SAPERE, AGERE, LOQUI

Sazona con sal todas tus ofrendas de grano, para acordarte del pacto eterno de Dios. Nunca te olvides de poner sal a tus ofrendas de grano (Levítico 2:13, NTV).

Y cada sacrificio será salado con sal. La sal es buen apara condimentar, pero si pierde su sabor, como la harán salada de nuevo? Entre ustedes deben tener las cualidades de la sal y vivir en paz unos con otros. (Marcos 9:49-50, NTV).

En septiembre de 2015, participé en la edición 19 del Fórum 2000, evento fundado por Václav Havel y que se celebra anualmente en Praga. Entre mis actividades extra Fórum procuré visitar la Facultad Teológica Protestante de la Universidad Charles  en Černá 9, 11555; fundada en Praga el 28 de abril de 1919.

Llamo poderosamente mi atención el emblema de esa Facultad. Un cáliz en el centro mismo simboliza su vínculo con la herencia de la Reforma Checa, especialmente con la Reforma Husita, que reintrodujo la recepción del cáliz por parte de los laicos en las celebraciones de la Cena del Señor. A la izquierda y a la derecha del cáliz, hay dos referencias a las Escrituras: Levítico 2:13 y Marcos 9:49. En ambos pasajes se encuentra la palabra «sal». En la mitad superior del diseño redondo pueden leerse las palabras en latín: SAPERE, AGERE, LOQUI, que significan en español: pensar, actuar, hablar. El origen histórico de este lema se remonta a Jan Amos Komenský (Comenius), el último obispo de la antigua Unidad de los Hermanos. La conexión entre el lema y las dos citas de las Escrituras se esclarece cuando nos percatamos de que las letras iniciales de las tres palabras en el lema (Sapere, Agere, Loqui) forman la palabra latina SAL.

Tanto en Levítico 2:13 como en Marcos 9:49 se hace referencia a la sal como un ingrediente adicional que se disuelve y dispersa a lo largo de la ofrenda de sacrificio. Y esta autodisolución y autodispersión deberían ser experiencias diarias para los creyentes y para las iglesias, por supuesto también para los creyentes cubanos. Al poner en tela de juicio los propios instintos de autoconservación, esto compromete todo nuestro pensamiento, acción y discurso al servicio de las comunidades cristianas y cívicas, nos advierte y protege contra la corrupción del egoísmo, y nos alienta a servir desinteresadamente a los excluidos. Esta reflexión reta a los creyentes cubanos a no perder la dimensión de la abnegación y la renuncia voluntaria, sin las cuales no es posible la dignidad humana.

En mi visita a la Facultad Teológica Protestante de la Universidad Charles fui recibido por el profesor Peter Morée, uno de los editores de la prestigiosa revista teológica
¨Communio Viatorum¨, fundada en 1958; y quien desde 2001 realizό visitas regulares a nuestros seminarios en Cuba, incluyendo nuestro Seminario Teológico Bautista “Luis Manuel González Peña”, en la ciudad de Santa Clara, donde tuve la bendición de servir como profesor de Nuevo testamento entre 2006 y 2016. Peter fue además el Jefe del Proyecto de Investigación «Josef Lukl Hromádka (1889-1969) y el protestantismo checo en 1945-1989», respaldado por la Academia de Ciencias de la República Checa (2008 – 2011).

El gran teólogo reformado checo Josef Hromádka había sido el decano de este Seminario precisamente durante la mayor parte de las décadas de 1950 y 1960, que por entonces se conocía como la facultad Comenius, ya que en 1950, el estado comunista decidió que la Facultad se dividiera en dos escuelas: la Facultad de Teología Hus para estudiantes de la Iglesia Checoslovaca Husita, y la Facultad de Teología Protestante Comenius para estudiantes de la Iglesia Evangélica de los Hermanos Checos y las iglesias más pequeñas. No fue sino hasta después de la caída del régimen comunista en 1989, cuando se abrieron nuevas oportunidades para la Facultad Comenius, hubo un gran aumento en el número de estudiantes y la Facultad Comenius se incorporó a la Universidad Charles y pasó a llamarse Facultad Teológica Protestante, mudándose en 1995 a locales más grandes en su sitio actual.

Recuerdo la emoción que sentí durante mi visita cuando tuve en mis manos documentos originales de Hromádka, que son conservados allí. Su vida y obra resultan apasionantes y puedo entender muy bien ahora el por qué no se habla prácticamente de él en Cuba. Su nombre no es común ni siquiera entre los líderes del Consejo de Iglesias de Cuba (CIC) pese a que él fue presidente por más de diez años (1958 – 1969) de la Conferencia Cristiana por la Paz, y uno de los fundadores y principales líderes del Consejo Mundial de Iglesias (CMI, en inglés, World Council of Churches, WCC).

Los acontecimientos previos a la Segunda Guerra Mundial significaron una prueba muy dura para muchos como él que experimentaron la euforia de la paz de 1918. La caída de Checoslovaquia, y el aparente triunfo del nazismo en los primeros años de la guerra, llevaron a muchos a la mayor desesperación. Acorde a sus principios cristianos Hromadka se opuso abiertamente al hitlerismo antes y después de Múnich. Karl Barth le escribió una carta instándole a abandonar su país en virtud de los riesgos que corría dado su compromiso político. Con su familia salió de Praga en 1938, rumbo a USA, nación que lo acogió por diez años y donde tuvo la oportunidad de enseñar como profesor invitado de Apologética y Ética Cristiana en el Seminario Teológico de Princeton.

Hromadka tenía justificados motivos para sentirse derrotado por el dolor, la frustración y la desesperanza; pero esto no ocurrió, como lo prueba “Condenación y resurrección”, su libro escrito durante su quehacer académico en Princeton, y que aborda el tema de la esperanza, que nace de la experiencia de primero la cruz y luego la resurrección. Era la respuesta profunda de un hombre de fe a los problemas que planteaba esa inquietante hora de la historia humana. La edición original fue publicada con una introducción de John A. Mackay, el teólogo reformado escocés, uno de cuyos primeros libros, “Prefacio a la Teología Cristiana” fue una influencia formativa en el Seminario de Teología de Matanzas por muchos años y quien en 1963 fue invitado especial al Primer Instituto Nacional Presbiteriano, disertando sobre «la Naturaleza y Misión de la Iglesia en Cuba Hoy», usando el lema de la Conferencia de Oxford de 1937: «Que la Iglesia sea la Iglesia». Desafío por cierto hoy más vigente que nunca para las iglesias cubanas.

El libro “Condenación y resurrección” es una meditación clara de que, por la obra de la gracia de Dios en Jesucristo, luego de la catástrofe, el futuro se abre para intentar una nueva creación. Creer esto fue la razón por la cual, luego del fin de la guerra, visitó Checoslovaquia en 1946 y 1947, y retornό, definitivamente, en 1948.  Este regreso constituía una experiencia de encarnación en la nueva realidad checa, la del socialismo real. A medida que pasaba el tiempo, y ante el cariz de falta de flexibilidad que demostraba el gobierno de Novotny en la conducción del socialismo checoslovaco, una tremenda inquietud se fue apoderando de Hromadka, de ahí que saludara con enorme alegría el advenimiento de la “Primavera de Praga”.

El 21 de agosto de 1968 los tanques soviéticos invadieron Praga, y Hromadka reaccionó no en la dirección que pretendían las presiones de la KGB. En una célebre carta al embajador soviético en Praga, protestó contra acto tan arbitrario en nombre de su pueblo. Los meses que siguieron los pasó enteramente comprometido en nombre de la fe y en contra de la ocupación soviética. Como represalia a su protesta fue obligado a renunciar como Presidente de la Conferencia Cristiana por la Paz en noviembre de 1969 y murió seis semanas después, el 26 de diciembre de 1969. En la caída del comunismo, veinte años después, era evidente la influencia de creyentes dignos como Josef Hromadka, y ese legado trasciende fronteras, para convertirse en desafío hoy para los creyentes cubanos, y en su caso, por tratarse de fundador y líder emblemático del CMI, constituye un reto directo a los líderes del CIC. El mismo reto que nos lanza a todos el emblema de la Facultad Teológica Protestante de la Universidad Charles: pensar, actuar, hablar; ser sal.

La IV Edición Anual del Premio Patmos a Dagoberto Valdés Hernández en el 500 Aniversario de la Reforma Protestante

Dagoberto muestra la placa que lo acredita como Premio Patmos 2017 acompañado de representantes de Convivencia y del Instituto Patmos.

La IV Edición Anual del Premio Patmos que concedemos a nuestro muy apreciado Dagoberto Valdés Hernández coincidiendo con el 500 Aniversario de la Reforma Protestante, es más un premio a Patmos, que lo entrega, que a Dagoberto que lo recibe. Nuestro Instituto con solo casi cinco años de existencia se encuentra apenas en estado embrionario y nuestra corta vida ha estado signada por tribulaciones que encajan muy bien con el nombre con el cual nos identificamos, el de la isla mediterránea donde Juan el apóstol estuvo preso por causa ¨de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo¨ (Apocalipsis 1:9).

Entre las muchas inspiraciones que nos impulsaron, primero a nacer, y luego a continuar adelante en lo poco que hemos conseguido hacer en nuestra corta y atribulada existencia, se encuentra precisamente la de Dagoberto Valdés y de quienes le acompañaron primero en Vitral, y ahora en Convivencia. Nuestra historia y quehacer son nada al lado de la apasionada labor de Dagoberto y de sus valiosos colaboradores de dentro y de fuera de Cuba. Las enseñanzas y el ejemplo generados por el Centro de Estudios Convivencia constituyen hoy para nosotros un desafío para lograr de Cuba lo que juntos soñamos por igual. Dios utiliza a Dagoberto y a Convivencia para ofrecernos esperanza en las tribulaciones como mismo las recibiera Juan en Patmos a través de visiones celestiales.

Placa premio Patmos 2017

Este es el cuarto año consecutivo en que concedemos este reconocimiento. La condición primordial para nuestra selección es que nuestro elegido sea alguien que haya demostrado ser consecuente con su Fe en Cuba. Y Dagoberto Valdés Hernández lo ha demostrado con creces a lo largo de muchos y difíciles años sin claudicar.

Es de notar que con Dagoberto suman ya tres premios concedidos a católicos de los cuatro que hemos otorgado, le anteceden el laico Amador Blanco Hernández, Premio Patmos 2014 y el P. José Conrado, Premio Patmos 2015; solo el Premio Patmos 2016 ha sido el concedido a un protestante, el Dr. Oscar Elías Biscet, de definición bautista. No debe sorprender a nadie nuestra selección de tres católicos entre nuestros premios anuales que se otorgan precisamente en el Día de la Reforma Protestante. Como se sabe, nunca fue la intención de Martin Lutero cuando clavó sus 95 tesis a la puerta de su Iglesia en Wittenberg, Alemania, abandonar a su Iglesia, por el contrario, movido de gran amor por ella se proponía reformarla a la luz de lo que consideraba correcto en la Palabra de Dios y por la cual se sentía desafiado. Mucho menos se había propuesto provocar la escisión que finalmente ocurrió y que tuvo lugar luego de un juicio celebrado a Lutero por su iglesia y en el cual fue excomulgado. Lamentablemente no fue comprendido en su momento por la iglesia que amaba y anhelaba reformar de acuerdo a la Palabra de Dios.

Dagoberto Valdés Hernández ha sido siempre un católico comprometido con su profunda fe cristiana que ama con fervor a su iglesia y anhela y procura que ella actúe como es digno de Cristo en el contexto cubano aunque no siempre sea bien entendido por ello. Él y sus proyectos, primero Vitral y luego Convivencia, constituyen expresiones de la manera en que los hijos de Dios debemos encarnarnos en medio de la sociedad en la que Dios nos coloca para servirle. Nuestro Premio Patmos 2017 se entrega a una luz en la oscuridad como lo fue Martin Lutero en 1517. Y no dudamos que como también ocurrió con el creer y actuar de aquel monje agustino que de una luz que parecía condenada a apagarse, pero que resultó en un movimiento imparable que transformó a toda la cultura occidental; esta luz de Cristo que se irradia para toda Cuba desde Pinar del Río desde hace tantos años, no solo no se apagará, como el Maligno procura, sino que terminará iluminando irresistiblemente a toda Cuba.

A la acción social y cívica que nace de la fe que en Dagoberto se genera por la gracia de Dios puede sumarse su vocación en tender puentes y abrir puertas y ventanas que contribuyan a la convivencia no solo de quienes habitamos bajo el mismo techo de la patria sino también de la iglesia universal. Dagoberto no olvida nunca los genes protestantes que también se encuentran en su ADN cristiano, sigue amando su tiempo en la iglesia metodista, y no fue casual que en la Comisión Nacional de Laicos de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba en 1977 Dagoberto titulara una tesis con el mismo nombre del de una de las obras del famoso teólogo luterano alemán del siglo XX Karl Barth: “Comunidad cristiana y comunidad civil” en la que introdujo el término de sociedad civil y las relaciones entre ella y la comunidad cristiana; principios con los que Dagoberto ha sido totalmente consecuente. Llama la atención que Karl Barth fuera también uno de los autores más citados en la cristología espiritual desarrollada por Josef Razinger, el papa Benedicto XVI, que renunció para retirarse a orar.

Es por estas y muchas razones más que el Instituto Patmos al hacer este humilde homenaje, repleto sin embargo de significados, más que felicitar, agradece a Dagoberto Valdés Hernández por aceptar nuestra distinción y recibirnos, lo cual nos honra profundamente a la vez que nos anima, y esperamos que estimule a otros también, para tampoco claudicar ni dejar espacio al desaliento; sino por el contrario seguir el ejemplo que nuestro premiado, como Juan en Patmos, o Lutero en Wittenberg, nos ofrece a seguir.