El 15 de marzo pasado, pocos días antes de que la histórica visita del presidente Barack Obama tuviese lugar, cinco cubanos eran enviados al destierro en esta historia de larga data del exilio cubano. Se trataba de Vladimir Morera Bacallao, Jorge Ramírez Calderón, Yojarne Arce Sarmiento, Niorvis Rivera Guerra y Aracelio Riviao Noa; cinco polémicos presos políticos que estuvieron en el selecto grupo de cincuenta y tres liberados cuando el 17 de diciembre de 2014 fuera anunciado el descongelamiento de las relaciones entre los gobiernos de USA y Cuba, pero que en el transcurso del primer año de esas relaciones volvieron a ser apresados.
Dado que, como es lógico, el gobierno estadounidense no vio con buenos ojos el hecho de que volviesen tras las rejas quienes formaron parte de un gesto, y así lo hizo saber en sus conversaciones con La Habana; el caso terminó resolviéndose con la admisión de los mismos en territorio norteamericano. Ya en febrero pasado el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, dijo esperar que Cuba liberase a «cuatro o cinco» prisioneros políticos. Cada uno de ellos debió escoger entre un presidio incalculable o el destierro. Así de claro se lo hicieron saber a Yojarne Arce Sarmiento, de la Unpacu, residente en Guantánamo, quien al momento de la decisión se encontraba libre, lo fueron a buscar y le dijeron: «O te largas a los Estados Unidos, o te quedas preso en Cuba»; una frase que tanto recuerda a los denominados oficialmente como «escorias» cuando el Mariel en 1980. A los otros cuatro ni siquiera se hizo necesario explicitar tal amenaza pues sufrían los severos embates de la prisión cubana. Recordemos por ejemplo la huelga de hambre de Vladimir Morera Bacallao y la incomunicación a la que estuvo sometido cuando se encontraba grave en el Hospital «Arnaldo Milian» de Santa Clara en diciembre pasado.
Cuando se supo el 15 de marzo de la partida de estos cubanos fue prácticamente imposible contactar con ellos o con sus familiares. Quince días después me fue posible viajar hasta Miami desde Cuba y encontrarme con ellos. Durante las dos semanas que han pasado el gobierno norteamericano se ha hecho cargo de estos hombres garantizando sus condiciones básicas y les ofrecerá todos los beneficios de su Programa para Refugiados. Por vez primera en sus vidas los desterrados han visitado estaciones de radio y estudios de televisión participando en programas en vivo en los cuales han expresado libremente sus opiniones. También poseen teléfonos a través de los cuales intentan insertarse a las redes sociales, luego de tanto tiempo (todas sus vidas) hundidos en la zozobra y la oscuridad. En apenas unos días en tierra extranjera han podido disfrutar de la libertad que les está vedada en la suya.
Pero los cinco nuevos desterrados tienen una enorme inquietud y afirman que de no resolverse serían capaces de regresarse en balsas a Cuba, aun cuando fuera para volver a lo infernal de las prisiones. Antes de abordar el avión que les trasladó a la Florida recibieron promesas de ambos gobiernos de que muy pronto sus familiares cercanos se reunirían con ellos y fue bajo dicha condición que accedieron a volar. Se acercaba la visita del presidente Barack Obama y apremiaba cumplir con el compromiso de que ellos serían liberados. Aunque afirman que se les dijo que a más tardar una semana sus familiares estarían reunidos con ellos ha pasado más del doble de ese tiempo y las noticias que les llegan desde Cuba no les resultan alentadoras. Ya concluyeron sus pesadillas como prisioneros pero sienten en cambio las penurias del no menos castigo del destierro.
A pesar de que el general Raúl Castro lo negase cuando en el marco de la visita del presidente norteamericano se le preguntase por la existencia en Cuba de presos políticos, tal y como se encontraban hasta hace apenas unas semanas estos nuevos cinco desterrados, permanecen en la isla decenas de presos políticos respecto a los cuales han sido confeccionadas varias listas. Se rumora que uno de ellos, Ernesto Borges Pérez, será una de las próximas fichas de cambio, y que su contraparte será Ana Belén Montes, convicta en EE.UU. por espiar para La Habana infiltrada en la Agencia de Inteligencia del Pentágono. Borges Pérez en el próximo mes de julio cumpliría dieciocho años en prisión por su intento de revelar los nombres de veintiséis espías que la Seguridad del Estado de Cuba tenía listos para enviar a Estados Unidos cuando fungía como primer analista y capitán de la Dirección General de la Contrainteligencia y actuó influido al parecer por los aires de la Glasnot y la Perestroika que soplaban en la URSS. Tener siempre en sus despensas a cierto número de presos por motivos políticos que le sirvan para negociar o canjear ha sido una constante en las casi seis décadas que han permanecido en el poder en Cuba los hermanos Castro.