Acerca de Mario Félix Lleonart Barroso

Pastor #bautista de #Cuba. Activista de #DDHH. Fundador y Coordinador del @ForoPatmos. Bloguero y tuitero.

El trabajo hace libres

«Arbeit macht frei», El trabajo hace libres, rezaba la frase a la entrada del campo de concentración en Auschwitz. Esta irónica expresión que realmente abría las puertas a uno de los más tenebrosos campos de exterminio nazi, las supuestas piscinas en el interior para el baño de los «trabajadores», las estufas para calentar durante el frío, una en cada «albergue» de los internados (aunque jamás conocieran la leña), el supuesto departamento modelo en uno de los campos para gitanos, que luego fueron de una vez exterminados cuando ya no se les necesitaba para ser expuestos a las inspecciones… Toda esa hipocresía me trajeron por asociación durante mi visita en junio a esos campos de exterminio, los momentos en mi vida más parecidos a las circunstancias por las que atravesaron tantas víctimas del nazi fascismo, aun cuando mediase una distancia considerable.Junto a amigos en mi reciente visita a Polonia bajo el cartel EL TRABAJO HACE LIBRES en la entrada al campo de concentración en AuschwitzNunca olvidaré aquella diabólica noche del 30 de noviembre de 1993 cuando llegamos al Boom 400 del EJT. Para mi conciencia constituía una imperdonable transgresión a la que había transigido. En junio había concluido mis estudios de preuniversitario y obtenido una beca en la Universidad de La Habana para estudiar Ciencias de la información. Solo un inconveniente, para poder entrar a la Universidad no bastaba haber obtenido la carrera tras mi esfuerzo para las pruebas de ingreso que no todos consiguieron aprobar. Tenía que cumplir un año de Servicio Militar Activo (SMA), de lo contrario no habría carrera. Todos mis amigos o colegas de Preuniversitario que habían obtenido carrera como yo fueron reclutados sin excepción a más tardar en agosto. Unos fueron a parar a las filas del Ministerio del Interior (MININT), otros a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), yo por cierto no sentía ninguna envidia por ellos, pero, ¿qué pasaba conmigo? 

Tras el paso adicional de todo septiembre sin recibir citación alguna ya no tuve dudas, la misma condición de religioso por la que se me había marcado desde mis cinco años cuando entré a preescolar pesaba ahora, la misma que en mi noveno grado, a pesar de mi rendimiento académico, no me permitió ser un alumno «integral» ni clasificar para el status de «Abanderado del 2000». Ya entendía, por mi condición física, gracias a Dios, era apto para el SMA, pero por mi condición social estaba entre los marginados que no merecían la confianza de ser un soldado de la patria y no quedaba otra alternativa para mí que el EJT y habría que esperar a que llegase el primer llamado, aun cuando no me pudiesen explotar todo el año debiendo liberarme antes que comenzase el curso escolar en septiembre al año siguiente. A pesar de que el Coronel Pedro Duardo Méndez, Jefe de la Jefatura Territorial Ferroviaria de Occidente, expresó que «las fuerzas las componen soldados del SMA, generalmente con problemas económicos o familiares», según es citado en el artículo «Al pie de la línea», autoría de Patricia Cáceres, en el periódico Juventud Rebelde del 2 de agosto, yo poseía las mismas condiciones de mis compañeros «diferidos» que ya habían sido reclutados, aquí solo volvía a tenerse el criterio empleado en los reclutamientos forzosos a las UMAP en los ´60.

Fue así que llegó por fin la primera citación para llevarme al EJT a efectuarse el 7 de octubre. Solo que entonces era yo quien había adquirido un problema para acudir al llamado, un asunto de conciencia. El llegar a comprender mi condición de excluido, unido a mis lecturas selectas en aquellos meses de vacaciones: además de la Biblia en primerísimo lugar, León Tolstoi con «La guerra y la paz», y «El mundo de ayer» de Stefan Zweig, influyeron de tal manera en mí que me llevaron a la determinación de no presentarme aquel día, a riesgo no solo de perder mi derecho a estudiar en la universidad, sino también de abrir la posibilidad de que se me procesase para condenarme a prisión.

Las presiones familiares y sociales temiendo las consecuencias que se cernirían sobre mi persona fueron tan grandes, que se intercedió ante el Comité Militar Municipal obteniendo una segunda oportunidad y me hicieron prometer que acudiría al próximo llamado. Tal vez la fuerza más poderosa entonces para conseguir que claudicara fueron las lágrimas de mi madre, y aunque advertí a todos que me hacían obrar en contra de mi conciencia, transigí.

El resultado fue aquella horrible noche de noviembre. Para completar un apagón total. Díez de la noche y nada de comida. Se colocó a nuestro «pelotón» en el centro de la plaza y se hizo marchar a nuestro alrededor a diferentes «compañías» que llevaban semanas allí en el adiestramiento militar que se conoce en Cuba como «previa». Los rostros perturbados de jóvenes con sus cabezas totalmente rapadas integrando aquellos escuadrones obligados a cantar o gritar cada cual una consigna política diferente bajo las tenues luces de algunas antorchas, fue un espectáculo dantesco que me hizo sentirme como introducido en uno de aquellos campos de concentración nazi respecto a los cuales tanto había leído.  En los casi ocho meses que sobreviviría sometido a regímenes de vida extremos y obligado a trabajar demasiadas horas con normas impuestas que muy pocos llegaban a cumplir; sin contar la repugnancia de tener que soportar, «para no perder la universidad» o «no ir a la cárcel» el robo de nuestros salarios y asignaciones de ropa o artículos de aseo personal que se nos destinaban. Era indudablemente la misma hipocresía del cartel «El trabajo hace libres», pero sin cartel.

Al EJT en su 40 aniversario

Esta semana dedicaré mis post al denominado Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), a sus cuarenta años de creado, cumplidos el pasado sábado 3 de agosto, y a los diecinueve años de mi liberación de sus «filas», cumplidos también hace apenas unos días, el 28 de julio.

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Julio revelador

Gen. Kim Kyok Sik en negocios militares con ejercito cubano días antes que se descubriese el cargamento bélico en el Canal de PanamáEl mes de julio de 2013 fue sumamente revelador respecto a la empantanada realidad cubana.

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La solidaridad polaca

La solidaridad entre las dictaduras

La solidaridad entre las dictaduras

Hace veinticuatro años que Polonia se despojó del comunismo salvaje e intenta edificar mancomunadamente una sociedad en democracia. Que organizaciones polacas tan prestigiosas como la Fundación Lech Walesa inviten a conocer su país y sus experiencias a cubanos como yo, constituye un gesto que dice mucho de ellos. No les basta con su libertad, la desean también para otras naciones que, como Cuba, sufren cualquiera de las variantes de regímenes opresivos.

Desde mi primer día activo en Varsovia, el lunes 3 de junio, comprobé que esta solidaridad no es exclusiva para Cuba. En la tarde de ese día Maciek Kuziemski nos compartió a petición del Instituto Lech Walesa la disertación: ¨Birmania: Medios de comunicación y lucha no violenta¨, que no solo informó en detalle sobre la historia de la dictadura militar en ese país y su situación actual, sino que también dejó muy claras la preocupación y solidaridad polacas por los destinos del país asiático. Un programa similar tuvo lugar en la tarde del viernes 7 de junio, pero teniendo como punto de mira al pueblo iraní, esta vez la conferencia fue: ¨Irán: la sociedad civil y el régimen¨, impartida por un activista del Instituto cuya pasión por la libertad en Irán era más que evidente. Fue edificante constatar también el apoyo solidario que brindan a su vecina, la oposición bielorrusa, que intenta librar a su país del tirano Lukashenko; esto me fue particularmente evidente en la visita realizada el 6 de junio a los estudios de TV Belsat donde bielorrusos exilados tienen la posibilidad de preparar una programación altamente demandada en su país que desenmascara el control de la administración impuesta y propaga la filosofía de la noviolencia que más pronto que tarde está llamada a conseguir lo mismo que logró Otpor en Servia.

Conocer y experimentar en mí mismo la solidaridad polaca enfocada en las sociedades civiles de países sin democracia como el mío, Birmania, Irán o Bielorrusia; y conocer muy bien las redes existentes entre todos estos regímenes autoritarios no me preparó lo suficiente para recibir noticias indignantes, apenas unos días después de mi regreso a Cuba. Nicolás Maduro encontrándose y estableciendo acuerdos con su par Alexander Lukashenko en Bielorrusia el 2 de julio, y apenas el día anterior, Raúl Castro recibiendo desvergonzadamente, y a invitación de sus Fuerzas Armadas Revolucionarias, al General de Ejército Kim Kyok Sik, jefe del terrorista Estado Mayor General de Corea del Norte. En medio de estas inconcebibles y tan repudiables complicidades me genera esperanza por contraste mi experiencia en Polonia, donde evidentemente el concepto cristiano del movimiento Solidaridad: -no solo me interesa mi vida, sino también la de los otros- trasciende los marcos individuales para convertirse en asunto prioritario de la política exterior de esa nación que tan hondo conoció la intolerancia y que por tanto puede comprender tan bien a quienes todavía la sufrimos. Ojalá que Polonia nunca olvide su duro pasado y no anteponga jamás a su preocupación por la libertad y los derechos humanos en el mundo, intereses económicos o de cualquier otro tipo, que como en relación a China ya comienza a preocuparnos.

Los Nobel en Varsovia

Durante mis dos semanas del mes de junio en Polonia fue imposible no enterarme de lo que se fragua en Varsovia para noviembre de este año; especialmente por hallarme invitado por el Instituto Lech Walesa, la fundación inspirada en el Premio Nobel de la Paz de 1983. La misma ciudad que me acogió en junio reunirá a varios de los agraciados con tan honorable distinción como parte del World Summit of Nobel Peace Laureates. Si uno solo de ellos ejerce influencia tan positiva por doquiera que se mueva dado el símbolo que entraña -pregúntenmelo a mí que tuve a mi lado sonriendo a Lech Walesa- espero que esta sumatoria de estrellas irradie mucha luz sobre un mundo que tanto les necesita. Y que todos hagan honor a su premio.

En encuentro con Lech Walesa en la fundación que lleva su nombre, en Varsovia

En encuentro con Lech Walesa en la fundación que lleva su nombre, en Varsovia

Bolka i Lolka

Bolka i LolkaTuve que llegar casi a los cuarenta para volverme a reencontrar con aquellos dos amigos de mi infancia que tanto me hicieron reír. Cotidianos en los muñes, día a día durante mis primeros doce años de vida, a fines de los ´80 desaparecieron de repente de nuestras pequeñas pantallas sin que se nos diera explicación. No podían decirnos la verdad.
No nos dijeron que era porque en Polonia se habían despojado para siempre de la peste del comunismo autoritario y que por eso había que romper hasta con Bolet y Lolet. Que esta gran nación nunca aceptó de veras un sistema impuesto por los soviéticos. Que el 85% de las tierras polacas nunca dejaron de ser privadas porque los campesinos no admitieron el sistema de los koljoses rusos. Que la iglesia, a pesar de todo el esfuerzo del ateísmo feroz, mantuvo inquebrantable su influencia, al punto de que aportó en esos duros tiempos un Papa polaco.

Siempre se callaron que Stalin cometió el pecado de lesa humanidad de aprovecharse de la destrucción que el nazismo, con su anuencia, provocó a este pueblo, y así satisfacer su insaciable sed imperialista. Nos ocultaron el nefasto crimen de Katín. Silenciaron la vergüenza de agosto de 1944 cuando las tropas soviéticas ya estaban del otro lado del río Vístula donde recibieron órdenes de esperar mientras Hitler asesinaba a doscientos mil polacos que se atrevieron a realizar del otro lado el levantamiento de Varsovia; sin dudas los polacos esperaban la intervención de aquellas tropas que no cruzaron pues Stalin prefería la masacre. Siempre nos contaron la historia desde el punto de vista de los manuales de Moscú haciéndonos creer que los soviets fueron los salvadores de los polacos y que por tanto estos les debían honor y pleitesía. Nos engañaron al ocultarnos que realmente en el esfuerzo bélico de los aliados Polonia tuvo el cuarto lugar, antes que Francia, después de Inglaterra, Estados Unidos y Rusia, pero que no pudo participar en el desfile de los vencedores, porque la convirtieron en satélite de la URSS.

No nos dijeron que tanto en 1956 como en 1970 el ejército abrió fuego contra los obreros sublevados. Nunca nos explicaron la contradicción histórica de por qué eran precisamente los trabajadores quienes más deseaban librarse del gobierno «proletario». No dijeron la verdad acerca de las protestas del ´68 en las universidades, como tampoco ahora la dicen sobre las que ocurren en los recintos Caracas. Tampoco admitieron en ese mismo año la campaña antijudía propulsada por sus amigos del Partido Obrero Unificado Polaco. Del Movimiento Solidaridad y de Lech Walesa nos decían lo mismo que ahora dicen al pueblo acerca de los opositores políticos y activistas de la sociedad civil cubana, que eran mercenarios e impostores. Mintieron acerca del innegable auge de Solidaridad y en la prensa oficial se llegó a afirmar que ese movimiento de alborotadores estaba totalmente sofocado. Cuando tan burdamente fue asesinado el sacerdote Jercy Popieluzco por órdenes de la seguridad del Estado polaca en el ´84, no dijeron una palabra y a duras penas tuvimos que enterarnos por emisoras internacionales de la onda corta.

Por estas y otras realidades que confirmé en mi viaje a Polonia sentí tanta emoción cuando se produjo el reencuentro ante la vidriera de una librería en el centro de Varsovia. Tal vez los transeúntes que pasaron junto a mí tomaran por loco a este treintañero que se detuvo unos instantes, absorto como ante una visión, frente a un poster de Bolet y Lolet. Nadie habría entendido que tenía lugar un reencuentro que sanaba traumas de mi infancia al entender después de tantos años las verdaderas razones del por qué deportaron aquellos inocentes dibujos animados. Quizás solo Umberto Eco y su semiótica, en sus teorías sobre el significado y el significante de los símbolos y signos, posean la respuesta de lo que me ocurrió. Yo solo sé que me reencontré con Bolet y Lolet, y también por qué no, conmigo mismo.

El ángel polaco que a medianoche apareció cargado de libros y discos de Mozart

El ángel polaco que a medianoche apareció cargado de libros y discos de MozartEra medianoche y Varsovia, mal juzgada, parecía estar tomada únicamente por las juergas, los clubes y los bares. Un grupo de cubanos, embelesados por la magia de aquella ciudad prueba de que la libertad puede al fin elevarse por sobre la pesadilla del comunismo autoritario, no podíamos dormir a pesar de las jornadas intensas de los días, y salíamos a tomar el pulso a la noche varsoviana. Sentados a las mesas junto a la calle de un bar donde un trío no paraba de entonar canciones irlandesas, de pronto, como en una visión, contemplamos acercarse a un personaje como salido de novela.

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La suma de la Helsinki Fundación

Mi emotivo saludo a Danuta Przywara, presidenta de la Fundación HelsinkiVisitar la sede en Varsovia de la Fundación Helsinki de Derechos Humanos en la tarde del histórico 4 de junio, aniversario de aquellas primeras elecciones con las que los polacos inauguraron su nuevo período democrático; ser recibido allí con tanta emoción por su presidenta Danuta Przywara, y escuchar de su propia boca la narración de sus experiencias en aquellos decisivos años ´80, así como la razón de ser de tan loable Fundación, ya habría justificado por completo mi presencia en Polonia.

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Polonia mística

En camaras de gas en Auschwitz

En cámaras de gas en Auschwitz

Estar el 4 de junio en Polonia, justo cuando allí celebraban el veinticuatro aniversario de aquellas primeras elecciones parcialmente libres, resultado inmediato de la mesa redonda que devolvió la vida a esa histórica tierra, no fue para mí casualidad. Tampoco lo fue la visita a los campos de concentración en Auschwitz el 14 de junio, justo cuando se recordaba con dolor el día de apertura de ese sitio de horror.

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