por Mario Félix Lleonart
Inaudito que una Oficina de un partido político en algún país del mundo se dedique a dirimir, permitiendo o restringiendo, todo lo relacionado a la vida religiosa de tal nación. Que este partido sea precisamente comunista (y por ende con una concepción ateísta del mundo) resulta todavía más absurdo. Pero tales países existen y uno de ellos lamentablemente es Cuba, y tal Partido se abroga en ella no solo el derecho de dirimir en el ámbito religioso sino en todo lo que se haga o deje de hacer nacionalmente en cualquier área. El resto de los partidos políticos están condenados a la ilegalidad y sus adeptos son objeto de hostilidades pues la discrepancia política está penalizada. En proceso de manipulación de masas en 2003 se llegó al extremo de reformar la constitución declarando el Estado Socialista como eterno e irreversible.
Sería lógico que solo el Ministerio de Justicia, dando por sentada una separación de poderes, inexistente en Cuba, incluyera un registro de asociaciones religiosas, abierto a la incorporación o disolución constante de instituciones regidas por una justa Ley de Culto (que también brilla por su ausencia en Cuba). Tal Registro de Asociaciones, heredado de la época republicana, existe, pero supeditado por completo a lo que decida la oficina especial dedicada a la religión del partido único que es la que tiene la potestad final acerca de cualquier asunto de la arena religiosa nacional.
La Oficina de Atención a los Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba se encuentra en la cúspide misma del poder de la que emanan todas las orientaciones respecto a cómo debe procederse respecto a cualquier grupo religioso o individuo que decida ejercer su fe, sea la que fuere. Acorde a la estructura piramidal del Estado cubano en cada instancia provincial o municipal del Partido Comunista existen réplicas de la Oficina principal, articulándose una red que extiende los tentáculos del ¨más alto nivel¨ a todos los niveles, presionando, manipulando y/o chantajeando a los grupos religiosos históricamente heredados; y conteniendo, confrontando o eliminando a los nuevos movimientos religiosos, todo en función de los intereses políticos de mantener intactos los más altos estamentos del poder. Cuánto cuesta al presupuesto nacional mantener esta superestructura dedicada a violar las libertades religiosas es algo que no sabemos pero que suponemos elevadísima, especialmente si añadimos a ella la red oculta de agentes de la ¨seguridad del Estado¨ especializados en la faceta religiosa.
A pesar de lo evidente que resulta el entuerto de esta Oficina y de las críticas que durante años se han realizado desde todas las direcciones a esta estructura violadora de derechos humanos tan fundamentales como lo son los relacionados con la libertad religiosa; como ilógico e injusto resulta el Partido Único en el que se enmarca; tanto el Partido como su especializada Oficina continúan hasta hoy mancillando la vida religiosa y en general de los cubanos. Constituyen un peso que la más alta jefatura de la nación necesita para intentar mantener intacto el avasallamiento al que se condena a los ciudadanos, y por ende perpetuar su primacía. Más allá de las personas que operan en cualquier triste posición de esta maquinaria de violación de libertad religiosa la estructura resulta totalmente repudiable y hasta el día en que se anuncie su derogación no se podrá comenzar a hablar de nuevos tiempos de auténtico respeto a la libertad religiosa, mientras tanto constituirá una ironía. Entre tanto solo queda denunciar toda clase de violaciones que emanan como consecuencia lógica del sostén, no en vano, sino con tales precisos propósitos de esta Oficina ¨que sobra y que nunca debió estar¨.