La Iglesia no debería pedir sólo para sí aquellos derechos que debería pedir para todo su pueblo. Dagoberto Valdés Hernández.
Todo parece indicar que el Elogio a la locura de Erasmo de Rotterdam conserva toda su vigencia. Buena parte de sus párrafos, así como de sus originales ilustraciones cobraron vida en un contexto aparentemente tan alejado en espacio y tiempo de la Europa de los siglos XV y XVI como aparenta serlo la Cuba caribeña en días como los transcurridos entre el 26 y el 28 de marzo del 2012. De un lado el mundo pudo contemplar a otro de esos generales devenidos en jefe de estado declarar con toda parsimonia, mientras daba la bienvenida al obispo de Roma: «la libertad religiosa es respetada por el Gobierno Revolucionario que yo presido.». De otro lado pudo escucharse al Sumo Pontífice emitir una frase tan magistral como podía serlo teniéndose en cuenta el teólogo que también encarna, tarea a la cual solo debía haberse dedicado: «Dios no solo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla.»