Este 22 de julio Dios me dio la oportunidad de estar con Ofelia, Oswaldo José, Reinaldo y Rosa María. Les acompañé primero en el Salón Varela en el estreno de dos documentales, uno por cada mártir, Oswaldo y Harold; y luego en el servicio religioso según la tradición de fe que ellos profesan sin importar sus diferencias con la mía. Desde aquel otro 22 de julio de hace dos años de cierta manera cada minuto estoy con ellos. Oswaldo era importante para mí desde hace muchos años. Me retaban sus convicciones que leía o escuchaba por la radio desde foráneas emisoras. Me retaba su certeza y ejemplo en cuanto a la misión de una iglesia que se diga ser genuina seguidora de Jesús. Me retaba su Movimiento Cristiano Liberación del cual también me siento parte. Uno de mis grandes honores siempre será ser uno de los firmantes del Proyecto Varela, y otro similar el no serlo de la ¨reforma¨ a la Constitución que inventaron para enfrentarlo y que declaró ¨irreversible¨ al socialismo en Cuba. Pero no tuve tiempo de conocer a Oswaldo. Creía que la vida nos daría oportunidades. Incluso hasta su deceso no podía concebir una Cuba libre en la que él no estuviera.
Saber que ya no podría conocer físicamente a quien tanto debo espiritualmente fue un golpe muy fuerte que recibí aquella tarde dominical de 2012 que nunca olvidaré. Es una de esas escenas que se congelan para siempre en el tiempo y de las cuales puede uno recordar hasta el detalle más mínimo. Lo supe por sms en mi móvil de @yoanisanchez desde La Habana y de @lori759 desde Miami. Me encontraba realizando una visita pastoral a una entrañable amiga llamada Magdalena. Y ella supo conmigo que algo terrible ocurría.
Sin dudarlo dos veces me trasladé de Villa Clara a La Habana para darle el último adiós y conocer a su mejor legado: su familia hermosa. En el número 16 de la revista Voces preparada a corazón abierto por Orlando Luis Pardo narré mis impresiones en un artículo que titulé: ¨Mi encuentro con Payá¨. En el primer aniversario de su muerte sentí la necesidad de estar entre quienes llegamos a la Necrópolis de Colón para rendirle homenaje. No ceso de escribir en mis post o tuits desde mi certeza, cada vez más fortalecida por la negativa misma del régimen a realizar la investigación imparcial, de que fue otro de sus crímenes, esta vez doble pues también aprovecharon para dejarnos sin Harold, en la flor misma de su vida. La pregunta veintiocho de un total de treinta (bit.ly/1797aWT ) que con apoyo de Solidaridad Cristiana Mundial @yoaxism y yo divulgamos el año pasado incluye este caso preguntando por qué el sospechoso de asesinato, quien por lógica debiera ser el más interesado si convencido estuviese de inocencia, se niega rotundamente a investigaciones imparciales.
La homilía que el P. Juan Rumín Domínguez proclamó en el homenaje me hizo sentir pequeño y me demostró que para ser profeta de Dios no importa si se lleva sotana, túnica o corbata. Basta si se le deja al Espíritu Santo que hable, y que hable claro, como lo hizo con este hombre de Dios que no dio vueltas ni utilizó palabras suaves para llamar al pecado por su nombre. En casa de mi amiga Magdalena supe la noticia y en María Magdalena, testigo de la resurrección de Cristo, se basó precisamente el sermón de Rumín. En medio de esta miseria transitoria Dios se las ingenia para enviarnos mensajes como estos de las Magdalenas, a veces oídos y las más veces desoídos, pero que nos confirman muy a lo Payá y aún en medio de las noches más oscuras: ¨que las tinieblas van pasando y la luz verdadera ya alumbra¨.