La apretada agenda de la XXII Caravana

¨Hace años que recibimos cartas con amenazas de llevarnos a los tribunales. Veremos si van a empezar a hacerlo. Si se deciden, tendrán que atenerse a las consecuencias, pues armaremos un gran escándalo, protestaremos contra las leyes que nos impiden viajar libremente…¨

Ellen Bernstein, coordinadora interina de los Pastores por la Paz (En Caminos, No. 36, 2005; p.10)

Por primera vez sin Lucius Walker llegó en la tarde del 22 de julio y por veintidós ocasión desde 1992 la caravana Pastores por la paz tras recorrer 130 ciudades entre EE.UU y Canadá, recolectar más de 100 toneladas de ayuda humanitaria y cruzar nuevamente la frontera sin pedir autorización ni pagar licencia al Departamento del Tesoro de los EE.UU. Tom Smith, presidente de la Fundación Interreligiosa para la Organización Comunitaria (IFCO) y Ellen Bernstein, coordinadora interina de los Pastores por la Paz fueron quienes lideraron esta vez el grupo que por veintidós ocasión también regresó el 31 de julio a sus tierras de libertad sin tener que enfrentar problemas legales por su activismo, y comenzar a planificar así la XXIII Caravana.

Pastores por la paz

Esa apretada agenda no les permitió reparar en gente como yo, simple y común como la mayor parte del pueblo de Cuba, segregado y violentado en la mayor parte de mis derechos ciudadanos incluido ese que tanto defiende la organización del derecho a viajar. Muestran valentía ante su gobierno pero vienen a plegarse ante el mío que les recibe, les acompaña todo el tiempo, le despide en los aeropuertos y les diseña la apretada agenda a la que tan bien se amoldan sin cuestionamientos, más política que humanitaria por cierto. Valientes serían si además de cruzar su frontera sin permiso traspasaran la mía sin que les preparasen la agenda y llevaran a quien quisieran sus toneladas de ayuda humanitaria -ya que habría que ver luego cuál es el uso total que se les da-.

No creo que en la apretada agenda que les prepararon hayan incluido al menos una visita de alguien de los 108 caravanistas a su compatriota Alan Phillip Gross quien sí tuvo el coraje de repartir computadoras por su cuenta, tristemente beneficiando a una comunidad hebrea que no ha tenido la dignidad de defenderlo, lo cual apena mucho.

Esta tarde mientras trataba de moverme, cubano de a pie como soy, en botella, contemplé con el pueblo como algunas de estas guaguas amarillas con las que todo el mundo identifica a los Pastores por la Paz, propiedad ahora de la Empresa Constructora Militar que trabaja en la lucrativa cayería al norte-centro de Cuba pasaban semivacías, pero raudas y veloces, ignorándonos cual si fuésemos fantasmas, escena habitual de todos los días por estas comarcas. En cuanto a la famosa ayuda humanitaria que supuestamente recogen los caravanistas para hacerla llegar al pueblo de Cuba jamás hemos visto un gramo de ella en mí necesitado contexto inmediato -que sepamos- porque bien pudiera ser que parte de la ropa proveniente de ¨donaciones¨ que se comercializan en muchas de nuestras tiendas de productos industriales provenga del esfuerzo de estas caravanas, y entonces, por supuesto nunca llega realmente a quienes más la necesitan. En cuanto a los autos que trajeron esta vez espero que ninguno vaya a parar a esos que los usan
con toda impunidad para secuestrar pacíficos civiles en nuestras calles, como ya me ha ocurrido a mí personalmente dos veces en apenas cuatro meses (23 de febrero y 26 de junio).

De cualquier manera, el régimen cubano debía cuidarse más, aún con todas las medidas que toma para controlar a los caravanistas, con la excusa de que los está cuidando, por el hecho del ejemplo cívico que de al fin y al cabo nos dejan los visitantes. La filosofía del fallecido Lucius Walker, ahora continuada por su grupo, siempre fue la de que para ejercer su misión la iglesia no tiene que pedir permiso a ningún gobierno y esto choca frontalmente con el control totalitario que por más de cinco décadas lleva ejerciendo el régimen cubano. Debo admitir que me siento francamente retado por ellos, ya veremos si se me tolera a mí como a ellos en su país.

Mario Félix Lleonart