor es todo para mí;
por eso en él confió!¨