UNA ALIANZA ESTRATEGICA CONTRA LA VIOLENCIA

El pasado 8 de junio se cumplió un mes de la muerte y sepultura de Juan Wilfredo Soto García. Nunca pensé que un gobierno podría actuar con tanta desfachatez. A pesar de existir varios ciudadanos escandalizados y dispuestos a fungir como testigos ante cualquier tribunal, comenzando por mí; el gobierno no solo hizo caso omiso de sus declaraciones, sino que públicamente se atrevió a ofenderles con toda su sarta de gastados descalificativos.

La lógica indicaba que el gobierno se podía quitar todo este nuevo escándalo de encima con simplemente abrir una investigación y someter a juicio a los agentes involucrados. La búsqueda de la respuesta al por qué no lo hizo puede arrojar muchas luces acerca de la naturaleza de este régimen. Si nos hubiésemos encontrado ante magistrados como de los que habla la Biblia en Romanos 13 este asunto ya habría concluido. Pero no estamos ante un Estado así, sino ante uno como el de Revelación 13. No se puede juzgar a policías por golpear en un país donde se les alienta a hacerlo, porque siempre terminará en el banquillo de los acusados la máxima responsabilidad de la nación. Y esto lo saben nuestros sátrapas.

A pesar de todo, fue tanto el escándalo, que conservé la esperanza de que, al menos por guardar la forma, el gobierno hiciera algo más, aparte de ofender e intentar desviar la atención. Pero pasó todo un mes, y no hizo nada positivo. Fue entonces que tomé la determinación de solicitarle lo que ellos por obligación debían haber hecho desde un primer momento. Pero no lo hice solo. Me acompañó en este empeño el pastor Ricardo Santiago Medina Salabarria. Desde que tuvo noticias de mi tweet referencial sobre la paliza a EL ESTUDIANTE, este hermano, especialmente por vínculos de fe cristiana, me hizo conocer de su apoyo y colaboración en cualquier decisión que tomase respecto a este hombre tirado junto al camino.

Mario Félix Lleonart Barroso y Ricardo Santiago Medina Salabarria

Mario Félix Lleonart Barroso y Ricardo Santiago Medina Salabarria

Conocí a Medina Salabarria la medianoche del 24 para 25 de febrero de 2010. La muerte de Orlando Zapata Tamayo me había atrapado en La Habana con motivo de la 101 Asamblea de mi Asociación. Conocí del libro de condolencias abierto en Neptuno 965 y de algunas personas que habían sido apresadas por ir a firmarlas, entre ellos Yoani Sánchez por cuya pericia quedaron grabaciones de estos arrestos en su celular. El pastor Ricardo Santiago estaba entre los detenidos, y por cierto, palabras suyas muy valientes defendiendo a Yoani están registradas en aquella grabación.

Concluida la sesión convencional de la noche del 24 fui hacia la dirección en Neptuno para dejar palabras en el Libro, pero no satisfecho con ello proseguí hasta la estación de Infanta y Amenidad adonde se encontraba una parte de los detenidos, entre ellos mi consiervo Medina Salabarria. La intención era reclamar a la policía por su liberación, pero familiares apostados afuera me anunciaron que según les habían informado serían liberados a las doce de la noche. Allí estuve para recibirles y nació una amistad que va llegando al año y medio.

Luego supe que este pastor, además de compartir la misma fe que tengo en Jesucristo, sin importar nuestras diferencias teológicas, era villareño como yo, un santaclareño de pura cepa. También conocí de dónde le venía un ministerio tan radical: ejerce al frente de la Iglesia Vétero Católica, una de esas denominaciones a las que no se han concedido los privilegios de la famosa lista del Registro de Asociaciones –el canon con el que el Estado intenta chantajear y manipular a los creyentes-, otro asunto por el que los bautistas, paladines de la libertad de conciencia, deberíamos protestar mientras quede un individuo sin el albedrío de vivir y expresar sus creencias.

Por si esto fuera poco, este hermano arrastra con una tragedia familiar que le marcó desde el 1 de agosto de 1994 cuando su tío, Ricardo Medina Dulzaides, presuntamente cometió suicidio en la prisión. Para su sobrino Ricardo Santiago, para el resto de la familia, y para mucho pueblo en Santa Clara, lo que ocurrió no fue sino un asesinato más. Un caso similar al de Jesús J. Márquez Lemes del que ya he dado referencias en otros posts por ser un caso que me llega de cerca en mi comunidad. Muchos asesinatos con ropaje de suicidio algún día saldrán definitivamente a la luz. La muerte del tío del pastor Ricardo fue sonada en Santa Clara en 1994, como lo ha sido la de Wilfredo Soto en este 2011. Desde entonces el pastor Ricardo Santiago articula la proclamación del evangelio con una proyección muy crítica frente al régimen lo cual incluso lo llevó a prisión donde ya cumplió una condena por su posición tan firme. Se comprenderán pues las sobradas razones de este hermano: creyente, santaclareño y con un muerto a cuestas en la familia; como para que juntarse en alianza estratégica conmigo para esta tarea que Dios me encomendó al permitirme ver y escuchar por última vez, en aquel bicitaxi sin retorno, a EL ESTUDIANTE.

Fue así que precisamente este 8 de junio Ricardo y yo nos juntamos en un original periplo que tuvo como objetivo entregar primero una carta común a la Fiscalía General de la República, y luego copias de esta a otras diversas instituciones solicitando una exhaustiva investigación respecto a la muerte de Soto García. No sé si nuestro esfuerzo albergará algún resultado positivo desde el punto de vista de la legalidad, sin proponérnoslo coincidimos con el Día del Trabajador Jurídico y la noticia en Cuba fue que las instituciones del Derecho ratificaban su compromiso con el sagrado Partido y con la denominada Revolución, evidenciando su parcialidad total. Lo cierto es que para nosotros fue cumplir con un deber más que ciudadano: divino y profético. Las instituciones están obligadas a respondernos en un plazo no mayor de sesenta días, nosotros estamos esperando en Dios.

Más que la respuesta a los documentos impresos que entregamos nos preocupa este mismo reclamo expresado en la vida otra vez puesta en sacrificio por Guillermo Fariñas. Nuestras cartas pueden volverse amarillas, pero la valiosa vida del Sajarov cubano no podemos darnos el lujo de perderla. Ojalá que al menos los creyentes de buena voluntad de Cuba y del mundo puedan sensibilizarse ante tanto dolor, de un lado, e injusticia y desidia del otro.

El próximo domingo será Pentecostés, muchos bautistas cubanos cerraremos ese día una jornada de cincuenta días de oración por Cuba iniciada el domingo de Resurrección. No me queda otra que esperar en los milagros y clamar encarecidamente a Dios para que se manifieste en mi sufrida y enferma nación. ¡Dios, sana nuestra tierra y obra el inmenso milagro de la reconciliación de todos los cubanos, si es en Cristo, mejor! ¡Cuba para Cristo y Cristo para Cuba, ya!

Pbro. Mario Félix Lleonart Barroso